'Golfus de Roma': algo divertido sucede en la arena de Mérida
Carlos Latre debuta como actor de teatro musical con la obra maestra de Stephen Sondheim
Stephen Sondheim , uno de los nombres imprescindibles del teatro musical del siglo XX, y el gran renovador del género, era en 1962 un joven prometedor que había colaborado como letrista con figuras como Leonard Bernstein ('West Side Story') o Jule Styne ('Gypsy'); pero aquel año puso la primera piedra de su revolucionaria carrera: una comedia musical lejanamente basada en las farsas de Plauto y con un extravagante título: 'A funny thing happened on the way to the Forum' ('Algo divertido sucedió camino al Foro'). La obra -con libreto de Burt Shevelove and Larry Gelbart- estuvo más de dos años en cartel, y rozó las mil representaciones.
A España llegó apenas un par de años más tarde de la mano de José Osuna -en una producción que contó con decorados de Mingote -, y el Festival de Mérida la programó en 1993 en un recordado montaje dirigido por Mario Gas . Con este referente todavía en el aire -los avisos de megafonía los ha grabado el que fuera su protagonista, Javier Gurruchaga -, el certamen extremeño ha vuelto a poner en pie este musical de la mano de la productora catalana Focus.
Rebautizada como 'Golfus de Roma' -el título que se puso en España a la película que dirigió en 1966 Richard Lester, y que se rodó parcialmente en nuestro país-, se trata de una divertidísima obra en clave de farsa, llena de vodevilescos equívocos, situaciones llenas de comicidad y dobles intenciones. La trama, situada en una calle de la Roma antigua, gira en torno a Pseudolus, un despierto esclavo que parece escapado de las novelas picarescas españolas , y que para conseguir su libertad teje un enmarañado enredo. Le acompañan una delirante galería de personajes a medio camino entre la caricatura y el estereotipo, como Hysterius, el jefe de esclavos; Eros, el bobalicón amo de Pseudolus, o Erronius, el anciano que ha recorrido el mundo en busca de sus hijos secuestrados.
Musicalmente, Sondheim todavía no era Sondheim, pero empezaba a serlo, y su partitura, coronada por el espléndido y estimulante número inicial, el célebre 'Comedy tonight ', contiene piezas que apuntan su personalidad y están perfectamente engarzados en la acción.
La piedra angular de este montaje, que estará en el Teatro de La Latina de Madrid a partir del próximo 9 de septiembre , es Carlos Latre . El imitador e humorista confesaba al término de la función que la idea de hacer este musical le ronda por la cabeza hace ya más de cuatro años. «Poder hacerla realidad en el teatro romano de Mérida es un sueño », decía rodeado de la compañía en el ritual (y singular) encuentro con los medios de comunicación al término de cada estreno.
Para Latre no es ésta la primera incursión escénica, pero, como él mismo confesaba, sí es la primera vez que formaba parte de un elenco. Quien esperara que su interpretación mostrara solo al intérprete y no al personaje saldría defraudado, porque Latre se desenvuelve (y con el paso de las funciones seguro que lo irá haciendo con más soltura) como si llevara toda la vida interpretando musicales. Es inevitable que sus imitaciones -Boris, Carlos Jesús, el Rey Juan Carlos- salgan a escena, pero lo hace con cuentagotas y siempre con sentido dramático. El de Pseudolus es un papel tan comprometido como carismático, y Latre está a su altura. La noche del estreno contó, además, con un público entregado desde antes de empezar la representación, que celebró todas sus intervenciones con complicidad y entusiasmo .
Pero aunque Carlos Latre sea el reclamo y el cabeza de cartel, se precisa de mucho más para poner en pie esta obra, y la producción presentada en Mérida tiene todos los ingredientes necesarios para que el guiso sea sabroso; cuenta, además, con la mano experta de su cocinero, Daniel Anglés , perfecto conocedor (y amante) del teatro musical y, por tanto, de los códigos necesarios para el género; él mismo firma la adaptación del texto junto con Marc Gómez. Anglés convierte de nuevo la arena emeritense en un circo y a sus intérpretes en payasos (Pseudolus lo dice al principio: «El teatro es un templo y estamos aquí para adorar a los dioses de la comedia»). Anglés explicaba a ABC tras el estreno que la clave fue la escena en que Lycus, el mercader de esclavas, 'presentaba su mercancía'. «En nuestros días es absurdo plantearla como un desfile en el que se exhiben las cortesanas, y de ahí me vino la idea de los payasos».
Para ello ha cambiado de género el personaje de Lycus y ha contado con un grupo de músicos que se ha integrado en la acción (hace veinte o treinta años hubiera sido imposible hacerlo en España) y que además de tocar su instrumento actúan y, como subrayó Xavier Mestres , el director musical del espectáculo, se prestan al juego. Anglés ha aprovechado las características de cada uno de los músicos y les ha hecho un traje a medida.
La suya es una dirección respetuosa, ágil, con momentos para la caricatura y atención a los detalles, en la que tres carromatos -las tres casas de las que habla el libreto- son el centro de la acción, subrayada constantemente por los aplausos y las carcajadas del público emeritense, ávido de comedia, y que colgó en esta primera noche el cartel de 'no hay billetes' .
Anglés cuenta con un puñado de 'cómplices necesarios', empezando por Montse Amenós , que llena de colores y de fantasía la escena, y continuando con el elenco, donde lo teatral prima por encima de lo musical (lo que no quiere decir que lo descuide). Mención especial para OriolO, Diego Molero, Eva Diago y Frank Capdet , primeros espadas de una espléndida cuadrilla. Como se canta al principio, si es cómico mejor.