«Los días felices», retrato becketiano de mujer enterrada y dichosa
Pablo Messiez dirige en el Teatro Valle-Inclán la obra del autor irlandés, con Fernanda Orazi como protagonista
«Volver a Beckett es recordar que el teatro puede ser otra cosa. Es desintoxicar la mirada de desvíos varios que usurpan las salas cuando estarán mejor en la tele, en el cine, en una columna de opinión de suplemento dominical, o en un libro».
Son palabras de Pablo Messiez , director de la producción de « Los días felices », de Samuel Beckett, que presenta en el Teatro Valle-Inclán (hasta el 5 de abril). Se presenta con la traducción de Antonia Rodríguez-Gago (la editorial Cátedra acaba de reeditarla en una edición que incluye también el texto original en inglés), e interpretada por Fernanda Orazi , como Willie, y Francesco Carril en el brevísimo papel de Winnie.
Y es que «Los días felices» (« Happy Days ») es una obra que a Pablo Messiez le permite hacer lo que le gusta: «me interesa un teatro que solo se pueda hacer en el teatro». «Es un texto-añade- que nos tiene enamorados a Fernanda y a mí desde hace tiempo -han hecho ya nueve montajes juntos-, y habíamos hablado de que cuando tuviéramos la edad la haríamos juntos. «Los días felices» nos permite entablar un diálogo con alguien muy brillante y abordar un material extraordinariamente teatral».
«Los días felices» es uno de los textos más populares de Samuel Beckett; «es una bomba moderna», dice Alfredo Sanzol , director del Centro Dramático Nacional; «sin esta obra no se entiende nada de lo que viene después, el género del monólogo cambia después de este texto». Se estrenó en el Cherry Lane Theatre de Nueva York el 17 de septiembre de 1961, con la actriz Ruth White en el papel de Winnie. Dos años más tarde, Maruchi Fresno la estrenó en España (con dirección de Trino M. Trives ) dentro de un festival de teatro en el María Guerrero y, ya en temporada, se presentaría en mayo de 1964, casualmente también en el teatro Valle-Inclán (que entonces no era el de la plaza de Lavapiés, sino en un desaparecido espacio en la Torre de Madrid, en la Plaza de España). Sobre la obra dijo entonces Enrique Llovet en ABC: «Es un terrible y bárbaro monólogo femenino en el que Beckett no intenta contar la historia de una mujer determinada, sino la de todas. La intención es transparente. El tono es polémico. Detrás de la primera tesis, peyorativa, del infinito desprecio a la mujer en general, en «Días felices» [la traducción de Antonia Rodríguez-Gago antepone el «Los», pero la obra se ha presentado a menudo como «Días felices»] se insinúa algo más: la denuncia de un estatuto social en el cual -según Beckett- la mujer ocupa una plaza abusiva».
En el principio de «Los días felices», Samuel Beckett señala: « Extensión de hierba reseca que se eleva en el centro en forma de pequeño montículo (...) Luz cegadora (...) Enterrada hasta más arriba de la cintura y en el mismo centro del montículo, Winnie. Mujer regordeta de unos cincuenta años, bien conservada, preferentemente rubia, brazos y hombros desnudos, corpiño muy escotado, senos abundantes, collar de perlas». La escenografía de Elisa Sanz -iluminada por Carlos Marqueríe - para el montaje de Messiez ha transformado el montículo en una mezcla de tierra y escombros; «no cierran el sentido, sino que abren otros nuevos», explica el director argentino. No se sabe por qué está enterrada -tampoco quién era el Godot de « Esperando a Godot », otra de las cumbres de Samuel Beckett-, pero a pesar de esta situación ella no para de calificar su día como «divino». Antonia Rodríguez-Gago señala el tema central de la obra es el deterioro físico y mental . El rebuscado lenguaje de la protagonista, por ejemplo, refleja especialmente su pérdida de memoria». A este respecto, Pablo Messiez es claro. «Quiero saber de qué va la obra sabiendo qué dice en el público».
Fernanda Orazi no tiene cincuenta años, pero no es la primera vez, aduce Messiez, que una actriz más joven encarna a Winnie -que tiene, en esta puesta en escena, un punto de Marilyn Monroe -. La actriz de cabecera del director argentino asegura que éste es el mayor reto de su carrera. «Beckett hizo algo que parece imposible: quiso escribir la obra, no solo el texto. Fue un intento radical y generoso , y por tanto la actriz que interpreta a Winnie no puede hacerlo con medias tintas. No puedes abordar el material, porque es el propio material el que te aborda». El hecho de estar enterrada hace que «esa limitación física y esa forma de estar que impone el personaje transforme nuestra relación con la propia interpretación», asegura la actriz. «Y evidentemente la enriquece expresivamente. No se puede tomar como un obstáculo, porque no lo es».
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