Cuentas pendientes

Mona Martínez, Ana Wagener y Amparo Sánchez, en una escena de «Las bárbaras» marcosGpunto

Diego Doncel

Lucía Carballal ha escrito una comedia que quiere ser un homenaje a las mujeres de la Transición. Esas mujeres que se descolgaron de la moral vetusta de sus madres y fueron a respirar los aires liberadores que todavía venían de la playa oculta bajo los adoquines del 68. Carballal intenta hacer de la obra un espejo donde se reflejen unas aventuras biográficas sabiendo que, toda vida, mirada de cerca, esconde un puñado de ángeles y una legión de demonios.

Todo ocurre en un hotel, en el bar de un hotel de diseño perfectamente setentero, llamado irónicamente Juventud. Allí, para cada una de las protagonistas, se demuestra que todo lo vivido no ha pasado en balde, que la vejez tiene un precio. No es muy convincente el planteamiento inicial, la reunión de tres amigas para cumplir el deseo de Bárbara, sobrina de una de ellas y muerta prematuramente, que desea someterlas a un examen de conciencia en torno a su posición sobre el papel de la mujer y el feminismo en esos años. Es, sin embargo, en la historia de las rencillas, las cuentas pendientes, las ambiciones o las renuncias que estas tres mujeres arrastran, se reprochan y sufren donde «Las bárbaras» alcanza su más interesante conflicto, su altura dramáticamente más lograda.

Visto de esta manera, el deseo de Bárbara es más potente: se trata de crear una catarsis, de descender a los infiernos biográficos para poder lograr un poco de luz, un poco de paz. Esto es lo que sucede con el duelo entre Susi y Carmen, con su historia de reproches e incomprensiones, y lo que sucede con otro de los grandes temas aquí planteados: cómo vivir la vejez, cómo aceptarla y cómo reinventar en ella otra vez un proyecto de vida, aunque este consista en leerle cada noche los cuentos a los nietos, como hace Encarna.

Con un sentido del humor que rebaja cualquier asomo de dramatismo o tragedia, con una crítica muy matizada, Carballal nos lanza esta comedia donde la ligereza está por encima de la profundidad, donde se prioriza la búsqueda por agradar al espectador.

Mención especial merecen las interpretaciones de Amparo Fernández, Mona Martínez y Ana Wagener, que hacen de Encarna, Carmen y Susi tres personajes verdaderos, incluso salvando algunos estereotipos. Imposible perderse después de escucharla aquí, la voz, la enorme altura musical de María Rodés, un nombre de nuestra canción absolutamente definitivo.

Carballal rescata del olvido de nuestra historia reciente a estas mujeres y crea una reflexión sobre la amistad, sobre el paso del tiempo, sobre las decisiones vitales y los callejones de la vejez.

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