Crítica de 'El barberillo de Lavapiés': El poder del clásico

Una escena de 'El barberillo de Lavapiés' Javier del Real

Alberto Gonz�lez Lapuente

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Como los grandes dramas o las mejores comedias, ' El barberillo de Lavapiés ' necesita lo justo para ser explicado sobre un escenario. Alfredo Sanzol lo demostró hace tres años en el Teatro de la Zarzuela, usando un puñado de grandes paneles negros que corrían perpendiculares al espectador y cuyas desviaciones generaban distintas calles. En ese escenario económico y acomodaticio, el trasfondo político que sostiene la obra quedaba a medio camino entre lo ininteligible y el batiburrillo. Sigue siendo así en su reposición, pero sigue sin tener importancia, como demuestra el éxito que alcanza.

El miércoles, en su vuelta a la Zarzuela , se bisó el dúo de Paloma y Lamparilla, con Borja Quiza y Cristina Faus, después de que uno tras otro se jalearan todos los números. Convéngase que el trabajo de Sanzol tiene el talento del teatro inteligente, muy bien realizado, e impecablemente transcrito, y no se olvide que la coreografía de Antonio Ruz le confiere una dimensión espectacular, mientras que el vestuario de Alejandro Andújar, tan imaginativo y evocador, engancha todo ello con la realidad madrileña en los años de Carlos III.

La representación tiene ritmo y aceleración (Calixto Bieito descubrió que esta magnitud estaba implícita en la obra cuando presentó en 1998 un puesta en escena por entonces polémica), a veces un poco desasosegante si se sigue al maestro José Miguel Pérez-Sierra, por otra parte un buen domador de la Orquesta de la Comunidad de Madrid. El Coro Titular de la Zarzuela es quien más lo sufre, también alguno de los intérpretes, aunque la fluidez general se asegura en un doble reparto que de forma casi íntegra reproduce el que estrenó la producción. Se incorpora, además de Carol García como segunda Paloma, Gerardo Bullón en el papel de Don Juan de Peralta convirtiendo en principal un papel secundario.

Todo corre a favor del estupendo libreto de Luis Mariano de Larra y de la maestría teatral y musical de Francisco Asenjo Barbieri, compendio de referencias cultas y de algún que otro tópico sobre nuestra idiosincrasia nacional. Aquellas se aplauden y estos se ríen sin pudor, viniendo a demostrar que no hay mejor 'Barberillo' que el que se deja correr. Sanzol supo entenderlo.

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