El Nuevo Mundo de Sagi
La zarzuela es un género apasionado, continuamente sometido al debate emocional. Se discute sobre la naturaleza de los libretos, la profundidad de su música, la adecuación al estilo, la corrección de su ejecución… Sobre mil aspectos que lo configuran y dan lugar a la representación. En la refriega apenas hay zonas grises: se quiere o no se quiere, se desdeña o se tolera, sin considerar, por ejemplo, que una obra como 'Don Gil de Alcalá', a pesar de afirmarse en una posición de referencia dentro del repertorio, pueda incurrir en detalles poco inspirados. Antonio Fernández-Cid escribía sobre todo ello en ABC con motivo de las representaciones que se hicieron en el Teatro de la Zarzuela en noviembre de 1989.
La habilidad y la experiencia servían para señalar las virtudes y también los pliegues de la obra: la fluidez melódica de inmediata comunicación y dulce endulzamiento; la presencia inédita de una orquesta de cuerda y arpas; la sucesión de números con suficiente personalidad como para tener vida independiente al margen de la composición de origen y, entre ellos, la pavana, la habanera, el canto al vino de Jerez o el jarabe con la inevitable y presencia de los graciosos; el convencional ingenio del libreto en el que todo se resuelve forzando el enredo de manera artificial aunque su encaje en el entramado musical fluya con la naturalidad del monstruo. Penella señaló que su propósito era «hacer una obra bonita», para «que el público pase un rato agradable», como si eso fuera fácil, pero así ha sido desde que vio la luz en 1934. El jueves, con motivo de la recuperación del título en el Teatro de la Zarzuela, el espacio respiró felicidad y entusiasmo.
El éxito de la propuesta escénica se sostiene sobre el trabajo de Emilio Sagi . También en este caso, ha de considerarse la visión de alguien que sabe muy bien lo que tiene entre manos, que admira el género sin incurrir en dogmatismos, y que es capaz de discernir los vicios y los logros. Sagi lee las obras con mucha habilidad y, por eso, defiende sensatamente que un barnizado de cursilería envuelve a 'Don Gil de Alcalá'. Lo materializa en un juego escénico en el que la hipérbole jamás pierde elegancia. Las irisaciones doradas que colorean la producción podrían evocar la riqueza de la Nueva España mexicana. Las lámparas que reconvierten el convento en palacio del gobernador son un imposible (y una marca de la casa) que alcanza su momento de gloria cuando suena la habanera, descienden al nivel del suelo, y apoyan la escena en una penumbra que además añade un plus de intensidad a la música.
Sagi modela este punto culminante con encanto y emoción. Logra, en definitiva, llevar al espectador a su terreno, obligándole a contemplar la obra desde un foco distinto, al que invita a llegar sin sobresaltos, mediante la premisa de un teatro bien construido en el que la disposición de los intérpretes, la evolución escénica y las transiciones surgen con naturalidad. 'Don Gil de Alcalá' es una ópera desde el punto de vista formal, suena a zarzuela romántica por su semántica, pero acaba convertida en una opereta lujosa y refinada por acción de Emilio Sagi.
La producción se ha instalado en Madrid tras su estreno en el Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo en 2017, donde se construyó en colaboración con varios colaboradores habituales. Daniel Bianco diseñó la escenografía. Su experiencia con la obra viene de antes pues había dado forma a la producción de 1989 dirigida por Carlos Fernández de Castro , construida a la manera de gran cuadro viviente y romántico. El ingenio de la carpintería actual consiste en la posibilidad de reubicar los distintos espacios en una misma construcción a la manera de gran patio con galerías laterales. La evocación de los lugares se coordina con la sutileza cromática del vestuario que en su día diseñó Pepa Ojanguren y con la graduada iluminación de Eduardo Bravo . Podría decirse que este 'Don Gil' es claro, limpio, decoroso y cándido, volviendo a emular todo aquello que Penella dijo cuando concibió la obra.
Alguna novedad más encierra esta producción que lleva al foso de la Zarzuela, por primera vez, al maestro Lucas Macías , actual director artístico de la Orquesta Ciudad de Granada. Hay un regusto de calidad en su versión pues con él, la Orquesta de la Comunidad de Madrid y el Coro del Titular del Teatro de la Zarzuela se expresan elocuentemente sin perder el rigor. La versión musical tiene sustancia y distinción, y en ella se apoya un primer reparto que en esta representación fue encajándose poco a poco.
Celso Albelo lució el jueves agudos brillantes antes de articular frases bien resueltas y recogerse en momentos de interesante intimidad. Su Don Gil se une a la Niña Estrella de Sabina Puértolas , sentida y bien dibujada, expresiva y congruente en el dúo con la cuidada Maya de Carol García . Manel Esteve dio a Don Diego empaque y resolución; Simón Orfila resolvió con autoridad y unas gotas de simpatía al sargento Carrasquilla, mientras Carlos Cosías se llevó una parte importante del éxito administrando la comicidad de Chamaco.
El estreno de 'Don Gil de Alcalá' ha coincidido con la muerte de Margarita Jiménez , desde los setenta transitando por el Teatro de la Zarzuela hasta convertirse en directora de producción. Ella pertenecía a ese grupo de personas que desde la retaguardia hacen posible el espectáculo: siempre en permanente negociación, empapándose de habilidad para complacer las reclamaciones artísticas sin sobrepasar las posibilidades. Margarita Jiménez supo gestionar con enorme destreza (y admiración hacia los artistas) las tensiones diarias de un oficio que gestiona una sensibilidad a flor de pie. Llegó al Teatro de la Zarzuela de la mano de José Antonio Campos y todavía, hace cuatro años, vivió el primer envite del Teatro Real en su afán por absorber un escenario sobre el que expansionarse.
En aquellos días, su voz siguió siendo activa y comprometida en defensa de un modelo de exclusividad que significa aristocracia. Con la desaparición de Margarita Jiménez, la zarzuela ha perdido una mirada cómplice, alegre, positiva y cariñosa. Como la de este 'Don Gil de Alcalá' que ahora trae a su escenario el Teatro de la Zarzuela y que se relaciona en la programación anual con otras propuestas de muy distinta configuración, a veces más dispersas, incluso insensatas, pero paradójicamente útiles, pues todas juntas permiten que siga hirviendo la sangre de un género cuyo porvenir depende de su propia vitalidad.
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