Muere el compositor francés Pierre Boulez, uno de los mejores músicos del siglo XX
El director de orquesta, revolucionario de la música clásica, falleció con 90 años en su casa de Alemania
Pierre Boulez (Montbrison, Loira, 1925) ha muerto en Baden-Baden (Baden-Wurtenberg), su primera patria musical, dejando tras sÍ la leyenda de un compositor , director de orquesta y agitador cultural que cambió la historia de la música francesa, lanzando formidables polémicas tan fructíferas como apasionadas.
Boulez huyó horrorizado de su provincia natal, engañando a su padre con la promesa de estudiar «algo serio» (matemáticas, ingeniería). Traicionadas las vanas esperanzas familiares, Boulez se inscribió en el Conservatorio parisino, donde comenzó a seguir las clases de un gran maestro de la época, Olivier Messiaen, que fue su primera influencia, pronto dinamitada con ferocidad.
Boulez traicionó a sus padres incumpliendo todas las promesas de realizar la carrera propia de un joven burgués de provincias. Y traicionó a su primer maestro, Messiaen, tan pronto como descubrió la gran música contemporánea, la Escuela de Viena, Schoenberg, la dodecafonía.
Hablar en el París de los años 40 y 50 del siglo pasado de música de vanguardia era algo peor que una herejía. Esa es la peligrosa vía que decidió tomar el joven Boulez, que entró muy pronto en disidencia con la música y la cultura oficial de la Francia de su época.
Abandonada la carrera oficial del Conservatorio, Boulez se convirtió en un autodidacta de la música de vanguardia. Encontró un trabajo « ganapán » con un grupo (Ondas Martenot) que «tocaba» en un cabaret legendario, el «Moulin Rouge», antes de convertirse en director musical de la compañía de teatro Renaud-Barrault, una institución.
Fue Jean-Louis Barrault quién invitó al joven Boulez a «seguir su propio camino» , con mucho éxito. El joven compositor comenzó a chocar con cierta brutalidad con toda la cultura y la política oficial, comenzando con el poderoso André Malraux, antiguo novelista de grandes vuelos reconvertido en ministro del general de Gaulle.
Boulez terminó rompiendo con Francia, para tomar el destierro alemán, instalándose en Baden-Baden, la ciudad-patria donde ha muerto . Allí comenzó su fama, su leyenda, su gran carrera internacional, europea y norteamericana, mucho antes de ser reconocido en en su patria natal.
Boulez tuvo que triunfar como director de orquesta de la más alta escuela en Baden-Baden, en Cleveland, Londres (donde dirigió la sinfónica de la BBC) y Nueva York (donde sucedió a Bernstein dirigiendo la filarmónica local), antes de terminar triunfando, como un colofón, en un París que había comenzado apreciando muy poco su turbulento talento.
Boulez fue reconocido, al fin, por el presidente Georges Pompidou, que decidió instalarlo en el podio de instituciones musicales de nuevo cuño, creadas especialmente para el director y compositor.
Desde entonces, entre finales de los 60 y primeros de los 70 del siglo pasado, Boulez dominó la música francesa con guante y mano de hierro. Reconocido universalmente, antes de ser aceptado en un París musical dominado por las tradiciones estéticas más conservadoras, Boulez suscitó durante los últimos treinta años entusiasmos y odios muy profundos.
El compositor norteamericano Ned Rorem llegó a calificarlo «Hitler de la Europa musical». Un exceso verbal evidente, pero significativo. Boulez mandaba mucho. Y deseaba imponer sus criterios, a paso de carga, con frecuencia. Pierre Schaeffer, fundador del Grupo de investigaciones musicales, lo trató de « stalinista musical ». Para las nuevas generaciones, el brío intelectual del antiguo vanguardista podía tener algo de «dogmático».
Con el tiempo, su obra y su leyenda lo han instalado en al podio de los grandes maestros, una de las figuras esenciales de la música europea de la segunda mitad del siglo XX.