Klaus Mäkelä y el prodigio musical
Con apenas 25 años, Mäkelä recorre el mundo musical sin cortapisas: de inmediato viajará al Festival de Aix-en-Provence para repetir el último programa granadino y hará música de cámara en el Festival de Verbier como violonchelista
![Daniel Lozakovich y el director Klaus Mäkelä durante su actuación en el Palacio de Carlos V](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2021/07/13/fermin-rodriguez-k1zF--1248x698@abc.jpg)
En una clara demostración de agilidad, el Festival de Granada ha contratado al director finlandés Klaus Mäkelä para una residencia con la Mahler Chamber Orchestra que incorporó al pianista Javier Perianes, la Orquesta Ciudad de Granada y la Orchestre de Paris en colaboración con el violinista Daniel Lozakovich . Con apenas 25 años, Mäkelä recorre el mundo musical sin cortapisas: de inmediato viajará al Festival de Aix-en-Provence para repetir el último programa granadino y hará música de cámara en el Festival de Verbier como violonchelista. Mientras se ocupa de la dirección y asesoría artística de la Orquesta Filarmónica de Oslo, prepara la próxima fijeza como responsable de la orquesta parisina, prosigue como principal director invitado de la Sinfónica de Radio Sueca y es responsable artístico en el Festival de Música de Turku.
La actuación de Mäkelä al frente la Orchestre de Paris ha transitado por espacios musicales muy diversos, desde 'La tombeau de Couperin' de Ravel al primer concierto violínistico de Max Bruch y la sinfonía 'del Nuevo Mundo" de Dvorák. Y en todos ellos ha confirmado que la estancia en París exigirá trabajar a fondo con una orquesta que tiene fisuras y demasiada debilidad en varios atriles en la sección de viento. Ravel sonó con el encanto justo, con soltura en la dicción, una sonoridad todavía pendiente de mayor refinamiento, algún desajuste en el 'Menuet', y ligereza en el 'Rigaudon' final. Pero hubo detalles distintivos y entre ellos la posibilidad de expresarse con exquisitez, sin timideces y con una importante expansión dinámica. Mäkelä consigue extraer de la Orchestre de Paris (que además parece encantada de que lo haga) sonoridades amplias y poderosas, pianos aún no del todo concentrados pero que actúan con gran contraste. Escuchar a Mäkelä es sumergirse en un mundo infrecuente , digno de alguien que representa a una generación sin prejuicios, desenvuelta, optimista, reflexiva y brillante. La gesticulación es, en sí misma, un espectáculo y una lección de maestría técnica.
A Mäkelä debería haberle acompañado la violinista Janine Jansen, cuya actuación fue suspendida en el último momento. Se presentó en su lugar Daniel Lozakovich, otra joven eminencia sueca (en este caso de 20 años) para quien las soluciones musicales alcanzan una planteamiento muy particular. Lejos del canon y ensimismado en su flemática presencia, Lozakovich exhibe una personalidad que puede generar opiniones diversas e incluso incomodidad entre quienes teman sobrepasar 'lo permisible'. Su lectura del primer concierto de Bruch es, en cualquier caso, asombrosa, columpiada sobre la lentitud del 'adagio’, a partir de un fraseo largo y decadente. Es muy difícil hacer una previsión sobre el perfil futuro de soluciones musicales tan concentradas y, al tiempo, de una expresividad tan propia. Atacó el concierto dubitativo, dede la nada, y creció mostrando una firmeza impecable en las secciones más rítmicas; alcanzó lo volcánico en el registro grave y logró pianísimos estratosféricos. Reescribió una obra cuya naturaleza virtuosística es una rémora que no siempre se resuelve con sentido. El Bach fuera de programa acabó por dibujar el retrato: dudó mucho tiempo en atacar la obra, en una extraña mezcla de timidez (que acentúa el pelo sobre la cara) y concentración; y cuando lo hizo se explayó en una mezcla polifónica intencionadamente alambicada. En su biografía se dice que, durante el tiempo libre, a Daniel le gusta jugar al fútbol, el boxeo, el tenis y el ajedrez. Acabado el concierto se paseó por la plaza de los Aljibes de la Alhambra, se fumó un cigarro, bebió una cerveza y miró al Albaicín.
Lozakovich contó con un acompañamiento soberbio , en el que Mäkelä confirmó una tras otra todas las ideas propuestas por el solista, demostrando una alianza musical que el propio director defiende explícitamente. Quedó un rastro poderoso en la sinfonía 'del Nuevo Mundo', pues también ahí surgió la potencia del contraste, el regodeo melódico y, en el primer movimiento, el desparpajo. Superando intervenciones poco afortunadas de la orquesta, Mäkelä dibujó tranquilamente el 'largo', demostró una flexibilidad mágica en el 'trio' e hizo crujir a la orquesta en el 'allegro con fuoco'. Estaba ya cercana la medianoche y el Palacio de Carlos V aún se derretía por el calor.
La visita granadina de Mäkelä ha sido un acontecimiento comentado en las horas previas con el mismo bullicio al que acompañan las grandes actuaciones musicales. Estos días puede verse en el Corral del Carbón una exposición dedicada a los 70 años del Festival de Granada. Comisariada por Enrique Gámez, director del propio festival durante la primera década de este siglo, ocupa suficientes metros cuadrados como para que provoque una impresión de grandeza, luego revalidada por algunos objetos representativos, videos y fotografías. Durante todos estos años, las inquietudes del festival han sido muchas, diversas y, en momentos representativos, también muy notables. La composición en una pared de pequeños cuadros, individualizados con una imagen característica de cada una de las ediciones, da a entender que la legitimidad granadina no es un regalo: se ha construido mediante sucesos únicos a los que habrá que incorporar los conciertos protagonizados por Mäkelä.