José Mercé, de Chiclana a Jerez
El alcalde Pedro López Milán le entregó al cantaor el «Carburo minero», una de las máximas distinciones del Festival del Cante de las Minas

Los cantaores José Mercé y Antonio Reyes cerraban el ciclo de las galas del Festival , con el cartel colgado de no hay entradas y si el éxito de público ya estaba garantizado desde hace varias semanas con todas las localidades vendidas, no fue menos el éxito artístico de una noche muy intensa de flamenco sin aditivos.
El jerezano José Mercé es el cantaor que más ha pisado este escenario en los últimos años en este Festival, aquí se le quiere, pero él sabe los cosquilleos que entran por la espalda, de arriba a bajo, al pisar sus tablas: Mercé, que llegó acompañado de la buena guitarra de Antonio Higuero , vino muy enchufado y eso ya lo dejó patente al comenzar cantando la malagueña de Enrique Mellizo, calentando la voz para hacer un repaso por una serie soleares añejas, las de Juan Talega, que terminó por las bulerías por soleá y los fandangos por soleá.
Un recital de cante sin ningún tipo de concesiones a esas canciones pop que fusiona; ya había dicho que se sentía feliz y que aquí hay que venir a cantar flamenco, prosiguió con otro cante grande: las siguiriyas, y se acordó de la Manuel Torre y la del Marruro.
Con un público muy expectante, el jerezano se acordó de la tierra en la que estaba y cantó por tarantos, recordando la famosa letra: «En la calle de Canales/ se me cayó mi sombrero. /Quién se lo vino a encontrar/ ¡/El Rojo el Alpargatero! Y no me lo quiere dar», a la que le cambió el comienzo de la letra: «En la calle de Canales», por la de «en las minas de La Unión».
Fiesta entre palmeros y bulerías
Hasta ahí llegaron los cantes duros y trágicos. Y comenzó la fiesta con sus palmeros, por bulerías, Chicharito le palmeaba al compás y Mercé dominando el escenario de un lado a otro cantaba y entre tercio y tercio bailaba y los olés y el ritmo se contagiaba en algunos espectadores que trataban de llevar el ritmo palmeando como si fueran ellos los protagonistas.
Mercé, ahora a capela , y despacito seguía cantando y bailando con un público que le pedía más y más. Y al respetable le pareció corta la actuación por lo intensa. Al terminar su actuación el Alcalde y Presidente de la Fundación del Cante de las Minas, Pedro López Milán , le entregó el «Carburo de Oro» una de las máximas distinciones del Festival y manifestó: «Es justo reconocer el cariño que le tiene a La Unión porque lo va a llevar con orgullo y sé que es especial para él», mientas el cantaor exultante, dijo: «Me siento muy a gusto, lo llevaré en mi corazón. No me dejéis de traer», y finalizó con un «¡Viva La Unión y viva los mineros!».
Otras actuaciones
Antes, la gala había arrancado con la gran actuación de Antonio Reyes , que venía al Festival por primera vez, acompañado de la guitarra de Diego del Morao, y las palmas de Diego Montoya y Chicharito de Jerez , y expresaba: «Estoy muy contento de estar aquí y vengo con mucha ilusión y me voy a entregar al máximo».
Y vaya que si lo hizo. Comenzó con una serie de soleares de muchos quilates, con un espléndido toque de Diego del Morao; a los que le siguieron unos tangos, pausados y dulces, al compás de los palmeros. ¡Qué fácil que parece tocar las palmas y qué difícil hacerlo por derecho!
Por derecho, también seguía el chiclanero cantando por cantes de Levante y pellizcaba hondo con los tarantos del Tío Rufino : «Hay que ver las vueltas/que el mundo da, /válgame Dios, Tío Rufino. /Siendo un minero tan fino/ A dónde tú has venío a parar, /A darle vueltas a un molino».
«Esto es lo que tiene el flamenco, que es también un estado de ánimo»
Antonio Reyes , que ya se encontraba muy cómodo dominando ese escenario con la respuesta del público, se acordaba de su tierra cantando por alegrías, cantes que se engrandecen cuando se cantan bien, que remataba al estilo de alegrías de Córdoba : «Pregúntale al platero/ platero que cuánto vale el ponerte en los zarcillos mis iniciales».
Y de las alegrías volvía a retomar el cante dramático y jondo de la siguiriya, con una voz que duele, con la excelente guitarra del Morao . Esto es lo que tiene el flamenco , que es también un estado de ánimo, y el cantaor volvía otra vez a la fiesta, ahora estaba contento y exclamaba: ¡Viva La Unión!
Y ahora seguía por bulerías y en sus letras se acordaba con aquel memorable: «Todo es de color» de Lole y Manuel, ya con un público entregado y puesto en pie que le aplaudía y le pedía más. Y más cantó a capela por fandangos para cerrar las galas del Festival , con una gran noche de cante.
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