El indie reconquista un Primavera Sound masivo y sediento
Tame Impala y Pavement coronan una primera jornada de colas y caos en las barras que la organización espera solucionar este viernes
El festival anuncia su edición 2023 con un mural de Ayuso y Colau besándose como Brézhnev y Honecker

«El timón ya hace tiempo que lo estábamos poniendo en esa dirección, pero este año ha sido histórico, porque hemos dado el giro definitivo y el público ha respondido muy bien». En 2019, antes de echar el cierre a una edición francamente histórica, el director del Primavera Sound, Gabi Ruiz, valoraba con estas palabras el giro casi copernicano que había experimentado el festival en su encarnación más atrevida. Aquel fue, recuerden, el año del reguetón y el poderío femenino; de las músicas negras en 'prime time' y el baile a todas horas. Aquel fue, en fin, el año en que el Primavera Sound del futuro empezó a desalojar a caderazos al del pasado y los viejos indies comenzaron a sentirse especie protegida. «Antes todo esto era indie», que celebraban unas cuantas banderolas estratégicamente colocadas por el recinto.
Pues bien: el jueves, en la algo desbordada y caótica jornada inaugural del Primavera Sound después de, cojan aire, una pandemia, dos aplazamientos y notables bajas (y altas) en el cartel, el indie volvió a campar a sus anchas por el Fórum. Ahí estaban, por ejemplo, las canas plateadas de Stephen Malkmus y los estribillos mellados y atolondrados de Pavement, héroes de los noventa y fuente de la eterna juventud del indie pop reconvertidos en insospechado fenómeno de masas bien entrada la madrugada. También Yo La Tengo. Porque ¿acaso hay algo más encantadoramente indie que Yo La Tengo, con sus borracheras de 'feedback', sus deslices («nos hemos olvidado de acabar esta canción», dijo Ira Kaplan como si nada) y el ímpetu despeinante de viejos himnos como 'Tom Courtenay'? Ah, el indie. Cuando despertó, que diría aquel, el dinosaurio todavía estaba allí. Literalmente. Porque ahí estaba J Mascis, gorra calada y melena grisácea, maltratando su guitarra y pegándose al micro para cantar una vez más 'Feel The Pain' y 'Freak Scene' en un escenario a rebosar.
Problemas en las barras
Esto último, en realidad, serviría para casi cualquier cosa, porque todo ayer en el Primavera Sound estaba abarrotado. Se juntaron la euforia pospandémica, las ganas de festival tras dos veranos en blanco y la fecha redonda del XX aniversario y el resultado fueron riadas de gente, colas y cierta sensación de descontrol. A mayor aforo, ya se sabe, más incomodidades. Y con una previsión de recibir a unas 80.000 personas cada día en el recinto del Forum, la barras fueron ayer uno de los grandes escollos. Entre las quejas más repetidas, esperas de más de media hora para conseguir una bebida , ya fuese una cerveza o una lata de agua (sí, este año no hay botellines), lentitud exasperante y una más que evidente falta de personal. Tampoco ayudaba que de las dos únicas fuentes de agua potable y gratuita del recinto, una no funcionase y la otra acumulase esperas igual de kilométricas que las de las barras. Menos aún que al público sólo se permita la entrada con una botella de 33 centilitros sin tapón.
Quizá Mordor sea ahora Rivendel, con todo ese césped artificial, los dos escenarios gemelos y Tame Impala triunfando a lo grande con su arsenal de rayos láser, hits de psicodelia festivalera como 'Elephant' y 'Let It Happen' y los responsables de seguridad sudando tinta para organizar el descomunal flujo de espectadores, pero un poco más de previsión en las cosas del beber no hubiese estado de más. Al fin y al cabo, ¿qué es una fiesta, más aún una de 20 años, sin algo con lo que brindar? «No dábamos abasto», reconocía un camarero de la zona de la playa antes de que, pasada ya la medianoche, las colas empezasen a esponjarse a medida que la gente abandonaba el recinto.
Hoy, segunda jornada de Primavera Sound. Somos conscientes de los problemas en los servicios de barras ayer y os pedimos disculpas. Estamos trabajando sin descanso para solucionarlos y que podamos disfrutar todos de las próximas jornadas como nos merecemos. Nos vemos esta tarde.
— Primavera Sound (@Primavera_Sound) June 3, 2022
A preguntas de este diario, el departamento de prensa se ha limitado a emplazar a un comunicado colgado en sus redes sociales pasadas las once de la mañana: «Somos conscientes de los problemas en los servicios de barras ayer y os pedimos disculpas. Estamos trabajando sin descanso para solucionarlos y que podamos disfrutar todos de las próximas jornadas como nos merecemos. Nos vemos esta tarde».

Para compensar tanta aglomeración y tanta espera, nada mejor que Sharon Van Etten, ejemplo perfecto de cómo sacar petróleo de dos años aciagos. La cantante de Nueva Jersey, otra de esas artistas que el Primavera Sound ha visto crecer, venía a presentar el oscuro y doloroso 'We've Been Going About This All Wrong' y, en el trasvase al directo, no sólo demostró que ha crecido una barbaridad como intérprete, sino que además dejó momentos de alta intensidad como 'Come Back', 'Mistakes' o una arrolladora 'Seventeen'. Oscuridad electrónica, elegancia rock y, sobre todo, una sensibilidad a flor de piel.
En la otra punta del recinto y ante un escenario aún más abarrotado, Charlie XCX despachaba hits y dejaba claro que, por más que el indie haya reaparecido para soplar velas, ahí siguen también los sonidos de hoy y mañana pidiendo tanda. Y, ya puestos, también unos Carolina Durante sorprendidos de haberle robado algo de público a los cabezas de cartel y encantados de servir su punk-pop espídico con un par de marchas de más.
En este Primavera Sound de los récords también hay espacio para los mensajes con segundas, como Tame Impala versionando a los Strokes, baja de última hora para la jornada de hoy; o ese mural con una versión del beso entre Brézhnev y Honecker protagonizado por Ada Colau e Isabel Díaz Ayuso y que preside el acceso a los escenarios principales. Curiosa manera de promocionar la próxima edición de 2023, con sedes en Barcelona y Madrid, justo ahora que la dirección del festival ha vuelto a quejarse de que el gobierno municipal barcelonés no quiere el Primavera Sound y lo ve únicamente como una molestia.