Beck, Little Simz y Fontaines D.C. enderezan el Primavera Sound

El festival corrige los problemas en las barras tras las colas kilométricas de la jornada inaugural

Beck, durante su actuación en el Primavera Sound Ep

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Un escueto comunicado en redes sociales, única explicación para una jornada realmente inexplicable, le sirvió a la organización del Primavera Sound para entonar el mea culpa, pedir disculpas por el colapso de las barras durante toda la jornada del jueves y hacer propósito de enmienda. Dicho y hecho, un par de retoques en la gestión de las principales barras del recinto y el apresurado fichaje de más camareros bastó para que el festival recobrara el viernes la normalidad. O, por lo menos, toda la normalidad que se le puede pedir a una cita cada vez más masiva y a la que el Forum se le está empezando a quedar pequeño.

En cualquier caso, mejoró la circulación de público entre los escenarios, conseguir algo que beber dejó de ser una odisea -seguía habiendo alguna cola, sí, pero nada que ver con lo del jueves- y el público pudo concentrarse en lo que ocurría en los escenarios y no a su alrededor.

Y lo que ocurrió en la segunda jornada de este cumpleaños total es que el Primavera Sound recuperó el rumbo gracias a los aguerridos Fontaines D.C. y a un Beck espléndido en su papel de cabeza de cartel accidental. También volvieron The National, aunque en realidad parece que nunca se hayan ido. De hecho, da la sensación de que los de Matt Berninger llevan haciendo el mismo concierto desde 2014. 'Don't Swallow The Cap', 'Bloodbuzz Ohio', 'This Is the Last Time', 'I Need My Girl'. Épica de diseño, intensidad rock siempre bajo control y esa sensación de estar esperando algo que nunca llega.

Concierto de Fontaines D. C . Efe

Todo lo contrario que Fontaines D.C., lo mejor que le ha pasado al rock irlandés (o al rock a secas) en años. Con sus pintas de acabar de salir de una novela de Donald Ryan y tres discos que son como tres puñetazos en el estómago, los de Dublin calcaron la intensidad de su última visita a Razzmatazz con un directo de impacto. Post punk retorcido, guitarras a la carrera, camiseta de 'Scarface', y andares como de Ian Brown en sus mejores días. Brazos en alto con 'I Don't Belong' y 'Sha sha sha' y , pogo y desmadre en 'Televised Mind' y arrollador fin de fiesta con 'Jackie Down The Line'.

Sobre el escenario, el espectro airado de todos los calambres que están por venir. Si alguien les pilló sonriendo, debió de ser un accidente. Sí, como a Mark. E. Smith. O, ya puestos, como ese Steve Albini que a media tarde andaba repartiendo dentelladas hardcore y latigazos de electricidad en uno de los escenarios supuestamente menores. Bien pensado, tuvieron que llegar los siempre furiosos Shellac, banda talismán del Primavera Sound, para que las cosas empezaran a funcionar. ¿Casualidad? No lo parece.

A falta de The Strokes, cabezas de cartel de la jornada a los que una baja por Covid-19 dejó fuera de juego, el papel de maestro de ceremonias y anfitrión de la zona de los escenarios mayores, explanada también conocida como Mordor, fue para Beck. Y, en su estreno en el festival, el californiano no sólo lo bordó, sino que lo hizo ajustándose lo máximo posible a las circunstancias con un festín de funk, blues y pop sintetizado. Encadenando canciones sin tregua, brincó de 'Devils Haircut' a 'Mixed Bizness' y de 'The New Pollution' al 'Everybody's Got to Learn Sometime' de los Korgis. Elegante, sofisticado y tremendamente divertido, tampoco se olvidó de 'Loser', himno que a punto de cumplir treinta años se mantiene lozano como el primer día.

Estelar fue también el paso de la británica Little Simz por un escenario Cupra que se le quedó ridículamente pequeño y sobre el que firmó una clase magistral de hip hop con músculo y mensaje. La autora de 'Introvert' fue, de hecho, todo lo lo que se echa de menos en los últimos directos de Lauryn Hill: entrega, energía, entusiasmo saltimbanqui y versos a la velocidad de la luz. Un prodigio.

Los barceloneses Manel, en el siempre difícil papel de estrenar uno de los escenarios grandes en un festival con cada vez más público internacional, ofrecieron a primera hora de la tarde una versión híperconcentrada y festiva de sus últimos conciertos: 45 minutos de himnos rebozados en electrónica y pop de amplio espectro con 'Teresa Rampell', 'Benvolgut' y 'Al mar' (junto al ídem) como momentos estelares. En el escenario Binance, Amaia predicaba para incondicionales. O para locales, que vendría a ser lo mismo. «Es el concierto que más gente conozco que me viene a ver», dijo para presentar la puesta de largo de su pizpireto pop sintetizado, híbrido casi perfecto entre Marisol y La Casa Azul.

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