25 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE LOLA FLORES
25 años sin el torbellino Lola Flores
El 16 de mayo de 1995 fallecía la ‘Faraona’, figura principal de la cultura de masas española del siglo XX
La Niña de Fuego. Torbellino de Colores. La Zarzamora. Lola. Hace un cuarto de siglo los informativos de toda España no estaban pendientes de los avatares de Filesa, ni de la guerra de Yugoslavia, ni siquiera de las sospechas de que Michel no iba a recuperarse del todo. Dos palabras copaban los telediarios, los periódicos, los programas de la radio y las revistas: Lola Flores . La que ya era un símbolo pasaba a convertirse en mito. La artista española por antonomasia del siglo XX falleció un 16 de mayo de 1995 en Alcobendas. ‘ Llanto por la muerte de Lola ’, titulaba ABC. Ese día, rezaba ‘El País’, se acabaron las Flores en Madrid.
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Más allá de la metáfora, da idea de lo que supuso la muerte de la artista el que fueran en comitiva al cementerio de La Almudena, donde está enterrada, 12 furgonetas cargadas de flores . Su capilla ardiente, instalada en el Centro de la Villa, recibió la visita de unas 150.000 personas. Como si fuera una reina, una emperatriz... una faraona.
Siempre bailando, siempre única
Una faraona que, como ella misma decía, «siempre me recuerdo bailando». Nació en 1923 en el seno de una familia trabajadora. Su madre era costurera y su padre tenía un pequeño bar. A los 16 años se sube en un escenario, nada menos que en el Villamarta de Jerez, donde se atreve con una canción de Pastora Imperio que se autoadapta: «Bautizada con manzanilla y éste es mi nombre de Lola. He ‘nacío’ ‘pa’ bailaora y me llaman en Jerez la gitana ‘emperaora’».
La Guerra Civil ha terminado y empiezan, a la vez, la posguerra y la leyenda de Lola Flores que, un año más tarde, protagoniza su primera película, ‘ Martingala ’. La fama y su relación con el mundo del espectáculo ya no terminarán nunca.
La artista jerezana fue una ‘femme fatale’ andaluza que el Franquismo, extrañamente, consintió
«De Lola nos ha quedado ese personaje icónico protagonista de mil anécdotas y momentos surrealistas como el ‘ si me queréis, irse ’ (puede verlo pinchando aquí ) que han sepultado en parte su gran talla como artista y, sobre todo, como símbolo popular». La valoración es del catedrático de Literatura Española en la UCA Alberto Romero Ferrer , que iba a pronunciar dos conferencias, en el Instituto Lola Flores y en la Fundación Caballero Bonald, sobre la artista, anuladas finalmente por el Covid-19. Lamenta que, salvando la crisis por el coronavirus, no se haya hecho una programación acorde con una artista « tremendamente inteligente, que supo brillar teniendo siempre las condiciones en contra ».
Y es que a lo largo de su vida hubo dos juicios hacia Lola Flores: el del público y el de la crítica . El del público fue siempre favorable, «hasta el punto de que habiendo defraudado a Hacienda, el ciudadano de a pie estaba con Lola y el proceso terminó pasando factura al PSOE». ( Aquí puede ver el vídeo en que pide una peseta a cada español para pagar su deuda).
Pero la crítica siempre la dejó de lado . Durante el Franquismo , porque el flamenco tenía muy mala prensa «al ser algo marginal, casi rayano en la prostitución». Durante la Transición , paradójicamente, porque se vincula el flamenco con el Franquismo («no estoy en esas listas de oro que tiene el Partido Socialista para sus artistas», se quejaba Lola). Y en la última etapa , su presencia en la televisión y en las revista del corazón (donde aparecería en ‘topless’ en los años 80) le dejó fuera de la mejor consideración de la que empezaron a gozar las nuevas artistas de la copla como Rocío Jurado.
La Rosalía del siglo XX
También tuvo Lola, también tiene, detractores dentro del mundo del flamenco, incluso en Jerez, donde no dejan de señalar que, pese a su valía como artista, nunca fue una flamenca pura . Romero Ferrer, que ganó el premio de estudios humanísticos Manuel Alvar por su obra ‘Lola Flores, cultura popular, memoria sentimental e historia del espectáculo’ destaca cómo desde sus comienzos con Manolo Caracol «Lola apostó por un flamenco muy light , al gusto del gran público, aunque su imagen sea de flamenca ella cantaba acompañada de orquesta, haciendo un flamenco más de masas».
¿Una especie de Rosalía del siglo XX ?, pregunta el periodista tratando de buscar un titular fácil que tribute muchas visitas en internet. «Sí y no. Sí por el empleo del flamenco para llegar, cambiando lo que haga falta, al gran público . Y no porque Lola era mucho más... con esa presencia en el escenario, con el pelo siempre suelto y fumando, parecía una ‘femme fatale’ andaluza que, inexplicablemente, era consentida por un régimen como el de Franco».
«Lola supo ver dónde estaba el éxito: en la copla, en el cine, en la tele o en las revistas del corazón»
Con Manolo Caracol formó un tándem de éxito por toda España y América que tuvo su traslado al cine donde, pese a títulos de calidad cuestionable, «la figura de Lola como intérprete tiene una luz tremenda». Con Caracol hubo más que cantes y bailes, que se acabaron cuando la indómita Lola quiso.
Tras él, hizo pareja artística y vital con quien sería el padre de sus hijos y cuya estrella quedaría eclipsada por la galaxia que era Dolores Flores Ruiz: Antonio González, ‘el Pescaílla ’, su marido desde 1957 . «Llega ahí la Lola matriarca , que lleva a su familia por bandera y que protagoniza con ellos programas de televisión y revistas», pormenoriza Romero que, no obstante, matiza que «Lola lo vendía todo de su vida, pero siempre manteniendo el control , nunca consintió que se supiera nada que ella no quisiera».
Lola, la fabuladora
A la hora de acercarse a la artista y a la persona, una de las grandes dificultades radica en que «ella, no digamos mentir, fabulaba mucho sobre su vida ». Le gustaba el sobrenombre de La Faraona porque apelaba a unos orígenes gitanos que, en rigor no tenía. En las entrevistas, relataba anécdotas que nunca ocurrieron, «pero que daban interés al personaje». Romero, incluso, no descarta que el cacareado anuncio del ‘New York Times’ de «no canta, no baila, no se la pierdan» fuera un invento suyo o de su entorno, «porque nunca he encontrado esa reseña».
El lector que transite el terreno de los treintaytantos tendrá en la mente la Lola televisiva, que lo mismo ejercía de tertuliana que presentaba un programa sobre su propia vida o se seguía enfundando la bata de cola para con su pena, penita pena, repartir alegría. Cuando falleció, con 72 años , tenía un programa en TVE que, como todo lo que hacía, era un éxito de público. (En este enlace la pueden ver presentando a Celia Cruz en un programa en Antena 3).
En Lola todo era, todo fue, excesivo . «Hasta en su muerte, con ese cortejo frente al féretro, y a la que poco después siguió la de su hijo Antonio , como si de una tragedia griega se tratara», incide el catedrático de Literatura, que no deja de ver un guiño del destino en que «Lola estaba obsesionada con hacer ‘La rosa tatuada ’ y ahora ese personaje lo hace, y con muchísima fuerza, su nieta Alba ».
Romero resume que la historia de Lola es, en buena parte, la historia de España . «Supo adelantarse y adaptarse a todo con una gran inteligencia : a la copla ligera, al cine, a la televisión, a las revistas del corazón... a saber qué haría hoy en día».