Mari Pau Domínguez: «Toda España sangra por la herida de Cataluña»

En «La nostalgia del limonero», la escritora y periodista pone en valor la historia de los que acudieron a esa tierra en los cincuenta

La escritora catalana posa en un hotel madrileño con su nueva novela ÁNGEL DE ANTONIO

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Mari Pau Domínguez cuenta que el germen de «La nostalgia del limonero» (Espasa), su nueva novela, se gestó en las páginas de ABC. En concreto, en la primera Tercera que la periodista publicaba en nuestro diario, «Apátridas de Cataluña» (8-6-2016). «Me había impresionado mucho ver a Oriol Junqueras decir, entre lágrimas , que la independencia es algo muy sentimental . Y, pensé: “Si se trata de hablar de sentimientos, yo te voy a hablar de la historia de mis padres a ver qué te produce”. Y entonces hice este artículo en el que narraba las peripecias de unos emigrantes que , huyendo de la miseria de sus pueblos en Andalucía (también de Murcia, de Extremadura...), habían llegado a Cataluña a finales de los cincuenta y los sesenta. Y, con su trabajo, su sacrificio, su esfuerzo habían contribuido a que prosperara . Fue una manera de desmontar el independentismo desde una realidad entre social y sentimental, que no se solía contemplar porque todos los artículos eran básicamente políticos», señala la escritora.

Domínguez había dado en el clavo. Su Tercera tiene una repercusión enorme. «¿Por qué? –indica– Porque yo denunciaba que estos andaluces, murcianos, etcétera, que habían escapado de la pobreza habían dejado de serlo. Habían acabado sintiéndose catalanes al echar ahí sus segundas raíces (sus hijos) . Y, de repente , les dicen que no son españoles . ¿Por qué?, ¿qué derecho tiene nadie a quitarles la patria a estas personas que ya hicieron el esfuerzo de abandonar el lugar del que procedían? Eso causó sensación por la razón de que hubo mucha gente que se identificaba con mis padres y, por fin, alguien hablaba de eso. Todo el mundo me contaba un relato similar».

Ante la demanda insistente de los lectores, Mari Pau acabó publicando en ABC dos capítulos más de la historia de sus padres: «Sólo se salvó el arcón» (19-6-2016), hablando de las terribles riadas del 62 , y «El limonero de Osuna» (20-6-2016). Estas entregas siguieron haciendo que más y más personas se vieran reflejadas porque esa era la vida de la gente que había ido a Cataluña en busca de un futuro sin hambre. «Es cierto que ellos tuvieron la prosperidad que no obtuvieron en su tierra, pero Cataluña es lo que es hoy en día gracias a ese paisaje social que se produjo en esa época», afirma la escritora, que contempla con estupor y tristeza cómo esa prosperidad ganada con el sudor de la frente de tantos y tantos corre serio riesgo de resquebrajarse por una irresponsabilidad independentista que ha terminado por hacer añicos una convivencia social forjada a base de tolerancia.

Tras la sentencia

«Ha ocurrido por la sentencia , pero da igual, si no hubiera habido condena estoy convenida de que se hubieran inventado algo esos dirigentes irresponsables para que la calle estuviera como está . ¿Se imagina qué diríamos si viéramos a Pedro Sánchez en mitad de la Castellana cortando el tráfico ? Es una locura, pero en Cataluña estos gobernantes lo hacen y les parece que es lo que tienen que hacer. Pero están engañando. España sangra por la herida de Cataluña. Y me da pena porque ha sido una tierra que ha dado muchas oportunidades , tan abierta además. Cuando yo era joven podías hablar en catalán o en castellano; Serrat podía cantar en catalán o en castellano. Ahora se segrega en función de si eres independentista o no. Y en democracia pasar a ser señalado, caray, es imperdonable. En los noventa trabajé en TV3 y Cataluña Radio, donde presentaba y dirigía el informativo de mayor audiencia… ¿Eso hoy en día sería posible? Yo doy fe de que en aquella época se hacía con total normalidad, no pasaba nada y había un respeto absoluto por el trabajo », detalla Mari Pau.

De esa filosofía se impregna «La nostalgia del limonero», que transcurre desde la década de los cincuenta hasta 2012, pero en la que no aparece ni rastro de independentismo : «Ha sido deliberado porque no me interesa –argumenta la autora–. Lo que me ha interesado son la historias humanas, personales, sentimentales que se han desarrollado en el escenario de esa Cataluña que se fue formando y que ha llegado a ser la que es hoy. Porque, en el fondo, tenía razón Junqueras . Con los sentimientos es con lo que se entienden las personas: sufren, padecen, aman, son felices... No se le ha prestado mucha importancia a esta situación social, la verdad, y, ahora, con todo lo que está pasando es como que se quiere obviar. Esta es la otra Cataluña que él no ha querido ver ».

Pues en su novela aparece reflejada con todo lujo de detalles, muchos de ellos autobiográficos, aunque «evidentemente hay cosas que son literatura. A mi madre casi le da un síncope con 84 años y el amante que le he colocado –ríe la escritora–, pero hay muchas cosas reales, desde luego el sufrimiento sí que fue real. Lo que he hecho es jugar con los recuerdos de amigo s que, como yo, son catalanes e hijos de la inmigración, pero les ha ido bien en la vida en Madrid. Ellos me prestaron recuerdos y yo hice como un puzle, pero al final todo encaja porque las historias son muy similares».

Jesús Hermina y las riadas

A través de la familia formada por el matrimonio de Concha y Diego y su hija Paz, vemos los duros pasos que tuvieron que ir dando esas personas para abrirse camino en una sociedad que no pocas veces era clasista y en la que las tragedias se cebaban con los de siempre, con los más débiles. «Eran héroes, madre mía . Mis padres lo pasaron muy mal. Sobrevivieron milagrosamente a las riadas del 62 . Murieron más de 1.000 personas , la mayoría de las cuales eran emigrantes porque habían construido sus casas con manos fuertes y materiales precarios. Moncada, que era donde vivían, desapareció del mapa, fue una de las localidades más afectadas. Mi madre estaba embarazada y, a pesar de todo, se quedaron ahí y siguieron adelante», narra Mari Pau.

En esa encarnizada lucha por la supervivencia, especialmente duro para la escritora resulta el pasaje del sereno : «Salvó vidas porque fue avisando a la gente de que subieran a los pisos altos. Pero, mientras lo hacía, una lengua de agua se llevó el balcón en el que estaba asomada su mujer. Su cuerpo apareció en la puerta de la casa de mis padres. Mi madre vio cómo el hombre intentaba rescatarlo del barro agarrando los brazos en alto del cadáver . Muchos murieron así, con ellos levantados, querían salvarse como fuera».

En esa recreación del trágico suceso intercala Domínguez las noticias que Jesús Hermida («cuando llamó a mi casa, mi padre, que era un fan absoluto, se pensó que era una broma, pero no lo era. Acabé trabajando con él», rememora la periodista) escribió para «La Actualidad Española». «El día que lo descubrí me quedé sin respiración por unos segundos. Me emocionó pensar que él había tenido que ir a hacer la crónica a los mismos lugares donde mis padres estuvieron a punto de perder la vida . Carambolas del destino», relata la autora.

Los supervivientes tuvieron que empezar de cero de nuevo y la escritora recuerda con detalle todos los escalones que tuvieron que subir esas personas para salir adelante. El éxito en esa misión vital venía marcado por un inequívoco reflejo inmobiliario. Todo aquel que iba prosperando, cambiaba los suburbios por la gran ciudad, conquistaba metros y, finalmente, alcanzaba la cima solamente reservada a unos pocos: el ático.

Despliegue de nostalgia

La otra gran protagonista del libro es, sin duda, la nostalgia. Este sentimiento aparece en una amplia gama de intensidades en una gran parte de los personajes, desde aquellos que son incapaces de sortearla hasta para los que no supone ningún obstáculo para alcanzar sus sueños. En esos extremos opuestos se encontraban, precisamente, los padres de Mari Pau , que describe también en «La nostalgia del limonero» los efectos de esa diferencia emocional a lo largo de las décadas. «Cataluña era muy avanzada con respeto a los pueblos de Andalucía de los años sesenta. Mi madre, que jamás había salido del suyo, entendió que estaba en un sitio que era más moderno, más próspero. Empezó a mimetizarse con ese paisaje incluso físicamente: cambió de peinado, el corto de la falda... Y, mi padre, que cuando llegó a Barcelona había pasado desde los 16 años en el Protectorado Español, que era uno de los futbolistas estrella de la época (jugaba en el equipo de la división española en Tánger), que tenía el mundo que quisieras..., no logró superarlo ».

De ahí el símbolo que la escritora escoge para reflejar toda esa añoranza: el limo nero. «Mi padre nunca leyó, no tenía formación, pero le gustaba el poema de Antonio Machado. Creo que debió ser el único que leyó en su vida, pero a él le reconfortaba porque su infancia también eran recuerdos de un patio. El árbol era real, precioso, y lo que cuento de los limones también es verdad. Todos los veranos veníamos con el coche cargado con los frutos que mi padre repartía por todos los vecinos. Me pareció que así le rendía un homenaje».

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