LIBROS
Merton y la alegría de ser hombre. Los diarios del pensador
Su vocación, sus dudas, sus inquietudes, sus múltiples crisis. Thomas Merton convirtió sus «Diarios» en su particular «Libro de la vida». En ellos está lo más íntimo de su intimidad
17 de octubre. Los ojos de Thomas Merton, un monje trapense que supo conectar contemplación y escritura de forma original, colman la portada del ejemplar que tengo entre mis manos. Con barba de unos días, sonríe tímidamente a la cámara y le dirige la mirada. A cierta edad, como nos recuerdan los sabios, cada uno es responsable de su cara. Debía saberlo porque su rostro transmite en esta fotografía una quietud rebosante de humanidad . Merton había iniciado un camino de búsqueda y aprendizaje, que describió a lo largo de toda su vida en unos penetrantes dietarios. Esta edición es una selección de algunas páginas de los siete volúmenes originales. Y, al abrir este libro, no puedo olvidar a Sócrates , quien tuvo muchos motivos para afirmar que una vida sin examen no merece la pena ser vivida. No sé lo que uno se puede encontrar porque no son un mero ejercicio íntimo . O no solamente. Merton dejó establecido que transcurridos veinticinco años de su muerte podrían ser editados. Sabía que tendrían ávidos lectores.
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19 de octubre. Christa Wolf consideraba que escribir un diario era estar dispuesto a combatir la incontenible pérdida de existencia. Nos equivocaríamos si pensáramos que Merton se mueve en las mismas coordenadas. Al contrario, estos cuadernos son las páginas del «Libro de la vida» que cualquiera debería llevar consigo y que reflejan la incontenible ganancia de existencia . En estas hojas todo tiene cabida: su discernimiento vocacional, sus dudas, sus inquietudes o sus múltiples crisis. La «Biblia» está presente en la mayoría de estas anotaciones. O, lo que es lo mismo, la oración se convierte en alimento y punto de partida desde su llegada a Nuestra Señora de Getsemaní, un monasterio norteamericano donde encontrará un espacio privilegiado para ser libre. En la época del triunfo de las multitudes, Merton decidió ser un solitario consciente de su soledad . Incluso consiguió la autorización para vivir en una ermita construida dentro de los terrenos de la abadía. Paradójicamente, desde allí, sus escritos llegaron a millones de personas que buscaban su sabiduría contemplativa.
Dios en lo más íntimo
21 de octubre. Para Merton vivir es un «mantenerse sin trabas». Por esta razón, pasa los días orando, escribiendo y viviendo . Siente que la existencia misma es relevante si se vive como regalo concedido. Repite en varias ocasiones que la vida es un don de un Dios que está vivo y que se escapa de las sesudas cavilaciones de los filósofos. Este es el centro de la experiencia mertoniana de Dios , que no se presenta como el Absoluto separado de la humanidad, sino como Alguien tan cercano a nosotros mismos que nos terminará quemando. Dios se revela para Merton en lo más profundo de nuestro yo más profundo. Resuena con claridad la afirmación de San Agustín : «intimior intimo meo», lo más íntimo de mi intimidad. No hay palabra sin silencio, allí donde podemos escuchar nuestro nombre propio y se cincela la verdad. Pero no basta con ello, somos cuando vivimos en salida de nosotros mismos . El silencio, la oración y la libertad plena se dan la mano en la espiritualidad mertoniana. El silencio favorece que escuchemos a Dios, descubriendo así nuestro más auténtico y profundo yo en un diálogo permanente con el Otro.
Se enamoró de una enfermera a la que conoció en el hospital dos años antes de su muerte
22 de octubre. La felicidad para Merton era dejarse llevar por la mano de Dios, de quien todo esperaba y confiaba. Pero no fue un camino sencillo. Las depresiones llegaban de vez en cuando y, constantemente, las dudas en forma de preguntas que, incluso, le llevaron a pensar en el abandono de la vida monacal. Y es que Thomas Merton fue un radical, siempre y cuando nos atengamos a la etimología de la propia palabra. Vivió desde sus raíces, y lo sabemos gracias a su abierta sinceridad. Buscó la plenitud con una necesidad acuciante por desembarazarse de todo para conseguirla. Dentro de la tradición monástica occidental, no dudó en salir a explorar otras fuentes. Encontró, primero, la riqueza del cristianismo oriental en los Padres griegos y, después, abrió la «nueva puerta» de las religiones asiáticas . A pesar de vivir en un monasterio, conoció y se relacionó con algunas luminarias culturales y sociales de la época: Pasternak , Joan Baez , Maritain , Miłosz , el Dalai Lama ... Merton probablemente fue el solitario mejor conectado del mundo.
Un místico profético
24 de octubre. Merton piensa que todo en esta realidad debe llevar al ermitaño a la soledad. Tengo que detener la lectura para comprender. Este trapense me interpela al hablar de la compasión como un nuevo desierto. Una compasión que singulariza y nace de una experiencia de vacío que debe ser rellenada por los demás desde sus sufrimientos. No puedo dejar de pensar que, en esta lectura de la compasión, algo tiene que ver Santa Teresa de Ávila , quien aparece en los diarios originales como una lectura de referencia mertoniana. Tampoco es extraño que buceara posteriormente en otras tradiciones, ya que entre las diversas religiones se establece una compleja red de vasos comunicantes espirituales. En el silencio de su celda, le asalta la misma pregunta que Dios hizo a Caín: «¿Dónde está tu hermano?». Merton quiso vivir compasivamente y no desatendió los problemas de su tiempo, lo que le ocasionó más de un conflicto con sus superiores, que le prohibieron escribir en más de una ocasión sobre estos temas. ¿ Qué pintaba un monje hablando del peligro nuclear? , decían. Se manifestó entonces como un místico profético que intentaba abrir los ojos y comprender lo que sucedía a su alrededor.
25 de octubre. La fragilidad humana es esencial para entender el pensamiento mertoniano. Aun con la conciencia de que estos diarios iban a ser leídos en el futuro, Merton no esconde su vivencia más tormentosa . Y es que se enamoró de una enfermera que conoció en uno de sus ingresos hospitalarios dos años antes de su muerte. Fue un flechazo que experimentó con gozo y angustia. Otra vez aparece el honesto retrato de un monje que es consciente de sus propias debilidades y se encuentra escindido entre el amor a una mujer y la fidelidad a su consagración. El desenlace de esta historia no sorprende: terminó por desbaratarse y le ayudó a fortalecer su vocación contemplativa.
Thomas Merton probablemente fue el solitario mejor conectado del mundo
27 de octubre. Las paradojas de la vida quisieron que el cuerpo de este monje fuera repatriado en un avión militar junto a víctimas norteamericanas de una guerra, la de Vietnam, que había denunciado con arrojo . Merton murió como consecuencia de un trágico accidente doméstico en un hotel de Bangkok en una gira que estaba haciendo por Asia. La última anotación de estos diarios se había escrito unas horas antes. Nada hacía presentir el dramático final. La noche anterior trasladaba a su cuaderno una cita de Novalis : «La mayoría de los seres humanos no nadarán antes de haber aprendido a hacerlo». Hay que alejarse para degustar con hondura estos «Diarios». Poco antes de su muerte, había escrito en una carta que el verdadero viaje de la vida era interior y esto obligaba a responder con entrega y pasión «a la acción creadora del amor». Para Merton, la vocación era situarse en el vértigo dentro de un proceso de transformación que siempre despedaza las certezas . Por fin he comprendido por qué Ramón Cao afirma en «Ocultarse en una hoguera» que para leer estos diarios hay que entrar en la oración íntima de un buscador de Dios que intentaba descubrir el misterio de su existencia.