LIBROS

Thomas Merton, un poeta en busca de sí mismo

Los versos de Thomas Merton se inscriben dentro de la mejor literatura espiritual de nuestro tiempo

«Interior de San Antonio el Real» (2013), fotografía de José Manuel Ballester

Jaime Siles

José María Valverde , que en los años cincuenta tradujo a Merton para Adonais, en una edición que, en 1995 y gracias al poeta José Luis Puerto , volvió a reeditarse, llamó la atención sobre la necesidad de una nueva lectura de Merton , distinta a la hecha por él mismo varias décadas antes. Advertía Valverde que el propio autor había cambiado tanto como nuestra percepción de él; marcaba así el carácter abierto que toda escritura tiene, y hacía ver cómo nuestra valoración de la misma varía según lo hace la época y el horizonte de recepción. Eso es lo que Sonia Petisco hace en esta mucho más amplia versión, que reviste especial interés no sólo porque nos acerca poemas que no habían sido traducidos antes , sino porque, además, analiza sus claves presentándolas bajo una nueva luz que tiene muy en cuenta su contexto y su situación. Y otro mérito suyo -y nada desdeñable- es que incluye un índice completo de las distintas traducciones de la poesía de Merton al español.

Fernando Beltrán traza una breve semblanza de Merton, destacando sus traducciones de Alberti , su admiración por Blake , su magisterio sobre Ernesto Cardenal y su «feliz apropiación» de los antipoemas de Nicanor Parra .

Rica en metáforas

Sonia Petisco es una especialista en Merton, algo que se refleja en su completa introducción «a una obra intelectual, rica en metáforas», una de cuyas fuentes es la mística en sus versiones «apofática», renana y española . Su descubrimiento de la poesía de Gerard Manley Hopkins , sobre quien hizo su tesis doctoral, y sus lecturas de San Agustín , Étienne Gilson , Maritain y Aldous Huxley fueron determinantes en el proceso de conversión de Merton, que culmina con su bautizo en noviembre de 1938 y en su ingreso como postulante, en diciembre de 1941, en la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní (Kentucky), donde será consagrado monje y ordenado sacerdote ocho años después.

Supo anticipar cincuenta años antes las ruinas de Nueva York que hoy tenemos en nuestra mente

La poesía de Merton, escrita entre 1940 y 1966, muestra a un poeta en búsqueda constante de sí mismo , que es a la vez testigo de excepción de su tiempo, y cuya línea y forma de pensamiento y de conducta corresponden a las del Concilio Vaticano II. El enigma de su muerte y su íntima relación con su enfermera despiertan nuestra curiosidad por la figura de este interesante personaje, cuya escritura poética, articulada sobre el versículo de la «Biblia» y de Walt Whitman , contiene una complejidad compositiva digna de la máxima atención.

Cárcel de luz

Su «Teoría de la Oración» es un ejemplo de ello y del modo en que Merton se inscribe dentro de la literatura espiritual de nuestro tiempo, mezclando códigos distintos y explotando los diversos melismas y registros de la lengua coloquial , en la que se instala como si fuera un nuevo «sermo piscatorius». Toma expresiones de los místicos como los vocativos «¡Oh, dulce huida!» o la construcción «cárcel de luz». Lo que no le impide recoger de las vanguardias la tematización de lo urbano o reescribir un bucolismo virgiliano. Pero donde más acierta es en el fraciscanismo de poemas como «Al atardecer» . Alguna vez llega a lo profético, describiendo casi cincuenta años antes las ruinas de Nueva York que hoy tenemos en nuestra mente y que él, que murió en 1968, no pudo ver, pero cuya visión anticipa.

Estamos, pues, ante una obra rebosante de misterios, entendidos como objetivación de su amor a Dios, al ser humano y al mundo .

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