ARTE
Marina Abramovic: ¿arte o parodia?
Las «performances» de la controvertida artista de Belgrado continúan alimentando el debate entre críticos
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NO SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO
Por Javier Díaz-Guardiola
Todavía recuerdo el día que conocí personalmente a Marina Abramovic . Fue en junio de 2014, con motivo de su entrada en el CACMálaga. Estaba agotada, tras la ronda de entrevistas a la que la sometieron. Yo era el último. Sin embargo, se mostró «encantadora» , en todos los sentidos de la palabra. No podía ser de otra manera: a esfuerzos muchos peores ha sometido su cuerpo, de los cuales ha salido indemne.
Recuerdo cómo, una vez acabada la charla, me preguntó: «¿No quiere que le firme el catálogo?». Yo, que nunca he sido muy mitómano, le respondí con un lacónico: «Por supuesto». Luego agregó: «¿Quiere hacerse un selfie conmigo?». Creo que accedí. Cuando salí a la calle, la gente se daba de tortas por hacérselos con ella. ¡La-gen-te-de-la-ca-lle!
¿Cuántas artistas pueden permitirse el lujo de hacer estas preguntas? ¿A cuántas creadoras las paran en el mercado para pedirles un autógrafo? ¿Cuántas tienen colas para entrar en sus expos? Solo las grandes. Al menos, las divas . Marina Abramovic lo es. Aunque renquee en la actualidad, y juegue a sentirse millennial , entre piedras de cuarzo o colaboraciones con Lady Gaga. Que le quiten lo bailao. En su caso, lo «performateado».
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EN PARODIA TE QUEDAS
Por Laura Revuelta
En una de las escenas más memorables de la memorable (y oscarizada) película de Paolo Sorrentino La gran Belleza hace un cameo Marina Abramovic. No en carne y hueso, sino en versión paródica. Se ríen de ella y de sus acciones en primera persona y en su propia cara. He aquí la descripción de los hechos o de la secuencia misma: el protagonista, Jep Gambardella (periodista ascendido a escritor de moda y en plena decepción de la vida, de la profesión y de yo que sé cuántas cosas más) acude a la puesta de largo de una performance en la que una artista -afamada y que concita a su alrededor toda la modernidad del arte contemporáneo, con dinero y sin dinero en sus bolsillos- desnuda, o como Dios la trajo al mundo, se lanza a la carrera y de cabeza contra las piedras de un acueducto romano con miles y miles de años de sabiduría entre sus pilares. Por supuesto, la artista- performer se abre la testa coronada con un pañuelo negro y Gambardella no se traga la supuesta profundidad e intensidad de la obra ni la artista trufada de diva en la madurez. La secuencia le quedó tan bien a Sorrentino que no se puede hacer mejor crítica ni decir nada más ni nada menos. Parodia fuiste y en parodia te quedas.