ENTREVISTA

Chemi Peres: «El pesimismo no va a ayudar a los perdedores de la globalización»

El hijo del fallecido Shimon Peres, expresidente de Israel, acaba de presentar en el Centro Sefarad-Israel de Madrid las memorias de su padre, «Soñar sin límites» (Nagrela, 2019), un canto al optimismo

Chemi Peres, durante el funeral de su padre Shimon Peres en 2016 ABC
Silvia Nieto

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Un niño observa con asombro las frutas «redondas y brillantes» que penden de los naranjos cuando el olor de las «flores blancas» de azahar enciende su memoria. La primera vez que las contempló no fue bajo el «sol infinito» del Mandato británico de Palestina, sino en el pueblo judío o shtetl de Vishneva, en Polonia, gracias al regalo que le hizo un joven recién llegado de la «tierra de Israel»: «Aquello era como algo de otro planeta. Era mucho más que una pieza de fruta: era el símbolo de mis esperanzas y aspiraciones ». La promesa de una vida lejos de los bosques de abedules y el frío.

Shimon Peres (1923-2016), el que fuera presidente , primer ministro y ministro de Exteriores de Israel, cumplió con creces sus sueños de infancia, que poco antes de su muerte confesó en sus memorias, Soñar sin límites (Nagrela), ahora publicadas en España. El libro describe el periplo de un niño judío nacido en el este de Europa que emigra al Mandato británico de Palestina en 1934, creciendo a salvo de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto y pasando una adolescencia forjada en el proyecto sionista. A los 15 años, Peres se muda al moshav de Ben Shemenn, donde los jóvenes aprenden a cultivar la tierra, cuidar el ganado y utilizar un rifle. Es allí donde conoce a Sonia Gelman , su futura esposa, a la que enamora leyendo «poemas y capítulos de Karl Marx». También es la etapa en la que la construcción de Israel como Estado no puede desligarse de la ideología socialista, a la que el futuro mandatario incorpora la identidad nacional inspirada «en la moral judía» y destila de cualquier estalinismo. El encuentro de Peres con Ben Gurión -en el primero, el «padre de Israel», que se queda dormido, despierta súbitamente criticando a Trotski- es el que lanza al joven a la primera línea política, cuando le encarga encontrar armas para librar la guerra de la Independencia (1948-1949). Ese trabajo clandestino se prolonga durante años y se combina con la puesta en marcha de instalaciones nucleares en Israel, que consigue gracias a Francia. El hombre de paz, el que aparece en la histórica fotografía de los acuerdos de Oslo de 1993, enarbola esa bandera convencido de que solo la necesidad pondrá fin a la violencia. «Mi padre -explica Chemi Peres, hijo de Shimon Peres, durante una entrevista en el Centro Sefarad-Israel de Madrid- no era una persona ingenua. Era optimista, pero no inocente. Creía que lograríamos la paz».

Su padre afirmaba que el progreso bebe del optimismo.

Es cierto. Mi padre decía que los optimistas y los pesimistas mueren, pero que viven de manera diferente. Cuando se es pesimista, las posibilidades de alcanzar un objetivo no son tan grandes como las que tienen los optimistas.

¿Cree que las ideologías radicales se basan en lecturas pesimistas de la realidad?

El mundo está dividido entre personas que participan en la globalización y disfrutan de las innovaciones y gente que se ha quedado atrás. Los que sienten que están perdiendo abrazan a líderes que cierran puertas y les ponen primero, pero el pesimismo no va a ayudarles.

No debió de ser fácil ser el hijo de Shimon Peres.

Separamos entre vida pública y privada. Tuve que compartir a mi padre con mi país y el mundo entero. Es difícil cuando eres joven y no has desarrollado tu personalidad. Cuando creces se hace más fácil. Mi padre sirvió a Israel. Lo que hizo fue importante, así que aceptamos el precio. Ser un gran hombre o mujer conlleva un coste.

Las memorias demuestran la vinculación entre su vida privada y su obra pública. Su abuelo le marcó, por ejemplo.

Cuando mi padre abandonó Polonia para viajar a Israel dejó a su abuelo, el rabino Zvi Meltzer. Fue una figura muy importante en su vida. Al despedirse, le pidió: «Nunca dejes de ser judío». Mi padre respetó ese deseo. Para él, ser judío significaba aprender de la sabiduría de la gente judía y de la Biblia, dividir los beneficios y asegurar el futuro del Estado de Israel. Cuando habló ante en el Bundestag, dijo el kaddish [un tipo de oración judía]. Y siempre mantuvo que Israel tenía que ser fuerte. Por eso construyó las instalaciones nucleares.

Lo logró gracias a Francia.

Entendió que éramos un Estado pequeño y joven, y necesitábamos aliados. Fue el arquitecto de la relación entre Israel y Francia, que empezó a construir cuando nadie creía en él.

Pero siempre contó con la confianza de Ben Gurión.

Ben Gurión identificaba a la gente joven con talento. Mi padre decía que le abrió sus puertas por tres razones: primero, porque siempre iba a verle con una nueva idea; segundo, porque nunca pedía algo para sí mismo, y tercero, porque no insultaba a nadie.

Solo le quedó ver la paz entre palestinos e israelíes.

Mi padre tuvo cuatro etapas: participar en la creación de Israel, construir la industria de Defensa y la economía basada en la start up nation e impulsar la paz con nuestros vecinos. Fundó el Peres Center for Peace and Innovation para crear un nuevo futuro para Oriente Medio, que será una región floreciente donde crezca la economía y haya colaboración.

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