DARÁN QUE HABLAR
Chefer: «Soy traductor. Convierto el discurso de las grandes obras clásicas en dialecto de suburbio»
La obra de Chefer, pseudónimo de Fernando Gabriel Cúneo, se nutre de la gran pintura, que este autor autodidacta zarandea, dribla y arrincona para obtener de ella lecturas contemporáneas, a veces oscuras. Él ya da que hablar
Nombre completo: Fernando Gabriel Cúneo Domínguez (Chefer). Lugar y fecha de nacimiento: Buenos Aires, Argentina, el 25 de junio de1970. Residencia actual: Madrid. Formación: Carrera de Diseño Gráfico por la UBA. Ocupación actual: Pintor y director de arte en publicidad.
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Qué le interesa. Soy un gran admirador del arte clásico. Trabajo con él. Tengo mucho interés por romper la cápsula de elitismo que lo envuelve. Reversiono obras clásicas llevándolas a un terreno que le resulta ajeno, creando de éstas su versión antagónica. Ejerzo de traductor. Convierto el discurso de esas obras a un dialecto de suburbio. Formulo «remakes» que tienen la intención de ser el espejo en el que esas obras reflejan su perfil más grotesco. Desmitifico así el arte clásico y su simbología desde una estética pop surrealista que posiblemente quitaría el sueño… Pero decimos lo mismo.
De dónde viene. Mi trabajo dentro del circuito de arte contemporáneo madrileño va siempre de la mano de mi galería, 6más1 (al comienzo, también la galería Liebre ). Ellos son los que me llevan a ferias, programan exposiciones individuales, y, sobre todo, me tienen mucha paciencia. Les estoy muy agradecido. Sin ellos mi trabajo se vería menos. En 6más1 Allí realicé mi última individual. Una serie compuesta por cuatro reinterpretaciones del cuadro de Velázquez «El príncipe Baltazar Carlos a caballo» (1635). En ellos creo haber podido reflejar el lado más oscuro de la obra original. He tirado de un hilo y ha salido un monstruo.
Supo que se dedicaría al arte… Siento la pintura como un canalizador. Como algo vital en mí. Desde siempre. Una forma de autoexorcismo o no se qué. En una de mis primeras exposiciones se acercó una persona y me dijo: «El día que dejes de pintar matas a alguien». Creo que tiene razón.
¿Qué es lo más extraño que ha tenido que hacer en el arte para «sobrevivir»? Mis facturas las paga la publicidad. Esto me permite darle a mi trabajo un velo de protección que de otra manera no me sería posible. Mantenerlo en un lugar sin tiempo ni obstáculos, en una habitación paralela al mundo. Suena bien, pero lo pago con alma.
Su yo «virtual». Creo que el potencial de internet y las redes sociales es altísimo. Me da vértigo sólo el imaginar la transformación social que se viene. Reconozco en mí una cyber-pereza muy poco productiva. Más allá de mi sitio web y mi perfil de Facebook no he llegado muy lejos, aunque sin duda es mi gran biblioteca. Estaré en breve en Instagram. Luego me llevará la marea...
Dónde está cuando no hace arte. Paralelamente a mi trabajo como pintor (que desarrollo como autodidacta) desde hace mucho tiempo estoy muy interesado en las artes escénicas. Llevo tiempo formándome con Mónica Valenciano (coreógrafa, escritora, bailarina, dibujante), a quien siempre he considerado como mi gran maestra; no sólo en el plano de la danza y la composición escénica, sino también de una particular concepción artística. También he estudiado composición escénica con la coreógrafa y bailarina Estela Lloves . Me ha enseñado mucho, y todo eso lo aplico a la pintura, sin duda.
Le gustará si conoce a... Siempre me he sentido maravillado y muy influido por El Bosco . Sin duda, él es mi gran referente. Luego siento mucha afinidad con Fred Stonehouse, Robert Williams, Clayton Brothers, Kerry James Marshall , Pat Andrea, Michael Majerus y Barry Reigate, entre los que me voy acordando. De mi generación, destacaría el trabajo de Julio Falagán , Matías Sánchez, Yann Leto , Amandine Urruty, Ana Barriga, Bel Fulana u Óscar Seco. Y la cadena seguiría.
Qué se trae ahora entre manos. Ahora me encuentro en pleno proceso de investigación para lo que será mi nueva serie. Un trabajo a partir de las obras de Durero «Adan y Eva» (1507). El rostro de un cuadro de mi última serie me llevó inmediatamente a lo que quería reflejar del Adán. Como si esa obra ya formase parte de la serie siguiente. Un paso muy orgánico. Ojalá todos los conjuntos se diesen así.
Proyecto favorito hasta el momento. He hecho alguna exposición que detesto; otras en las que me he sentido encantado y con el resultado que hubiese deseado. Pero lo que llevo con más orgullo y cariño es el trabajo volcado en mis cuadernos. Entran en mi bolsillo y me acompañan a donde vaya. Todo el tiempo. Vuelco en ellos, en cualquier momento, todo lo que me esté pasando. Mantengo con ellos una estrecha relación de intimidad; un diálogo en donde no soy yo el que orquesta un discurso. Creo que en los cuadros fuerzo a las figuras a ocupar los lugares que ocupan; en los cuadernos, son ellos los que habitan el espacio. La soltura, el no juzgar, el permitirse el juego contínuo, de la misma manera que lo haría un niño... Son cosas que les dan frescura y vida.
¿Por qué tenemos que confiar en él? Bueno, no pediría que confiaran en mí. Invitaría a la gente a poder disfrutar, sentir y conmoverse con todo tipo de cosas que encuentren a su alcance. Libres de cualquier etiqueta o prejuicio. Que acepten dejarse llevar. Que tal vez se sorprendan de que las cosas no eran como se las contaron. Que confíen en sí mismos.
¿Dónde se ve de aquí a un año? En un año tendré muy avanzada la serie de Adán y Eva. Tendré terminado mi taller-hogar. Habré contemplado el crecimiento de mi hija… Y en el medio de todo eso… ¿quién sabe?
¿A quién cedería el testigo de esta entrevista? Todos los que he nombrado tienen ya una trayectoria. O la han hecho, o tendrán notas de otro tipo. Se lo pasaría a Fuentesal y Arenillas . Si es que no han pasado ya por ti. Me gusta mucho lo que hacen. No tienen nada que ver con lo que hago yo.
¿Cómo se definiría en un trazo?