Ajuste de letras
Después de Kapuscinski
El periodismo escrito tiene en el reportero polaco un mito. En «Estrellas negras» se recogen sus textos tempranos en África
Era el más intrépido de los reporteros de guerra, la voz de la África maltratada, un viajero infatigable. Era amigo del Che Guevara , conocía a Patrice Lumumba y a Salvador Allende . Era el mejor escritor entre los periodistas y el mejor periodista entre los escritores. El hechicero de la crónica. El maestro de los maestros, el que enseñaba que los cínicos no sirven para este oficio. Aunque el cínico era él, Ryszard Kapuscinski .
El reportero Artur Domoslawski demostró en «Kapuscinski non-fiction» (Galaxia Gutenberg) que el otrora mejor periodista del siglo XX inventó pasajes, alteró descripciones y exageró la posibilidad de haber sido fusilado en el Congo. Que no era tan amigo de los líderes sobre los que escribió. Y que viajó por toda África y América Latina desde Polonia porque, además de creer en el Partido Comunista, colaboró con el espionaje polaco, algo que nunca admitió.
Wiktor Osiatynski , amigo de Kapuscinski, le dijo a Domoslawski que si el reportero –fallecido en 2007– adquirió tanta fama fuera de Polonia fue, entre otras cosas, porque optó por mitificarse, porque creó una leyenda a partir de su trabajo. «Es el precio que pagó por su gloria. Por lo general lo pagó con pequeñas inexactitudes, alguna vez incluso con una fabulación. Con el tiempo el precio fue el temor a que todo eso se descubriera y barriera esa imagen que había creado con tanto esfuerzo», dice Sarah V. Platt .
¿Cómo leer a Kapuscinski después del mito de Kapuscinski? La condena de un escritor de no ficción es esa continua sospecha sobre la veracidad de lo que cuenta. Saber que con él no puedes estar seguro de que se cumple el viejo pacto entre el periodista y el lector: que todo ocurrió como refleja el reportaje.
Con «Estrellas negras», el primer título del reportero polaco que se publica en España después de la obra de Domoslawski, la editorial Anagrama propone regresar al Kapuscinski primerizo. Era el único libro que no había sido reeditado. En él se incluyen las crónicas que escribió en sus dos primeros viajes: a Ghana entre 1959 y 1960 y al Congo entre 1960 y 1961. En Ghana siguió el nacimiento del país independiente y en el Congo fue testigo de la guerra civil.
«En el trópico, beber es obligado –escribe Kapuscinski en la primera crónica–. Cuando dos personas se encuentran en Europa, se saludan diciendo: “¡Hola!, ¿qué tal?” En el trópico, intercambian un saludo distinto: “¿Qué vas a tomar?”». Basta esa página para entregarse al libro. Por eso Kapuscinski es un mito: «Respirar equivale a tragar bolas de algodón empapado en agua caliente. Insoportable. Es algo que marea, envilece y exaspera. Pican los mosquitos, chillan los monos. El cuerpo, empapado en sudor, se vuelve pegajoso y repugnante al tacto».
¿Cómo leer a Kapuscinski después del mito de Kapuscinski?
Ya en estos reportajes, escritos antes de que abriera la primera corresponsalía polaca de prensa en África, se adivina una escritura centrada en los detalles que solo una mirada talentosa sabe ver, con toques personales, con una escritura ágil y directa.
En un irónico retrato de los colonos, Kapuscinski dice: «El colono hace carrera en un día y sin esfuerzo alguno. Mientras mastica pollo a bordo de un cómodo avión, con cada kilómetro que recorre gana en esplendor. Encerrado en la hermética cabina de su carabela, al igual que la crisálida en su capullo, vive una metamorfosis: de mendigo se transforma en rey». El reportero no disimula su postura política. Un colono lo presenta en una fiesta como «el señor Kapuchkinchi, comunista».
En otra crónica, el reportero dialoga con Ded, un revolucionario marxista que piensa renunciar a una beca que le permitiría estudiar un año en Estados Unidos. Quiere aprender la revolución en Polonia. «Ded detesta a los capitalistas. Pregunta por qué en Europa los dibujan con grandes barrigones. En Ghana todos son delgados, y sus mujeres huesudas. El capitalista camina plas, las, y su señora tic, tic, tic. La capitalista nunca logra seguir el paso de su señor esposo».
Se adivina una escritura centrada en los detalles que solo una mirada talentosa sabe ver
Aunque por los reportajes incluidos en «Estrellas negras» pasan personajes de todo tipo, las historias se centran en acontecimientos políticos. La mayoría fueron publicadas en el semanario «Polityka», que demandaba estos enfoques. Pero Kapuscinski se las arregla para introducir a la gente corriente en las biografías de los líderes políticos.
Eso hace en «Boicot en el altar», donde cuenta un mitin de Kwame Nkrumah antes de la independencia de Ghana. Las proclamas del libertador se cruzan con los gritos y comentarios de los manifestantes. En el final de la crónica, Kapuscinski se cruza con Kodzo, un funcionario de Correos. «¿Por qué no has venido al mitin?», le pregunta el periodista a su amigo. «Ha hablado Kwame de los salarios?». No, dice Kapuscinski. «Ya lo ves. ¿Para qué iba a ir?».
Es un cierre perfecto. «Brutal», le dije a un compañero de periódico. «Habrá que ver si el Kodzo ese existía», me respondió.
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