Christopher Lee, un Drácula que descendía de Carlomagno

Fue un villano imponente repescado de mayor por Peter Jackson y George Lucas

Christopher Lee, un Drácula que descendía de Carlomagno abc

Luis ventoso

A Christopher Lee , que se murió el domingo a los 93 años en un hospital de Chelsea, en Londres, por problemas respiratorios y cardíacos, le encajaba bien esa manida etiqueta de «artista de culto». No era precisamente Laurence Oliver, pero sí una especie de símbolo pop, adorado por los frikis de la «Serie B» y del cine de terror. Su cima era un Drácula al que imprimió un colmillo más vicioso que el de los clásicos del blanco y negro.

Si en el Trivial cayese la siguiente pregunta: «¿Cuál es el nexo común entre las sagas de James Bond, La Guerra de las Galaxias y El Señor de los Anillos?», la respuesta sería que por todas ellas se paseó como villano un hombretón de 1,96 de estatura y voz de barítono, nacido en 1922, en el finolis barrio londinense de Belgravia, como Christopher Frank Carandini Lee . El rol que marcó su vida fue el de Drácula, en las cintas coloristas de la productora Hammer. Lee dotó al vampiro de una sensualidad y una avidez que habrían cohibido al bueno de Bela Lugosi, que mataba con la buena educación clásica de los años 30.

Bazofias variopintas

La carrera del hierático Christopher Lee tiene una peculiaridad: trabajó con algunos de los más importante directores del siglo XX, pero también llenó la hucha con bazofias variopintas. Fue el hermano mayor de Sherlock Holmes para Billy Wilder, actuó a las órdenes de Scorsese en «La invención de Hugo», empuñó la espada láser para George Lucas como el Conde Dooko, hizo sudar a Gandalf como el mago Saruman en la serie de Peter Jackson -con quien estaba dolido por haberle recortado sus escenas en el montaje final- e intimó con el excéntrico Tim Burton, que lo incorporó a cuatro de sus filmes. Pero también aceptó papeles bufos en cintas como «Loca Academia de Policía» o «Gremlims 2». Incluso llegó a encarnar a un motero gay de los Hell Angels, rol ciertamente improbable para el taciturno Drácula que habita en nuestra memoria pop.

Su filmografía da para todo, porque rodó más de 250 películas . «Ni yo mismo las he visto todas», solía decir con ironía. Christopher Lee, un inglés que votaba conservador y creía en el sacramento del matrimonio, estaba casado con Gitte, una exmodelo de Chanel, con la que tuvo a su única hija. ¿Cuál es el secreto de un matrimonio longevo? «Casarse con alguien maravilloso», respondía Lee, que tras la mirada de taladradora guardaba su corazoncito. En 2011, cuando le dieron el premio Bafta del cine inglés, confesó su temor a romper a llorar, «porque aunque tengo un gran autocontrol, soy mucho más blando por dentro de lo que la gente piensa».

Sir Christopher , al que Isabel II hizo caballero en 2009, era todo un personaje, un enamorado de la ópera y el heavy, que cantaba todos los días a grito pelado y que ya nonagenario llegó a grabar un disco de heavy-metal orquestal. Su yerno era gallego y se dice que había ordenado su carrera, buscando vías para lucrarse al máximo de la leyenda, venta de autógrafos vía internet incluida.

De España contaba una graciosa anécdota. En horas poco boyantes, Lee se embarcó para hacer de Marqués de Sade en una producción en nuestro país. «Llegué al rodaje y en la habitación había un montón de gente, toda vestida, y yo hacía de narrador, todo normal». De vuelta en Londres, cuando ya había olvidado la película, un amigo le comentó que en un cine de barrio habían estrenado una cinta suya. Era una sala de género erótico. Acudió, embozado con unas gafas de sol y un pañuelo, y descubrió que «en cuanto me fui de España toda aquella gente se había quitado la ropa».

Descendiente de Carlomagno

Lee no parecía predestinado a la actuación. Era hijo de un teniente coronel de la Guardia Real y de la condesa italiana Estela María Carandini, belleza eduardiana que posó para numerosos artistas. Tenía a gala ser descendiente de Carlomagno. Pasó su infancia en Suiza y, tras el divorcio de sus padres la condesa se casó con un banquero, tío del padre de James Bond, el escritor Ian Fleming, que siempre abogó por Lee como adversario vil de 007. Lo logró en 1974, como el malvado Scaramanga de «El hombre de la pistola de oro».

Antes de ser actor combatió en la Segunda Guerra Mundial. Sin entrar en detalles, insinuaba que estuvo enrolado en las fuerzas especiales, las SAS. «Allí vi horror suficiente para todo el resto de mi vida. Cosas aterradoras. Al lado de aquello lo de las películas no me afectan». Otras fuentes sostienen que solo fue reservista.

Gracias a un enchufe de su madre con el embajador de Italia, al licenciarse logró un contrato de siete años con una pequeña productora. Allí hizo todo tipo de cameos irrelevantes. En 1957 pasa a la Hammer y debuta con «La maldición de Frankenstein» , con su amigo Peter Cushing haciendo de doctor. Fue un papel mudo. Él mismo lo pidió así tras leer la calidad de su diálogo. En su siguiente cinta, un año después, habló solo un poco más (17 líneas). Pero la película, «Drácula vuelve de la tumba», convirtió en estrella a aquel actor intimidante, de rostro anguloso y ojos de furias abisales.

Nunca quiso retirarse

En la Hammer, y después, no se perdió villano: La Momia, Rasputín, Fumanchú, vampiros varios… Nunca quiso retirarse. «No sirvo para estar ocioso». Contaba que echaba de menos a los amigos que se habían ido. Sobre todo a Peter Cushing. «Con él podía mantener aquellas conversaciones del tipo “¿recuerdas cuando…?”». Explicaba que leía «con miedo» cada día los obituarios del «Telegraph». Citaba con familiaridad a amigos ausentes, como Boris, Vicent y Peter. Se apellidaban Karloff, Price y Cushing. Nunca ganaron un Oscar. Pero fueron los mejores de su universo, la realidad paralela de la Serie B.

Lee, que tal vez soñaba con ser recordado también como actor serio, sostenía que su mejor papel fue el del fundador de Pakistán en «Jinnah», un biopic de 1998. Si lo oyese Drácula, volvería a levantarse de su tumba…

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