El retrato de David Hockney pintado por Lucian Freud, vendido por 17,3 millones de euros
Los dos genios británicos se conocieron en 1962. Cuando Freud pintó a su amigo en 2002 tenía casi 80 años; Hockney, 65
Lucian Freud y David Hockney: historia de una amistad y mutua admiración
Durante la primavera y el verano de 2002, dos titanes del arte británico de todos los tiempos mantuvieron muchos encuentros en el estudio de uno de ellos. Lucian Freud (Berlín, 1922-Londres, 2011) retrataba a David Hockney (Bradford, Inglaterra, 1937) . Después de más de cien horas de sesiones, el resultado fue uno de los mejores retratos contemporáneos . Pintado en el apogeo de la carrera de Lucian Freud, este retrato de Hockney ofrece una ventana fascinante a una larga amistad que había comenzado cuarenta años antes. Creado en los meses previos a la retrospectiva de Freud, aclamada por la crítica, en la Tate Britain, la pintura habla de una amistad compartida y el respeto y admiración mutuos entre ambos artistas. La última vez que el cuadro apareció en público fue en 2012, en una exposición de Freud en la National Portrait Gallery de Londres. Ha salido hoy a subasta en la sala Sotheby's de Londres . Su precio estimado: 8-12 millones de libras. Se ha vendido por 14,9 millones de libras (17,3 millones de euros) .
«Es difícil pensar en dos artistas británicos más importantes que sean tan aclamados por la crítica y deseados por el mercado como Lucian Freud y David Hockney. En este magnífico retrato se da testimonio no solo de la perdurable amistad entre estos dos eminentes maestros sino, además, es un tour-de-force del retrato. Una obra maestra, un testamento sublime del escrutinio y la capacidad para capturar el estado de ánimo y la esencia interior de sus modelos que tiene Freud», dice Tom Eddison, director del Departamento de Arte Contemporáneo de Sotheby’s Londres.
Se conocieron en 1962 a través de la familia Guinness . Cuando Freud se dispuso a pintar a su amigo en 2002 tenía casi 80 años; Hockney, 65. Freud era considerado el pintor vivo más grande de Gran Bretaña, mientras que Hockney estaba ya entre los artistas británicos más influyentes del siglo XX. Todos los días durante esos cuatro meses en 2002, Hockney caminaba por Holland Park hasta el estudio de Freud: «Llegaba sobre las 8.30 cada mañana, las sesiones comenzaban con una taza de té preparada por Freud en una estufa cubierta de grasa. Me gustó la bohemia que había en ese lugar. Los platos con restos de comida de la noche anterior, o incluso de la semana pasada. Era como revivir los días de estudiante, me parecía muy atractivo, después de ver todos esos lofts tan limpios de York. Le dije que no se puede tener una bohemia libre de humo por definición. Me dejó fumar: 'No se lo digas a Kate Moss', fue su petición ».
Aquellas sesiones en el estudio de Lucian Freud proporcionaron un vibrante encuentro entre dos mentes maravillosas. Para Hockney fue una experiencia iluminadora. Encontró fascinante la técnica de Freud
David Hockney es un fumador convencido y militante. En una entrevista con ABC en 212, con motivo de una exposición en el Guggenheim de Bilbao, confesaba que había viajado de Inglaterra a Bilbao en coche para poder fumar por el camino.
Dos mentes maravillosas
Aquellas sesiones en el estudio de Lucian Freud proporcionaron un vibrante encuentro entre dos mentes maravillosas . Para Hockney fue una experiencia iluminadora . Encontró fascinante la técnica de Freud. Las conversaciones entre los dos artistas fluyó libremente en esas sesiones: «La charla de Lucian siempre fue fascinante. A veces eran solo chismes sobre personas que ambos conocíamos, muy divertidos, que me hacían reír. También hablábamos de Rembrandt, Picasso, Ingres, Tiepolo... Hablamos mucho sobre los dibujos de Rembrandt y cómo todo lo que hizo en su carrera fue un retrato. Fue una experiencia muy agradable, memorable. El retrato me pareció muy bueno . Todas las horas que estuve sentado frente a él, iba poniendo capa sobre capa, rara vez quitaba algo», advierte Hockney.
Bella, hija de Lucian Freud (tuvo 14 hijos con seis mujeres) , recuerda: «Cuando David Hockney estaba sentado posando para este retrato, resultaba emocionante verlos juntos, como dos chicos geniales en la escuela. Estaban absortos en la conversación uno del otro. Me gustó escuchar a Hockney decir que disfrutaba de la lentitud del progreso de la pintura de mi padre para que él y Lucian pudieran charlar. A todos nos encantaba charlar con papá, era muy interesante en todo». El retrato de Hockney fue el último de una serie de modelos ilustres pintados el año anterior, desde la Reina Isabel II a la top model Kate Moss . Esta última fue una gran amiga. Luce donde la espalda pierde su nombre un tatuaje de dos golondrina, diseñado por el propio Freud, quien la retrató desnuda y embarazada.
Implacable con sus modelos
Pero volviendo al retrato que sale a subasta, muestra el rostro de Hockney en primer plano, pensativo . Revela su calidez y curiosidad mientras mira por encima de sus gafas redondas. Viste polo malva y chaqueta de cuadros. La fascinación de Freud por el retrato se restringió principalmente a los más cercanos a él. Ya sean autorretratos o retratos de amigos, amantes, criminales, miembros de la aristocracia y, en particular, de otros artistas , Freud solo pintó a los protagonistas de su vida cotidiana. Artista de una gran honestidad, era tan implacable con sus modelos como consigo mismo. Son célebres las maratonianas sesiones de posado a las que los sometía . A Freud le gustaba conversar con ellos. Algunos, como Harold Pinter, acabaron huyendo. Ser modelo de Lucian Freud consumía mucho tiempo y energía. Era una experiencia demasiado intensa.
Una de aquellas sesiones fue captada por la cámara de David Dawson, exasistente de Freud . Hockney tiene una expresión casi idéntica a la que aparece en la pintura de Freud, mientras que este entra en el estudio, pincel en mano. Dawson inmortaliza la aparente sorpresa de Freud al volver a entrar en el estudio y encontrarse una cámara apuntando hacia él, mientras Hockney estaba esperando, con un cenicero repleto de colillas a sus pies. Dawson recuerda: «Nunca llevé un diario. Estaba tan fascinado con lo que estaba pasando en el estudio que tenía una pequeña cámara y hacía fotos».
Freud se limitaba día tras día a pintar dentro de las cuatro paredes de su estudio, mientras Hockney cambiaba constantemente y desafiaba sus métodos y medios, desde las prácticas más tradicionales de dibujar y pintar hasta la fotografía, el vídeo y su actual trabajo digital con iPads . En estos momentos se exhiben en la Royal Academy de Londres sus obras hechas en su retiro en Normandía durante la pandemia. Pero ambos coinciden en la fascinación inquebrantable por encontrar formas de pintar exactamente lo que ven: la observación, la percepción y el proceso de creación son la base misma de su arte. «No mucha gente como él podía mirar una cara durante 120 horas y hacer algo constantemente con ella». Palabra de Hockney.
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