Pablo Avelluto: «No hay ni habrá una cultura macrista»

Según el ministro de Cultura de Argentina (país invitado este año en ARCO, que hoy cierra sus puertas), «nuestra cultura se formó en diálogo permanente con la española»

Pablo Avelluto, ministro de Cultura de Argentina ABC

CARMEN DE CARLOS

Quizás la palabra que más veces pronuncie Pablo Avelluto sea «contemporáneo». El término le viene bien para describir la imagen que busca reflejar Argentina en ARCO o el liderazgo del presidente Mauricio Macri . El ministro de Cultura considera que el arte argentino, como el «cine, el teatro y la literatura», tienen una tarjeta de presentación «nueva, diferente».

-¿Cuál es el objetivo de Argentina en esta edición de ARCO [hoy cierra sus puertas], donde Argentina ha sido invitada protagonista?

-Nuestra apuesta en ARCO ha sido sorprender con lo que somos: innovadores, creativos, intensos, transgresores, rupturistas... Queremos mostrar la versión más contemporánea de nuestras expresiones culturales. Eso conlleva superar una mirada nostálgica o retrospectiva.

-Las relaciones entre Argentina y España estuvieron prácticamente congeladas en el Gobierno anterior (Cristina Fernández de Kirchner). Eso afectó la cultura y ahora toca «reconstruir»…

-La ruptura fue, además de real, incomprensible e injustificable desde cualquier punto de vista. Nuestra cultura se formó en diálogo permanente con la española. Desde nuestros orígenes, en todas las etapas. Nosotros -el presidente y el Gobierno-, tenemos una obsesión que tiene que ver con eliminar el prefijo «re» de nuestros verbos. Muchas veces se dice, tenemos que reconstruir la relación. No, tenemos que construir una relación con España de este siglo. La fantasía de volver al pasado para reanudar una relación en el punto que se dejó no es nuestro plan.

-Los platos rotos del kirchnerismo no se reparan…

-Exacto. Se construyen unos nuevos. No se puede cambiar el pasado. Lo que sí se puede es cambiar el futuro con el presente. Debemos tener una relación con la España de este siglo.

-Hay un problema serio y con juicios, por la falta de pago de Sagai (sociedad de gestión que tiene el monopolio de recaudación en Argentina) de los derechos de los intérpretes españoles -y de buena parte del mundo- . Son muchos millones de euros pendientes…

-Argentina tiene que reconocer los derechos nacionales e internacionales de los interpretes y repartirlos. Es un tema técnico que corresponde al área de justicia dictaminar. No podemos estar aislados. Hay normas legales que Argentina tiene que cumplir en el plano nacional e internacional. Es un tema delicado pero, en cualquier caso, va a requerir normalizar la relación. El flujo de pagos debe estar normalizado.

-La etapa de Gobierno del matrimonio Kirchner vino marcada por una «cultura kirchnerista». ¿Hay una cultura macrista?

-No, ni la tendremos. La idea de una cultura oficialista implica un error en términos morales porque los recursos públicos son para todos, para los que piensan como tú y los que no. Nuestra visión es totalmente plural y democrática. A nadie le preguntamos su afiliación política para trabajar en el ministerio.

-La Biblioteca Nacional se convirtió en sede del «brazo intelectual del kirchnerismo» con las reuniones de Carta Abierta…

-Resultaba llamativo que el ámbito partidario del director de la biblioteca (Horacio González, ultrakirchnerista) se reuniera en sus instalaciones públicas. Jamás se me ocurriría reeditar una iniciativa como Carta Abierta. En el Gobierno anterior hubo una distorsión con la función que debe tener la biblioteca y ésta es divulgar la cultura del libro.

-¿Qué le sorprendió de la herencia que encontraron en la Biblioteca?

-Una de las cosas que me llamó la atención es que no tuviera su catálogo completo. Ese fue uno de los primeros desafíos. El catálogo es el alma de una biblioteca, te dice qué tienes, dónde está… Otra fue la falta de mantenimiento y cuidado tanto del edificio como de los volúmenes. No se cumplían las normas internacionales de conservación... Detectamos irregularidades en las concesiones de bares y confiterías, en los procesos de toma de decisiones… Convertir eso en una biblioteca fue y es un desafío.

-La imagen del presidente, Mauricio Macri, es de distancia con la cultura…

-Eso es un prejuicio, mi experiencia muestra algo totalmente diferente. Las reuniones de seguimiento, aunque tenga que ser, como sucedió en una ocasión, entre una reunión con la CGT (central sindical) y otra con los obispos son puntuales. El presidente nos devuelve entusiasmo, compromiso, ganas de hacer y de sumarse a las iniciativas entre las que incluyo ARCO. Quiere que busquemos mejores mecanismos para generar inversión privada en el campo cultural, flexibilizar el mercado de circulación de bienes y de obras, desarrollar la ley de Mecenazgo y poder crear nuevos museos. Busca iniciativa y convergencia entre cultura y turismo, entre cultura y medios de comunicación…

-Su Gobierno parece dar enorme importancia a las redes sociales. Hasta transmiten por Snapchat fragmentos de los consejos de ministros.

-Un gobierno contemporáneo utiliza las herramientas contemporáneas de comunicación sin excluir ninguna. Creemos en todas. Los gobiernos de antes se comunicaban con lo que tenían (cine, radio etc). La imagen del líder en el balcón arengando a las masas no va más. Pretender hacer eso 70 años después es no entender que el mundo cambió.

-¿El liderazgo de Mauricio Macri es también diferente?

-Sí, es de este siglo, contemporáneo. Los lideres del siglo XX eran superhombres: Perón, Franco… figuras de otras dimensiones. No eran humanos. Maurici Macri es humano, es un tipo normal. No pretende saber de todo. A los viejos liderazgos nada les era ajeno. El liderazgo del siglo XXI es el de un coordinador de equipos. A veces tengo la sensación de que es el armador del equipo, el que está en el vestuario organizando la estrategia, el DT, el «coach». Y al mismo tiempo es un líder que escucha.

-La exportación/importación de términos españoles y argentinos es constante. El «escrache» es uno de los términos que ahora se utiliza -y se practica- en España sin necesidad de traducción

-Me parece una práctica aberrante. La repudio en todas sus manifestaciones Creo que nadie merece ser escrachado. No tiene ninguna justificación. Nunca.

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