María Moreno, se apaga la pintora de la luz y faro de Antonio López

Para su círculo, en la década de 1950 Madrid era grisura poblada de enigmas

JUAN MANUEL BONET

Tras el fallecimiento de sus colegas, amigas y compañeras de generación Amalia Avia y Esperanza Parada (ambas en 2011) e Isabel Quintanilla (en 2017), con María Moreno desaparece la última voz femenina del realismo cotidiano madrileño, aquél que tiene a su figura central en Antonio López García , su hoy viudo. Esa condición de «esposa de» les valió una relativa condición de creadora secreta , tanto a ella, como a sus tres amigas, casadas respectivamente con Lucio Muñoz, Julio López Hernández y Francisco López.

Madrid, San Fernando, calle de Alcalá, circa 1950. En sus aulas es donde coincidió todo el grupo que acabo de enumerar. Nadie antes que ellos, y muy pocos después, supieron decir la grisura poblada de enigmas que era para ellos la capital española, en aquellos años en que se interrogaban asimismo sobre ella , Luis Martín Santos, Antonio Ferres, Juan Benet y otros novelistas, y los fotógrafos coetáneos.

Madrileña de 1933, María Moreno, que había empezado en Artes y Oficios, pasó, en 1954, a San Fernando, ejerciendo luego como profesora de dibujo . Compartió afanes con su futuro esposo, con el que se casó en 1961 . Afanes realistas, como todo el grupo, salvo Lucio Muñoz, el único abstracto (pero no tanto) de un octeto al que cabe sumar a los asimismo no figurativos Enrique Gran y Joaquín Ramo, y a Francisco Nieva.

Los diez fueron protagonistas , en 1993, de «El sol del membrillo», la película de Víctor Erice , de la que fue productora ejecutiva. Edurne, entonces en Villanueva , había sido el espacio donde en 1966 celebró María Moreno su primera individual , presentada en el catálogo por Eladio Cabañero, paisano de Antonio y poeta muy auténtico, que a propósito de los interiores en penumbra que la integraban los describe certeramente como «óleos con silencio dentro, pintura con soledad vivida, interiorizada», frase que llamó la atención de Campoy, que la cita en su reseña abecedaria de la muestra.

Presente en las sucesivas colectivas dedicadas al núcleo realista madrileño , además de retratos María Moreno pintó esenciales floreros y bodegones, paisajes de Tomelloso, y enigmáticos paisajes urbanos de la Gran Vía o de la plaza de la Infancia… Sólo dos veces más presentó individuales , la primera en 1973 en Frankfurt, con Herbert Meyer-Ellinger , y la segunda en París, en 1990, con Claude Bernard . Lo escaso de la producción de esta pintora de la luz , como ella gustaba de definirse, se explica en parte por el carácter extraterritorial de esas dos exposiciones de madurez.

Estos últimos años, María Moreno había entrado irremisiblemente en el silencio . Siguió auxiliando a Antonio a cursos. Fue en uno de ellos, en Ávila, donde coincidimos con ella por última vez. Con qué dignidad llevaba ese silencio, ese estar como fuera del mundo . Con qué cariño exquisito Antonio velaba por ella. Antonio, que se queda solo , con sus dos hijas, pero ya sin su querida María, y sin ninguno otro de los conjurados circa 1955.

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