La Sagrada Familia reabre a medio gas a la espera de los turistas

El templo recibió ayer a 2.000 sanitarios en la primera jornada de su «Fase homenaje»

El templo de Gaudí recibió a los primero visitantes tras 114 días cerrado Pep Dalmau

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Y, del mismo modo que se fueron, volvieron las colas a la calle Marina. Tímidas, escuálidas y algo ridículas si las comparamos con el ir y venir de chanclas y bermudas propio de cualquier sábado de julio de los de antes, pero colas al fin y al cabo. «A este paso vamo a acabar echando de menos el turismo», soltó a través de la mascarilla una de las primeras visitantes que, 114 días después, cruzó la Fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia para adentrarse, victoriosa, en esa explosión de color y silencio sobrecogedor que es la basílica de Gaudí. «¡Miren esos vitrales! ¡Son esplendorosos!», repetía junto al altar mayor Jordi Faulí, director de obras a quien, a juzgar por lo efusivo de las explicaciones, se le debe estar haciendo pero que muy largo este parón forzoso.

A su lado, otros 2.000 visitantes a razón de 750 a la hora entraban, salían y pasaban de puntillas sobre los reflejos de las vidrieras en lo que se ha venido a llamar «Fase homenaje», una suerte de jornadas gratuitas para reconocer el trabajo de quienes han plantado cara la coronavirus en primera línea.

Omella, junto a los presidentes de los colegios profesionales , en el interior del templo Pep Dalmau

Así, más o menos a la misma hora que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, decretaba el confinamiento de la comarca de Lérida, una primera tanda de sanitarios, bomberos y policías empezaba a desconfiar la joya del modernismo barcelonés. «Nos gustan estas muestras, notar que te agradecen lo que haces»; explicaba a la prensa Encarna, enfermera de Hospital de Sant Pau. A su lado, Virginia, doctora del Hospital de Terrassa, se estrenaba en la fortaleza de Gaudí celebrando este «regalo al esfuerzo de los últimos meses».

En realidad no fueron los primeros, ya que, minutos antes, el cardenal arzobispo de Barcelona , Juan José Omella, ya había inaugurado la jornada agradeciendo a los trabajadores su implicación y encabezando una pequeña comitiva formada por los presidentes de los colegios de médicos, enfermeros y farmacéuticos.

Visitas sin ingresos

Superado el trámite institucional, un chorrito de gel hidroalcohólico, una mascarilla bien ajustada y ahí estaban, como si no hubiese pasado el tiempo, los dedos señalando el Sant Jordi de Subirachs, los cuellos retorciéndose para no perder detalle de las asombrosas bóvedas, el suave rumor del órgano pregrabado rápidamente engullido por el bullicio creciente, los pies arrastrados con desgana de todos esos niños a quienes lo único que les interesa de Gaudí es el dragón-salamandra del Park Güell...

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo volverán los turistas y, con ellos, los ingresos para poder financiar unas obras que permanecerán paralizadas hasta nueva orden pero, por unas horas, la Sagrada Familia se aferró a la vieja normalidad, versión simulacro, para tratar de convencerse de que las cosas podrán volver a ser como antes. «El ruido, la gente… Todo esto nos anima aún más», destacó Martínez.

Primeros visitantes de la Sagrada Familia Pep Dalmau

La reapertura total, sin embargo, queda aún lejos. «Estamos preparados, pero hay mucha incertidumbre con el turismo», añadió el director general del templo. Y sin turistas, ya se sabe, no hay visitas ni dinero. De ahí que, de momento, el templo sólo prevea abrir los fines de semana y, después de otras dos jornadas dedicadas a los sanitarios, se centre a partir del 18 de julio en el público barcelonés con visitas gratuitas que se alargarán hasta finales de año.

En total, 12.000 trabajadores esenciales y cerca de 125.000 barceloneses que podrán seguir el ejemplo de esa pareja que compartía audioguía descargada en el móvil mientras se acercaba hasta la Puerta de la Gloria para comprobar que lo que se ve desde dentro, con todos esos relieves que reproducen el Padre Nuestro, no es más un gran acto de fé. Como la nueva normalidad. «Es como una foto» decía él. «Claro, porque no está acabada», replicaba ella. Inacabada como la Sagrada Familia. Inacabada como esta reapertura a medio gas.

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