Televisión

Los personajes del Loco

Una nómina de perros verdes fue el alma máter de sus programas al abandonar el papel de secundarios

Jesús Quintero con El Peíto y El Risitas ABC

Luis Ybarra

Todavía hoy, lejos ya de aquellas pantallas, me descubro marcando con profusión la 'z' en algunas de mis respuestas afirmativas: «pozí» . Aquel tipo enjuto de mirada esquiva, mano de mariposa y joroba de cuento caló, como otros tantos seres extraordinarios, en mi retina de niño. Sería el primero de todo un inventario de «criaturas decentes», que dijera Sabina. El primero de muchos.

Llegué al Loco de la Colina por la televisión, no por la radio. Por mi generación, en los 'Ratones Coloraos'. Cuando pude disfrutar de un ordenador propio con acceso a Internet, me sentí tentado a desandar sus pasos: 'El perro verde', 'El vagabundo', 'Cuerda de presos'… Su carácter enigmático no residía solo en la atmósfera que creaba (iluminación frente alumbrado, vaso de por medio, horas de grabación editadas para ofrecer únicamente lo sublime a la audiencia…), sino en los personajes que lo poblaban. Gente de ficción que encontró por suburbios y bares. Famosos con alguna rareza de la que tirar y máximos exponentes de la música que en la conversación quedaban reducidos a cómplices amigos con los que guerrear entre silencios: Rocío Jurado , Andrés Calamaro , El Torta

Jesús Quintero no fue el descubridor del Beni de Cádiz , sino su divulgador ante la masas como un tipo verdaderamente cómico: «Esto sí que se llama hacer televisión. Con arte. Despacito todo. Ahí te voy a dejar solito y cuentas tú cualquier cosa, que eres un monstruo de la radio, de la televisión y de todo. Como yo, cuando estás a gustito, eres un monstruo. Pero me estoy meando, picha, perdóname» . Y se fue, tras las carcajadas, justo después de cantar por Frank Sinatra a compás de bulería en un idioma nuevo. Hasta entonces El Beni había sido un artista serio para muchos. Pero sus apariciones alrededor de aquella mesa tenue de gran clarividencia popular lo catapultó hacia otra dimensión de puro cachondeo.

Algo similar le sucedió a Silvio , ese cantante sevillano que logró la Medalla de Oro al Mérito Rockero. Que no fue cantante, en realidad, sino espontáneo 'showman' de las cosas llanas. Quintero no retrataba a sus invitados con sus elocuentes introducciones, sino más bien con lo que conseguía extraer de ellos en la charla. Y Silvio, por ejemplo, quedó definido en unas pocas palabras. Cuatro, en concreto. Que por qué no abandonaba sus malos hábitos, le sugirió, que iba acabar mal. «Porque no quiero estropearlo» , concluyó el otro, entre el humo, que en su viaje del filtro al pecho emitía un ruido que también contribuyó a la envoltura de aquellas conversaciones.

La anécdota de las paelleras del Risitas es el documento audiovisual al que recurro para vencerme; porque los hombres, ante la risa, estamos vencidos. Desarmados. Sobre todo El Peíto, que aguantaba desdentado con la boca como una mina abierta al cielo durante horas de programa. Conmueve la admiración hacia ambos de Pepe Peregil , el tabernero que le había dado a conocer a muchos de ellos. La incredulidad de su mirada es la de todos. Porque El Risitas, sin querer, llegaba a donde apuntan los mejores guionistas por atajos cortos. «¿Te has puesto botox?», le preguntaron una vez. «Sí, para ir al Rocío» , respondió.

Juan Joya Borja traspasó fronteras y en países como Francia se convirtió en un ídolo de lo inexplicable. Su lenguaje era tan universal como el de los niños. Y jugando a no trabajar se hizo personaje popular de la España más profunda . A tal extremó llegó su desfase con la realidad que cuando grabó 'Torrente 2. Misión en Marbella' pensó que Santiago Segura y el protagonista del filme eran dos personas distintas. Y Santiago, que no daba crédito, desviaba siempre la atención hacia el otro: «El que te tiene que pagar no soy yo. Es mi hermano». Si el humor se halla en lo inesperado ese hombre era una fuente inagotable. Qué bien lo entendió Quintero cuando lo escuchó reír.

El Cojo Manteca , Dinio , Jesús Gil , Tito Triana con sus poemas convertidos al dadaísmo al recitarse, El Pantoja , El Penumbra … Llenó los platós de perros verdes dando entidad a quienes siempre habrían sido secundarios. Visitó cárceles como un vagabundo sin faltas de ortografía. Habló con ladrones y asesinos. Divertida gentuza y tipos de ley: Antonio Gala , Miguel Bosé, Fernanda y Bernarda de Utrera , María Jiménez , Paco Toronjo , El Cabrero , Juan Luis de Tarifa , Chiquito de la Calzada ... Y tras sus escuetos «Y tú, qué» dejó el lienzo de la cámara por componer. Así explicó la máxima del periodismo que desde otro prisma defendieron estandartes como Chaves Nogales: no juzgar los hechos, sino dejar que resuenen por sí, con toda su contundencia. Y vuelvo a un encorvado Silvio con un whisky on the rox: ¿Alguna vez has encontrado un mensaje en el fondo de una botella?, inquirió El Colina, como lo llamaba. «Miles».

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