Lina Prokófiev: música, espionaje y traición

La madrileña Carolina Codina, cantante y esposa del compositor ruso Serguéi Prokófiev, vivió lo mejor y lo peor del siglo XX: del éxito en el París de los años 20 a la prisión de la Lubianka, donde fue torturada

Carolina Codina y Serguéi Prokófiev, con sus dos hijos, Oleg y Sviatoslav ABC

Reyes Monforte

Hay instantes que cambian una vida. Sucede al doblar la esquina de una calle. Así fue cómo descubrí a un personaje de novela, cuya existencia desconocía sin que todavía pueda entender el por qué de aquella inopia. Un día, al salir de un restaurante situado en la calle Bárbara de Braganza de Madrid, descubrí una placa situada en el número 4 de la citada calle, recién colocada por el Ayuntamiento de Madrid, en 2011. «En esta casa nació Lina Prokófiev (Carolina Codina Nemiskaya) 1897-1989. Cantante y esposa del compositor Serguéi Prokófiev ». Si tienen curiosidad, pueden ir a verla.

Noticias relacionadas

La vida de Lina Codina, más conocida como Lina Prokófiev, fue fértil en ese tipo de instantes. El primero, y quizá por eso el principal, aconteció el 10 de diciembre de 1918, en el escenario del Carnegie Hall de Nueva York, donde acudió junto a su madre, Olga Nemiskaia -una cantante rusa de familia aristocrática, casada con el tenor catalán Juan Codina - para escuchar el concierto de Serguéi Prokófiev , la rareza bolchevique del que todo el mundo hablaba en el Nueva York cultural de principios de siglo. Con tan solo 21 años y el sueño de convertirse en una gran cantante de ópera, Lina supo que aquel compositor ruso que volcaba su cuerpo sobre las teclas del Steinway para interpretar su Concierto para piano nº 1, llamado a convertirse en el sucesor de Piotr Ilich Tchaikovsky y eterno rival de Igor Stravinsky , cambiaría su vida. Faltaba saber si sería para bien o para mal.

Lina, en su época de esplendor

La existencia de Lina Codina transcurrió en una fraternal sincronización con el siglo en el que nació, vivió y murió. Las luces y las sombras del siglo XX delinearon, con la precisión de un cincel artesanal, los claroscuros de la madrileña. Lina vivió lo mejor de aquella centuria, en especial, la vanguardia cultural del París de los años 20, donde, gracias a su preparación cultural, su don de gentes, sus dotes para la conversación, el conocimiento de cinco idiomas, su belleza latina y su atractivo natural, hizo que entre sus amigos íntimos figurara todo el que era alguien en el crisol cultural parisino: Ernest Hemingway , Coco Chanel, Serguéi Diáguilev, Jean Cocteau, Charlie Chaplin, Maurice Ravel , André Breton, Francis Poulenc, Pablo Picasso, Gerturde Stein, Matisse, Igor Stravinsky, Albert Camus , Carlos Gardel, Imperio Argentina, Andrés Segovia, Federico García Lorca, Boris Pasternak , Joan Crawford, Mae West, Marlene Dietrich, Walt Disney…

Inspiración y mecenas

Su vida transcurría en los escenarios de los mejores teatros del mundo: el Carnegie Hall de Nueva York , el Palais Garnier de París, el Teatro de Ópera de Viena o el Teatro Bolshói de Moscú. Compartió la vida con Serguéi Prokófiev, sus éxitos y sus fracasos. Dicen que las mejores composiciones del « león de la revolución musical » se debieron a Lina. Ella fue parte, inspiración y mecenas de su música, sus conciertos para piano, sus ballets, sus óperas: «Romeo y Julieta», «Guerra y Paz», «La Cenicienta», «Pedro y el Lobo», su «Sinfonía Clásica» o «La Suite Escita». Su sueño de convertirse en cantante se diluyó por su miedo escénico, herencia de su padre. Así que optó por convertirse en la cabeza y el motor de la producción musical de Prokófiev. «Convenza a su marido. Sé que solo usted puede hacerlo», le dijo Natalia Sats , fundadora del Teatro Musical Infantil, hija del compositor Iliá Sats y esposa de Mijaíl Tukhachevsky , el Mariscal Rojo de Stalin. Lina lo logró. Prokófiev aceptó componer una pieza musical para que los niños comenzaran a distinguir los instrumentos de una orquesta sinfónica. Le llevó cuatro meses producir la música de « Pedro y el Lobo », que se representa cada año por Navidad en los teatros de casi todo el mundo.

Pero Lina también vivió lo peor del siglo XX: el miedo, la tortura, los campos de concentración del régimen estalinista, la prisión, las injusticias, las acusaciones falsas, las campañas de hostigamiento. Todo empezó en 1936, cuando Prokófiev accedió a regresar a Moscú por petición de Stalin , confiando en convertirse en el compositor favorito del pueblo soviético bajo la protección del « Padrecito de los pueblos ». Así fue hasta que el régimen estalinista empezó a considerarle un contrarrevolucionario, acusándole de formalista y enemigo del pueblo, prohibiendo sus obras y con la advertencia de terminar en un gulag como muchos otros artistas.

La principal amenaza para el compositor era su mujer occidental y la gran influencia que ejercía sobre él. Para Stalin, Lina frecuentaba demasiados actos culturales, bailes, fiestas, encuentros celebrados en embajadas extranjeras, algo que para el Partido solo podía significar una cosa: la esposa de Prokófiev era una espía extranjera y, por tanto, una traidora al pueblo soviético. El 20 de febrero de 1948, Lina fue detenida en su casa de la calle Chkalov, la misma donde había convencido a Serguéi de que compusiera «Pedro y el Lobo». Fue conducida a la prisión de la Lubianka, donde fue torturada durante meses con la intención de sacarle una confesión de sus crímenes, por inexistentes que éstos fueran. Al final, y previa amenaza de ir contra sus hijos y contra el propio Prokófiev -ya por entonces casado en segundas nupcias con una joven estudiante de literatura, Mira Mendelson , afín al Partido Comunista de Stalin y que, según las malas lenguas, fue el propio Stalin quien la puso en el camino de Prokófiev para desestabilizar su obra y su familia- firmó una confesión en la que reconocía su delito: «traición a la patria y espionaje de una potencia extranjera».

Veinte años de condena

V

Lina Prokófiev, tras el gulag

einte años de condena en el gulag de Abez , cerca de Vorkutá, uno de los campos de concentración más severos, donde el invierno duraba ocho meses y la temperatura superaba los 50 grados bajo cero. Ocho años sobrevivió en el gulag. Su pesadilla no terminó con la muerte de Stalin el 5 de marzo de 1953. De hecho, su infierno comenzó entonces, aunque no lo supiera hasta meses más tarde: el amor de su vida, el hombre al que admiró, idolatró e inspiró, Serguéi Prokófiev , había fallecido el mismo día que Stalin, cincuenta minutos antes. Sus amigos no pudieron enviarle ni una corona de flores porque todas eran para Stalin. El cuerpo sin vida del compositor fue retenido en la casa familiar, cerca de la Plaza Roja , porque las exequias por el fallecimiento de Stalin impidieron su traslado.

Quizá la mayor venganza de Lina , brindada por el mismo destino que le arrebató su vida soñada, fue sobrevivir a todos: a Iósif Stalin , a Serguéi Prokófiev, y a la propia Mira Mendelson. Lina murió en enero de 1989, una fecha no muy lejana en la historia para haber conocido a un personaje poseedor de una vida realmente vivida, en toda la extensión de su palabra. Cuentan que no era muy amiga de relatar su vida , especialmente lo relativo a su estancia en el gulag, y que incluso destruyó algunos bocetos de una supuesta biografía suya. Quizá fuera por un celo medido de su intimidad, o de sus secretos, que a buen seguro irían también de la mano de los secretos del siglo XX. La sucinta reflexión del escritor Pierre Reverdy , escrita en un papel para ser leída por su amada Coco Chanel , definiría bastante a Lina Codina: «Qué sería de los sueños si la gente fuera feliz». El amor de Lina hacia Serguéi fue como la música del compositor, según sus propia palabras: «Está más allá del tiempo y del espacio».

Lina Prokófiev: música, espionaje y traición

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación