Julio Camba, «la inteligencia más pura y elegante de España», pero en los 80 citarlo era de facha

Luis Calvo, director de ABC, dijo de él que era el cronista más agudo, divertido y sarcástico

Ignacio Ruiz-Quintano

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Julio Camba es el único gato que ha dado el periodismo español. Todo lo demás han sido o perros (cuzcos) o pájaros (de cuenta).

–¿Camba no es el que se descojonaba de la República? –oí decir una vez a un director que luego se presentó al premio Camba (¿habrá algo más a la contra de Camba qu e un premio Camba , cosa que, desde luego, encantaría a Camba?).

En los 70, en Madrid, los renacuajos de la demonarquía (gobierno de las ranas, para Alejandro Sawa) literaria se alimentan de Umbral , pero a Umbral uno lo trae leído de la provincia, y en la capital se le hace un Amilibia perdido en el cruce de la «inmensa minoría» de Juan Ramón y la «inmensa mayoría» de Blas de Otero , entre la mística un poco cochinona de don Pedro Sainz Rodríguez y la poesía pesadísima de Celaya , que era social, como la policía política.

El escaqueo del Periodismo complutense, donde te metes en un lío si opinas que la democracia representativa es cosa más de Hamilton que de Suárez y Carrillo , está en Camba, aunque citarlo en los 80 , cuando nadie lo lee, es de facha . Así que, entre Umbral, el contraportadista de «El País» (lo tratamos en los cotillones de Pilar Trenas en su casa de las afueras, donde le levantas la copa al mismísimo Pepe Martín, conde de Montecristo), y Camba, el portadista de ABC (sus artículos arrancan en portada), uno mira a Ullán (¡bendecido por Ruano!), que un agosto le levanta la última de «El País» a Umbral y que te da la distancia buena en un oficio en el que t odo lo que no cambia de espacio, cambia de tiempo .

No te imaginas a Camba en ese mercado de giliporcelanas madrileño de las negritas («a cada negrita mía, diez de las tuyas»), morse del prestigio de la recita.

A Camba lo sorprende una tarde Bonafoux restregándose las legañas frente a un buzón de Correos donde ha echado un artículo, que no puede salir porque el buzón está cerrado por ser domingo y, escéptico y tranquilo, pregunta:

–¿Habrá ocurrido algo importante en este país desde hace unos cinco o seis días?

Camba es gato de tejado . Es decir, la inteligencia más pura y elegante de España (Ortega); el cronista más agudo, divertido y sarcástico del periodismo (Luis Calvo).

–Un gran escritor que no lo sabe, y a quien la profesión, el tener que ganarse la vida escribiendo, le amarga la vida .

Escribe poco y corto (¡escribe a la fuerza!), pero treinta y cuarenta años después de su muerte, el primer lunes de cada mes , sus Amigos (eso que nunca tuvo) se citan en Casa Ciriaco (donde la bomba de Morral, por la que Camba estuvo declarando) para cenar a su salud la gallina en pepitoria de Ángel Chicharro. Allí nos dice José María Alfaro que Ortega llevaba en su cartera un retrato de Gary Cooper.

–Borita, ven, que te embalsamo –le dice al irnos, en el guardarropa, Olano a Borita Casas, desplegando el gabán de falso astracán adquirido con los réditos de «Antoñita». ¿Cómo no echar de menos a todos esos locos fantásticos ?

No sé si Camba seguirá vivo. Su muerto, el que todos llevamos al hombro, inspiró el disparo de Belmonte .

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