Fernando Castro Flórez

Francisco Calvo Serraller, el crítico como artista

Fue uno de los críticos más influyentes de España y pertenecía, sin ningún género de dudas, a la estirpe de crítico de arte que tipificó Baudelaire, con su característico refinamiento e incluso con el perfil del dandy

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Francisco Calvo Serraller ha sido, sin ningún género de dudas, uno de los críticos más influyentes de España. Desde las páginas de «El País», desde los años setenta fue valorando el arte contemporáneo, mostrando su preferencia por artistas como Eduardo Arroyo , Darío Villalba o Miquel Barceló . Catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, dominaba el arte desde el Renacimiento hasta la actualidad. Dirigió infinidad de cursos en instituciones como la Menéndez Pelayo, el Museo Thyssen o el MNCARS y tuvo una relación de colaboración constante con el Museo del Prado del que fue llego a ser director, aunque fuera en un periodo muy breve.

Entre las exposiciones de las que fue comisario destacan «El siglo de Picasso» o «La influencia de Picasso en el arte contemporáneo». Escritor prolífico y ensayista ágil, publicó libros de referencia como «Vanguardia histórica y tradición en el arte español contemporáneo» (1989) o «Libertad de exposición. Una historia del arte diferente» (2000). Dirigió proyectos ambiciosos como la «Enciclopedia del arte español del siglo XX» (1992) y formó, a lo largo de décadas, a generaciones de historiadores del arte.

Junto a su pasión por las artes plásticas destacaba siempre su amor por la literatura de lo que es buena prueba uno de sus libros más inspirados: «La novela del artista». Pertenecía, sin ningún género de dudas, a la estirpe de crítico de arte que tipificó Baudelaire , con su característico refinamiento e incluso con el perfil del dandy. En su escritura destacaba siempre el afán por evitar la acritud, la voluntad de ponderar desde el respeto, la intención de contextualizar históricamente. Tampoco rehuyó las polémicas cuando consideró que era urgente; desde hace años mostraba a las claras su distancia absoluta con la mercantilización del arte y, por supuesto, su antagonismo con arte y en general con la bienalización.

La última vez que pude escucharle fue apenas hace dos semanas en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Había asumido el cometido de pronunciar el discurso de homenaje a su amigo Darío Villalba que falleció recientemente. Sentado y con voz pausada desgranó unas emotivas palabras en las que destacaba la poética excesiva y verdadera de Villalba, recordando que Warhol calificó su estética como «pop soul». Entre los asistentes al acto se encontraba Luis Gordillo, otro artista sobre el que Calvo Serraller escribió lúcidamente en numerosas ocasiones.

En los últimos meses ha desaparecido uno de los «tríos» más determinantes del arte español contemporáneo, Arroyo, Darío Villalba y Calvo Serraller. Compartieron muchas comidas y conversaciones, pero, sobre todo, encarnaban un estilo, una forma de estar en el mundo del arte. Extremadamente cultos y curtidos todos ellos en los años del tardofranquismo, habían tenido un protagonismo enorme en los años de la Transición Cultural. Desaparece con Francisco Calvo Serraller una forma, más allá de lo académico, de entender el arte y la cultura, pero también una forma de dialogar con la tradición y de habitar en ese espacio complejo que son los museos.

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