LITERATURA
La fragilidad de la vida según la escritora novel Consuelo López-Zuriaga
En la novela 'Quizás en otoño', finalista del Premio Nadal 2021, el cáncer rompe los planes de sus protagonistas
![La escritora Consuelo López-Zuriaga](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2021/05/25/consuelo-k94G--1248x698@abc.jpg)
La muerte es un buitre que, como en aquella fotografía de Kevin Carter que mereció el Premio Pulitzer en 1993, se presenta donde estima. Ante quien menos lo merece, en el peor de los escenarios posibles, a menudo cuando nadie la espera con espíritu de enemiga carroñera que se dispone a atacar y deglutir la vida por esa rendija donde no cabe lo predecible. 'Quizás en otoño' , finalista del Premio Nadal 2021, es la crónica de una muerte acechante con la que la escritora Consuelo López-Zuriaga muestra sus credenciales como autora . De su experiencia personal, tras publicar varios relatos, ha obtenido la novela con la que irrumpe en el panorama literario: «También me ha inspirado la obra 'El año del pensamiento mágico', de Joan Didion. Me gustó su falta de victimismo, lo que me dio el tono. Tiene una cita que me golpeó especialmente: 'Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba' . Eso he pretendido capturar: la fragilidad humana».
![Fragmento de la portada](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2021/05/25/quiza-otono-kpxH--220x220@abc.jpeg)
Claudia López, abogada dedicada a los derechos humanos, se convierte de la noche a la mañana en una paciente pasiva de la enfermedad de su pareja, Mauricio, reportero de guerra y escritor. El cáncer ha entrado en su rutina sin avisar . Lo que no halló en esos lugares donde hay miedo hasta de las sombras, como dicen los campesinos, zonas de conflicto en las que perdió amistades al otro lado del teléfono y se jugó la sangre en cada jornada, vino a llamar a la puerta de sus pulmones. De pronto, como todo lo que se mira de soslayo, la muerte quería entrar. Devastándolo todo, anunciando un camino sin retorno.
El relato, sin embargo, lo cuenta quien contempla el deterioro , y no al contrario. Es la mirada de ella, no la de él. Y deja cincelando emociones encontradas un retrato breve en el que el rechazo y la aceptación se toman continuamente la temperatura. «La peor fase de un proceso de estas características es la toma de conciencia de que nada va a ser como antes. Tenía la necesidad de contar cómo lo he vivido y lo entiendo yo . Me considero escritora y me veo en otros registros, pero este tenía que ser mi primer libro», explica.
A través de un texto en el que se suceden imágenes y frases con carácter sentencioso, no busca tanto la lágrima como una reflexión honda que parte de un diagnóstico desfavorable: «¿Acaso se aprende a morir?». Las desigualdades que azotan al mundo actual , perspectiva de interés para una escritora novel que durante años ha trabajado en la ayuda humanitaria, sirven como telón de fondo. Y de este contexto se desprende una idea que cruza las páginas de forma transversal: la lucha, social o interna, como única vía cuando se agotan las alternativas.
Juicios de valor y morales que ladran, cabalgan y se imponen . Lo que la protagonista decide y lo que otros opinan sobre sus actos. Ese colarse por un montón de callejones sin salida y encontrar siempre otra puerta cerrada que jamás había valorado. Chamanes y oncólogos . Reproches y ofertas impertinentes que llegan para alzarnos hasta el filo de la navaja. Una dosis mínima de realismo mágico para desviar por un momento el prisma desde el que analizar la realidad y cuerpos umbríos vagando por un decorado que se torna nuevo en cada fase, difícil hasta el extremo; también natural como aquello que nos domina por encima de nuestras querencias. El hombre camina con la vida siempre a punto de romperse entre sus manos. Esa es la definición de la fragilidad y el valor que aquí se expone: la persistente amenaza de una ausencia en la que «reside el significado de las cosas».
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