El coronavirus también infecta el Diccionario de la lengua española
La RAE discutió en su último pleno, celebrado de forma virtual y presidido por los Reyes, sobre las palabras que ha traído la pandemia
Quién nos iba a decir hace unos meses que era más fácil parar la economía que la lengua, y que un bicho invisible iba a destrozar nuestro mundo y a obligarnos a vivir a través de las pantallas, fuéramos tecnófobos o no. Llegó el estado de alarma, pero nunca el silencio: las horas en casa se llenan de conversaciones, porque el habla sigue siendo uno de los grandes inventos de la humanidad, y encima es gratis. Por eso no dejan de pulular ahí nuevas palabras que, de tanto repetirlas, parece que llevan con nosotros toda la vida. Estamos de confinamiento o cuarententa por culpa del coronavirus o Covid-19 , que ha causado una pandemia , y ahora, ya pasado el dichoso pico , mientras doblegamos la curva , no podemos dejar de pensar en la desescalada o desconfinamiento , en la vuelta a la normalidad , que por lo visto va a ser nueva... En fin, una fiesta de neologismos y matices y giros lingüísticos en la que alguien tiene que poner un poco orden.
Si abrimos (es un decir) el Diccionario de la lengua no encontraremos por ninguna parte la entrada de videollamada, pero ayer la Real Academia Española (RAE) celebró el tercer pleno virtual de su historia por esta vía y con el objetivo de limpiar, fijar y dar esplendor, como siempre. Los académicos se dedicaron a discutir todos los cambios lingüísticos que ha traído consigo este maldito virus, y las palabras que más se están utilizado durante la pandemia. Lo hicieron, además, con la participación de los Reyes , que por cuarta vez presidieron tan solemne acto, pero que en esta ocasión se tuvieron que conectar desde el Palacio de la Zarzuela.
«Si la situación es nueva, ¿cómo no va a haber palabras nuevas?», comenta una académica al otro lado del teléfono. En las crisis, las palabras nacen o mutan, y plantean dudas, muchísimas, dentro y fuera de los plenos: solo en marzo, la versión web del Diccionario registró 84 millones de visitas (un 27% más que el mes anterior), y se espera que la cifra alcance los 100 millones en abril. Ahí va una cuestión difícil: no se sabe si aceptar o no que Covid-19 se utilice en masculino, pues según las siglas inglesas, la «d» pertenece a «disease», que significa enfermedad, por lo que debería ser femenino, tal y como repite la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, el uso general va por otro lado… Toca hacer equilibrismos, toca pensar.
El dichoso confinamiento también requiere una revisión, o por lo menos un vistazo, pues en su acepción actual va ligado a lo penal, a un castigo. «Históricamente, además, los confinamientos no eran en la casa de uno… En la actualidad, lo utilizamos en un sentido voluntario, casi de autoconfinamiento. Es razonable un cambio», afirma un académico. Lo mismo ocurre con morgue , que solo se recoge como «depósito de cadáveres». La cuarentena , en cambio, plantea un problema verbal: ¿se dice cuarentenar, cuarentenear o encuarentenar? Y mascarilla exige un trabajo diferente, que es el de recoger todas las formas en las que se nombra este objeto a lo largo y ancho del territorio hispanohablante. Tres ejemplos de sinónimos exóticos: barbijo, nasobuco, tapaboca. En resumen: «Hay que ver qué palabras se están usando en los otros espacios del español».
Sobre la « nueva normalidad » no se debatió ayer por tratarse de una composición, no un término, aunque alguno la compara con el neomodernismo y cree que el invento no durará mucho. En su perfil de Twitter (@RAEinforma) sí se explayaron un poco con este asunto: «Con esa expresión se quiere aludir a lo que va a ser la normalidad (“situación no extraordinaria”) a partir del momento del que se habla, que no coincide exactamente con el concepto de normalidad que se ha tenido hasta entonces».
La famosa desescalada es, al parecer de varios académicos, «gramaticalmente impecable», aunque los gustos difieren. Una opinión: «No me hace feliz, no me parece bonita». Otra: «Es un término perfectamente construido, y en el Diccionario se recoge escalada con una significación que se ajusta al caso actual». Y otra más: «Ni me gusta ni no, lo que hay que ver es si hemos captado el significado al traducirla del inglés». Una cuarta voz añade que es un buen ejemplo de palabra que tiene su génesis en la comunicación política y no en el pueblo. Como todo neologismo, claro, tendrá que demostrar que no es una palabra efímera antes de entrar en el Diccionario.
De fondo, más allá de las argumentaciones a favor y en contra de tal o cual modificación, la certeza impepinable de que, en esto de la lengua, todo cambia: no puede masticarse dos veces la misma expresión. «Todas las palabras están en continuo movimiento . Patriarca no significa lo mismo ahora que hace 30 años, hay matices. Es sorprendente ver cómo en las comisiones y los plenos siempre salen nuevos matices de las palabras, cómo el tiempo y el uso y las costumbres sociales las van cambiando», apunta, en conversación telefónica, otro académico.
En el pleno intervinieron como ponentes Paz Battaner, Mario Vargas Llosa, Santiago Muñoz Machado, Ignacio Bosque y Francisco Rico, entre otros. Además, como cada vez que participan los Reyes, se expuso brevemente el estado actual de la Academia, sus objetivos y sus próximos proyectos. Se mencionó, por tanto, la nueva edición (la número 24) del Diccionario de la lengua española, así como el trabajo en el Diccionario panhipánico del español jurídico, actualizado con nuevas bases de datos, y también la construcción del Nuevo diccionario histórico. Además, se anunció la creación de un libro («Crónica de la lengua española 2020») en el que contarán los quehaceres de a Academia durante este año, con el fin de acercar su labor al público. Eso sí: ya sean analógicos o digitales, los plenos seguirán siendo cerrados y la norma es guardar el secreto de las deliberaciones.
Desde la institución cuentan que los plenos se realizan por Zoom , que hasta hace poco era solo un «objetivo de distancia focal variable», pero que ahora es una herramienta esencial para teletrabajar (una palabra que, por cierto, ya está en el Diccionario). Por todo lo demás, intentan mantener la liturgia, que es una cosa centenaria (¡desde 1713!), aunque a veces hay problemas para conectarse y llamadas a pocos minutos de empezar el pleno pidiendo auxilio técnico. En fin, la vida, que continúa, a pesar de todo, y la lengua, que nunca se para.
Un académico cuenta que les está «cundiendo» la cuarentena más de lo esperado, y que se han adaptado bastante rápido al estado de las cosas, logrando ser productivos. Otro confirma la situación, pero apunta un riesgo que le ronda la cabeza, quizás demasiado leída. «Al final uno se acostumbra. Me da miedo, porque recuerdo una novela maravillosa de Asimov , “El sol desnudo”, donde había un planeta en el que la gente solo se relacionaba de esa manera, con pantallas, y sus habitantes sufrían una agorafobia terrible. Aunque en la novela eran más ambiciosos, y cada sala de estar era un sofá y, alrededor, un montón de pantallas. Yo solo tengo una», confiesa, entre risas.
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