Papel de fumar

El mundo tiembla cuando los ricos se aburren: lo que va de ‘El juego del calamar’ a ‘Succession’

Más allá de la infancia el tedio tiene consecuencias catastróficas: desde unos juegos del hambre actualizados hasta una crisis empresarial de proporciones mundiales. Ojo, va con spoilers

Bruno Pardo Porto

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Todos los pobres necesitan dinero, y esa es su condena; la de los ricos es que tienen que buscar formas de quemar el tiempo (o sus billetes). Los primeros temen morirse de hambre, los segundos de aburrimiento. Y de lo que hay en medio es mejor no hablar, que estamos en Netflix y eso es demasiado complicado. Esta parece la tesis de fondo de ‘ El juego del calamar ’, la producción más vista de la historia de la compañía, según sus propios y opacos datos. Aunque es verdad que ha sido un bombazo, porque en Halloween la muchachada se puso el mono rojo de la serie y no el traje de Don Juan Tenorio…

El punto de partida, que nos vamos, es originalísimo: alguien selecciona a un montón de gente desesperada para montar una especie de juegos del hambre, es decir, una lucha de gladiadores con unos cuantos tipos extravagantes y desagradables viendo el show desde las gradas. No hay leones en la arena, ni falta que hace: el hombre es un lobo para el hombre, etcétera.

La acción sucede en una isla remota. Los organizadores del sarao repiten una y otra vez que todos los presentes han aceptado voluntariamente participar en este macabro campeonato . Es cierto. Pero también es cierto que todos (salvo una extraña excepción) tienen más deudas que dientes en la boca. Y que el premio son un montón de millones de wones (la serie es coreana).

En cada capítulo mueren varias personas. Por ejemplo: juegan al escondite inglés y los que se mueven reciben un tiro certero entre ceja y ceja. O tiran de la cuerda y los que pierden se caen al vacío. Después unos tipos limpian la sangre y se llevan los cuerpos. La cosa funciona a la perfección, como en un campo de concentración : es igual de sostenible. Empiezan 456 jugadores y al final solo queda uno.

La historia podría quedarse ahí y ser una anécdota violenta y entretenida, pero en un giro orsonwelliano descubrimos que el que ha montado esta carnicería es un prestamista viejo y terminal que estaba aburrido y quería volver a sentirse niño, como Nietzsche . «¿Sabes lo que alguien sin dinero tiene en común con alguien que tiene demasiado dinero? Para ambos la vida no es divertida. Si tienes demasiado dinero, no importa lo que compres, comas o bebas, al final todo se vuelve aburrido. (...) Cuando era niño me divertía tanto con mis amigos, hiciera lo que hiciera, que perdía la noción del tiempo. Quería sentir lo mismo una vez más antes de morir», le dice al protagonista y superviviente. Cuando los ricos se aburren el mundo tiembla. Qué peligro tienen los Rosebud y los filósofos alemanes.

En ‘ Succession ’, de HBO, ocurre un poco lo mismo, aunque ahí atajan el tedio de otra forma. Va de una familia milmillonaria y disfuncional que se pelea por ver quién se queda el pastel del padre, que más bien es padrino, y que ha levantado uno de los mayores conglomerados de comunicación del mundo. Este señor tiene tres hijos (y medio) que no se conforman con tener una cantidad obscena de dinero, sino que además quieren fingir que trabajan. No les basta con heredar, también necesitan la placa en la puerta del despacho. (El medio, que no compite por el legado, solo quiere ser presidente de los Estados Unidos ).

El patriarca de 'Succession', interpretado por Brian Cox

Cada vez que mueven un dedo pueden conseguir lo que quieran. Despedir a alguien, para empezar. O tatuar sus propias iniciales en la frente de un mendigo. O encubrir un escándalo de abusos sexuales. Allá donde van hay un coche negro blindado y con los cristales tintados. Tampoco escatiman en helicópteros y en jets privados. Están en ese nivel, y sin embargo son profundamente infelices. No disfrutan ni del sexo . Esto es lo más raro: no hay erotismo alguno en ‘Succession’.

Lo que se desprende de la trama, al cabo, es que más allá de la infancia el aburrimiento tiene consecuencias catastróficas. Hay quien se mete a ‘crossfit’, o a las drogas, o lo que es peor, a la literatura. Pero estos individuos van más allá: quieren gobernar. ¿Por qué? Porque lo más difícil en esta vida es no hacer nada. O porque, como dice Jeremy Strong , uno de los actores principales, «donde el amor está ausente el poder llena el vacío». Algo así escribió Jung .

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