Bruno Pardo Porto - Papel de fumar

El aburrimiento ya no existe, pero el mundo es un coñazo

«Contra lo que se piensa, lo contrario del aburrimiento no es la diversión, sino el encefalograma plano: es un poco como lo del soma y la felicidad»

Bruno Pardo Porto

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El aburrimiento goza últimamente de un prestigio que solo puede explicarse desde la nostalgia . Hay quien echa de menos el aburrimiento, como hay quien echa de menos una resaca: añoramos lo que perdimos, sublimamos lo que está lejos, pedimos que vuelva el ‘Grand Prix’. Ahora parece que no nos aburrimos como antes, pero puede que esto sea cierto, porque la realidad es más compleja que la lógica.

En ‘ La enfermedad del aburrimiento ’ (Alianza), Josefa Ros Velasco propone un repaso por la historia del tedio en Occidente que dice mucho de nosotros: ya resignificábamos las cosas antes de internet. En la Antigüedad el aburrimiento era un vicio vergonzante, propio de aquellos que preferían perder el tiempo a dedicarlo a la comunidad, y en la Edad Media se convirtió en acedia, un hallazgo que tuvo su momento de gloria en algunas listas de pecados capitales. Con el Renacimiento llegó la idea de que el aburrirse era una condición imprescindible para ser un genio (¡Warhol!), y luego, pasito a pasito, el asunto se fue difuminando y complicando hasta llegar a los diagnósticos médicos y psiquiátricos más refinados, que son el último círculo del infierno.

¿Y qué pasa hoy? Hay muchas respuestas posibles: mi favorita es que desde que tenemos smartphones el aburrimiento no existe. Ya nadie come techo por las noches (comes pantalla) y los niños en la mesa se callan y dejan de chillar porque tienen ‘Pocoyó’, y los adultos tienen Tinder, y los abuelos Whatsapp. Y los gatos Instagram. Y después está Netflix, HBO y toda la fauna. Jeff Hammerbacher, antiguo jefe de datos de Facebook, dijo que las mejores mentes de esta generación están devanándose los sesos para que hagas clic en un sitio y no en otro. Esto era el progreso: inventar la realidad y llamarla metaverso , cobrar por lo inmaterial, estar siempre ocupados con tanta lucecita. Así que el aburrimiento ya no existe, pero es un gran negocio. O peor: el aburrimiento ya no existe, pero el mundo es un coñazo. Lo siento, escribir es exagerar.

Contra lo que se piensa, lo contrario del aburrimiento no es la diversión, sino el encefalograma plano: es un poco como lo del soma y la felicidad, como lo del sexo y la masturbación. Explica Ros Velasco que estamos diseñados para aburrirnos. Que sobrevivimos a la selección natural porque nos aburríamos y estábamos alerta (nos distraíamos con el volar de la mosca, y así percibíamos el acecho del tigre). Y que por aburrimiento, también, levantamos imperios y los derrumbamos, nombramos muchos dioses para quedarnos con uno solo, para después matarlo. «El tedio de Europa hizo descubrir América; el tedio del feudalismo provocó la revolución francesa; y el del capitalismo, la revolución rusa. La historia de la humanidad no es más que un largo bostezo de aburrimiento», sentenció Alberto Moravia .

Lo que nos queda, en fin, es reivindicar el derecho a aburrirnos, perder la mirada en algún lugar bello, dejar que el tiempo muera un poco. Y hacer caso a Michi Panero: «En esta vida se puede ser de todo menos un coñazo».

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