Se reencontrarán varios años después. Fernando Torres apenas lo recuerda, pero Edraín Araneda, jugador de la selección de Tahití, guarda el momento en su memoria. No todos los días hace uno de guía turístico de un campeón del mundo, aunque por aquel entonces 'el niño' aún no había marcado el histórico gol en el Ernst Happel de Viena ni mucho menos gritado el tanto de Iniesta en Johanesburgo.
Aquello ocurrió en 2007. Fernando Torres estaba a punto de fichar por el Liverpool. El madrileño se fue con Olalla, su mujer, a uno de los destinos turísticos por excelencia: Tahití. Ahí conoció a Efraín Araneda. El futbolista, de origen chileno, emigró a la isla más grande de la Polinesia Francesa, para trabajar en una empresa local dedicada al turismo. Su labor consistía en recibir en el aeropuerto a los visitantes y, entre sus muchos clientes estaba el delantero español y su mujer. En aquel momento, como ahora, Araneda jugaba en la selección tahitiana pero jamás imaginó encontrarse a España sobre un terreno de juego.
El chileno, que no podrá jugar frente a 'La Roja' por una lesión, cuenta su experiencia en el diario 'Marca' confesando que "aquellos días con Torres fueron maravillosos. Le puse la corona de flores de bienvenida, lo llevé al hotel y luego lo traje cuando se tuvo que ir. De hecho, me acuerdo que se fue antes de la fecha prevista pues debía firmar con el Liverpool". "Me acuerdo que estaba por irse del Atlético y le pregunté si se iría al Madrid o al Barça. Me dijo que al Real Madrid ni loco".
Pese a no estar disponible para jugar el partido en el estadio Mineirao de Belo Horizonte, Araneda sueña con un recuerdo del ahora delantero del Chelsea: "Me gustaría que Fernando me regale su camiseta al final del partido: Sería una gran ilusión que se acordara de mi", explicó el jugador. El chileno es consciente de lo que supone enfrentarse a una selección que lo ha ganado todo. "Sabemo que hay un abismo de diferencia entre ambos equipos. El mensaje es disfrutar y tener respeto por ellos. No vamos a darles patadas y dañarles, ni mucho menos". El jugador no solo ha recibido a Torres en el aeropuerto. En estos años, siempre que viene un futbolista, acude él. Así pasó con Ronaldo, Buffon o Cassano.
El disputar el partido ya es todo un premio para los jugadores de Tahití. A diferencia de las otras siete selecciones participantes en la Confederaciones, ellos ven el fútbol como una manera de divertirse, no como una forma de vida. Mientras los demás jugadores ganan millones de euros por jugar, los oceánicos lo hacen por placer. La mayoría nunca estuvo en otro continente ni ha asistido a ruedas de prensa. "Vivimos un cuento de hadas", reconoció el entrenador, Eddy Etaeta.
Y es que Tahití no solo es la selección más débil a la que España se haya enfrentado. De los 23 jugadores que componen el combinado oceánico, solo uno es profesional, el delantero Marama Varihua, quien juega en la segunda división griega con el Panthrakikos, el resto realizan actividades comunes: nueve están desempleados, los otros son camioneros, mensajeros, uno maestro de educación física, un contador y un alpinista.