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Los futbolistas uruguayos son gente seria. No permiten ni un solo resquicio para el despiste y se agarran con uñas y dientes a sus recursos como si la vida dependiera de ello. Por eso, ante la opción de una victoria nigeriana que clasificara a los africanos y eliminara a los sudamericanos los charrúas se emplearon a fondo con el corazón que les ha permitido sobrevivir en el fútbol por encima de sus límites. El eterno Forlán volvió a ser su espíritu y salvador en su regreso al once inicial.
Empezó el equipo uruguayo con el arrojo propio de sus genes y con la valentía de tres puntas con el cuchillo entre los dientes. Luis Suárez, Cavani y Forlán persiguieron a los despistados defensas nigerianos a la caza de un tanto que les adelantara en la clasificación pero el inusual goleador resultó ser Lugano con más fe que talento. El veterano central se encontró un balón suelto en uno de las peligrosas jugadas a balón parado iniciadas por Forlán y su zurda empujó el balón a la red ante la sorpresa propia y ajena.
Con la desventaja, el trayecto se empinó para los africanos cuando Arévalo Ríos lesionó a Oduamadi, el inspirado ‘trigoleador’ contra Tahití. Los aguerridos defensas charrúas mantenían apretados los dientes y su tradicional capacidad para pegarse como lapas a sus rivales cuando surgió un asunto inesperado. Obi Mikel recibió un balón en el área y con una suave maniobra abrió hueco con Lugano y clavó con su zurda la igualada. El central celeste de 32 años había soltado a su presa obligado por la arriesgada defensa de tres ordenada por Tabárez y los centímetros resultaron letales.
El empate espoleó a los nigerianos y su felicidad no fue mayor porque antes del descanso Muslera salvó un amenazador cabezazo de Ideye. Entonces surgió la alegría de los africanos y se sucedieron sus llegadas al área. Se anunciaba otro éxito de una selección que encadenaba 18 partidos consecutivos sin perder.
Uruguay se retiró a su rincón y pareció noqueado. Pero solo se trataba de una estratagema. Agazapados, los charrúas esperaron la oportunidad que surgió en un contragolpe orquestado por su tridente de talentos que coronó Forlán con un disparo a la escuadra. El alma de Uruguay había urdido las mejores jugadas de estrategia, organizado la resistencia y cumplido con su labor desequilibrante al vestirse por centésima vez con la celeste.
El resto del choque enfrentó dos propuestas enérgicas pero de diferente aplicación. Cada uno exprimió sus condiciones físicas al dictado de los planes pensados por sus entrenadores. Los nigerianos trataron de imponer su ritmo jovial y veloz al tiempo que chocaron con la entrega y prudencia de los uruguayos. Perdonó Cavani al disparar a los cielos un cara a cara con Enyeama y al cabecear un buen servicio de Forlán, Maxi Pereira arrebató su oportunidad a Ideye, Uruguay reforzó su fortaleza con un central más y los africanos terminaron sin amenazar a Muslera.
Los celestes cumplieron con su misión porque con este resultado ambos equipos igualan a puntos en la clasificación. Ante la previsible victoria de los sudamericanos sobre Tahití los africanos se verán obligados a la dificíl tarea vencer a España en la última jornada si quieren alcanzar las semifinales.
