El «culebrón» de la ciencia: exageraciones, mentiras y fraudes históricos

Esta semana salió a la luz el engaño de Anil Potti, que se inventó los resultados de su investigación sobre el cáncer. Pero hay muchos casos en los que se ha recurrido a la picaresca, aunque la ciencia cuenta con varios «sistemas» para evitarlo

El cráneo de Piltdown fue construido con trozos de huesos de humanos y primates para simular ser un fósil del «eslabón perdido» J. Arthur Thomson

ABC.ES

El éxito entre la comunidad científica es proporcional al número de publicaciones que se realizan en revistas de alto índice de impacto, que son aquellas más influyentes y respetadas. El secreto está en realizar investigaciones que obtengan una buena cantidad de resultados y, si son concluyentes, mejor. Pero, tal como dijo Venkri Ramakrishnan , investigador y premio Nobel en Fisiología y Medicina, «en ciencia, el 99% de las veces, las cosas no salen bien».

Dado que los contratos y los salarios pueden depender de lo que se publica, hay personas dispuestas a maquillar los resultados o incluso a forzar su investigación hasta los límites del fraude. Por ejemplo, esta semana salió a la luz el caso del investigador Anil Potti , quien había asegurado hace años haber conseguido un revolucionario hallazgo para combatir el cáncer, que incluso podría salvar 10.000 vidas al año, cuando en realidad su «milagro» no estaba basado en evidencias científicas sino en una burda mentira. Pero, la historia de la ciencia ya ha dejado fraudes aún más escandalosos.

Quizás el caso más famoso es el del investigador surcoreano Hwang Woo-suk, quien fue condenado a dos años de cárcel por cometer uno de los mayores fraudes de la historia de la ciencia: Woo-suk y su equipo engañaron al mundo en 2004 al anunciar que habían conseguido clonar por primera vez embriones humanos . La comunidad científica dio por buena y aplaudió la asombrosa noticia, que fue publicada en la revista «Science», una de las más prestigiosas, y difundida por medios de comunicación de todo el mundo. Pero tal avance era simple y llanamente mentira.

Un cráneo de mentira

Charles Dawson, con el falso cráneo

Los resultados era dignos de un premio Nobel, pero los días pasaron y aumentaron las dudas. Aunque al principio eminentes científicos se congratularon de la noticia, poco después del anuncio comenzaron a surgir las voces críticas , que sostenían que se podía haber confundido el «santo grial» con el simple y vulgar polvo cósmico.

Meses después, los científicos responsables de la brillante publicación reconocieron que hacían falta más estudios para confirmar su otrora genial hallazgo. Lo que fue al principio un jarro de agua fría, también fue un toque de atención hacia la necesidad de no precipitarse en el anuncio de los grandes descubrimientos.

¿Cómo se evitan los fraudes?

En una era en la que la investigación es motor de progreso y es capaz de tener repercusiones globales, las consecuencias de los engaños y los fraudes también lo son. Por ello, existen multitud de organismos encargados de verificar la integridad de las publicaciones científicas, ya sea a nivel de país, como la Oficina por la Integridad de las Investigaciones de Estados Unidos , o a nivel de instituciones, como es el caso del Comité de Integridad científica del Instituto de Salud Carlos III.

Además, de forma habitual el trabajo de los investigadores es filtrado por las revistas científicas que publican sus estudios. A diferencia de las revistas convencionales, para poder publicar un artículo en una de estas revistas el trabajo ha de pasar una revisión por parte de un equipo de científicos que tienen que analizar si el diseño del estudio es correcto, si los resultados pueden reproducirse o si el trabajo es relevante.

Cuando no es así, se pueden pedir modificaciones y experimentos adicionales antes de publicar el artículo. En otros casos, el estudio puede ser rechazado directamente.

Una vez publicado, pueden pasar años antes de detectarse un error o un fraude , debido a que, en muchos casos las investigaciones son arduas y complejas. Pero, con el paso de las semanas, la comunidad científica accede al artículo y reproduce los experimentos para comprobar que funcionen, o bien hacen sus propios experimentos para ver si concuerdan con los resultados publicados. Si la publicación es buena y rigurosa, permanece en el tiempo, y otros autores se apoyan sobre sus hombros y la emplean como punto de partida.

Moraleja

El conocimiento científico es, en general, provisional. Lo que se sabe está siempre sujeto a revisión y a nuevas investigaciones que digan lo contrario. Solo en algunos casos las hipótesis provisionales se convierten en teorías más asentadas. Esto, dicho de otro modo, implica que nunca se deja de aprender.

Con todo, el trabajo científico es víctima de las mismas tentaciones que afectan a cualquier persona y a cualquier otra actividad. Tal como dijo Richard Smith , ex editor del British Medical Journal (BMJ), sería una ingenuidad pensar que la investigación es una excepción a las faltas que el hombre comete en otras actividades.

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