Falseó los datos y proclamó un hallazgo mundial contra el cáncer
La técnica genética de Anil Potti, que nunca funcionó en las pruebas clínicas, pasó el filtro de las revistas científicas
No es un paso atrás en la lucha contra el cáncer. Sencillamente, nunca hubo paso adelante. El investigador médico indio Anil Potti, de 43 años, falseó los resultados de sus trabajos antes de lograr supuestamente un revolucionario hallazgo para combatir la enfermedad: una técnica genética que permitiría detectar a tiempo el mal y acertar en la quimioterapia, con apenas un 10% de margen de error .
Nueve años después del anuncio, la llamada Oficina por la Integridad de las Investigaciones, un organismo federal que hace seguimiento de los avances científicos en Estados Unidos, ha confirmado oficialmente que Potti cometió una manipulación de los datos científicos. El carpetazo al caso deja un reguero de reconocimientos y decepciones, desde que Potti se convirtiera en estrella mediática para anunciar su buena nueva hasta la rectificación autoimpuesta de las nueve prestigiosas revistas que difundieron el hallazgo.
La supuesta técnica permitía detectar a tiempo el cáncer de pulmón y acertar en la quimioterapia con solo un 10% de error
Una lectura de los titulares de entonces da una idea de la dimensión de fraude. Para unos, el descubrimiento podría salvar 10.000 vidas al año. El propio doctor lo calificó de “huella única de cada paciente, capaz de predecir de forma temprana el cáncer de pulmón y las posibilidades de supervivencia”. Para la mayoría, el avance verdadero era vencer la batalla contra los efectos de la quimioterapia, que, como es sabido, a veces resulta ser el mayor enemigo de la enfermedad, ante la dificultad de acertar en el tipo de tratamiento.
La investigación oficial ordinaria abierta para seguir la evolución de los trabajos descubrió ya en primera instancia que los resultados habían sido “alterados”, como confirmó este lunes el organismo federal. Frente a las conclusiones presentadas por Potti de que seis de los 33 pacientes habían respondido favorablemente a sus pruebas, la realidad es que sólo experimentó con cuatro personas, y con ninguna de ellas hubo resultados positivos. En paralelo a la investigación abierta por la oficina federal, algunas publicaciones también habían descubierto indicios del fraude.
Una vez en la picota, el investigador dimitió de su puesto en la universidad. Pero la Oficina federal tan sólo le obligó mediante acuerdo a no trabajar en investigaciones oficiales durante cinco años, periodo que vence ahora. Un castigo que al mundo científico y médico y, sobre todo, a los pacientes que se sometieron a las pruebas, les pareció insignificante. Incluido el hecho de que pese a haber acumulado reprimendas de los colegios médicos de Carolina del Norte y Misuri , Anil Potti logró un puesto al año siguiente en un centro del cáncer de Dakota del Norte, donde se niega a hablar del asunto.