La Comisión Científica del Pacífico, la última gran aventura de España en el Nuevo Mundo

En 1862 la reina Isabel II ordenó la puesta en marcha de una expedición para retratar la naturaleza y a las gentes de América

Retrato de los seis naturalistas de la Comisión Científica del Pacífico hecho por Rafael Castro y Ordóñez en Montevideo hacia diciembre de 1862. De pie, y de izquierda a derecha: el antropólogo Manuel Almagro y Vega, el zoólogo Francisco de Paula Martínez y Sáez, el botánico Juan Isern Battló y Carrera, y el entomólogo y geólogo Fernando Amor y Mayor. En el centro el presidente de la Comisión el conquiliólogo Francisco María Paz y Membiela. Sentado en el suelo, en primer plano, el zoólogo Marcos Jiménez de la Espada. Rafael Castro y Ordóñez

Pedro Gargantilla

Tras medio siglo de indolencia, en 1862 la reina Isabel II ordenó, de forma apresurada, la puesta en marcha de una expedición que surcase los océanos con la finalidad de recabar información en diferentes áreas del conocimiento –zoología, botánica, biología, arqueología y geología–, y que, además, fotografiase poblaciones y gentes.

Con esta epopeya se intentaba recobrar el espíritu de la tradición científica española de finales del siglo XVIII, con figuras y expediciones tan memorables como las realizadas por Sessé y Mociño en la Nueva España; Hipólito Ruiz y José Pavón en Perú; Celestino Mutis en Nueva Granada o la más conocida, la llevada a cabo por Bustamante y Malaspina.

Constituyó el último intento para encerrar la naturaleza exótica americana entre las vitrinas de nuestros museos. Un afán por encontrar lo auténtico, desprenderse de la cotidianeidad y de las sombras de la vulgaridad, un esfuerzo por encontrar en escenarios salvajes los ideales que habían desaparecido de la península.

Durante tres años (1862-1865) los comisionados –profesores de ciencias naturales– recorrieron gran parte de Sudamérica, Centroamérica y California.

La última gran empresa de ultramar

El diez de agosto de 1862 partió del puerto de Cádiz la conocida como « Expedición Científica del Pacífico », bajo el mando militar del contraalmirante Luis H Pinzón y con una exigua dotación: una goleta (Covadonga) y dos fragatas (Resolución y Triunfo).

Los expedicionarios cruzaron el Cabo de Hornos, atravesaron la pampa argentina, el desierto de Atacama, investigaron restos arqueológicos andinos y enviaron más de ochenta y dos mil ejemplares a España, todos ellos con su correspondiente nomenclatura científica.

Un periplo inspirado, sin duda, en la figura de Alexander von Humboldt , un explorador prusiano, hijo del romanticismo, que escudriñó llanuras, volcanes y ríos de Sudamérica.

En varias ocasiones la expedición se fragmentó para hacer más fructífera la recogida de las muestras. Entre la multitud de tesoros que se trajeron a España destacan diamantes de Brasil, pepitas de oro de California , cobre nativo del desierto de Atacama, corteza de quina, osos hormigueros…

Dibujante, fotógrafo y cronista

Uno de los aspectos más innovadores de la gesta fue la incorporación de un dibujante a la expedición – Rafael Castro y Ordóñez –, que además hacía las veces de cronista y de fotógrafo.

La verdad es que se desconoce si Rafael Castro poseía conocimientos de fotografía en el momento de adscribirse a la Comisión Científica del Pacífico, pero sí tenemos constancia de que durante semanas recibió instrucciones del fotógrafo más reputado de la época, el británico Charles Clifford, afincado en la capital madrileña.

Estación de tren de Chañarcillo, en Atacama, Chile, en 1862 Rafael Castro y Ordóñez

De las fotografías que efectuó se conservan en la actualidad más de medio millar, en donde se nos muestra las gentes, las ciudades y la naturaleza americana en toda su magnificencia.

En 1866 tuvo lugar una exposición en el Real Jardín Botánico, en donde se presentó miles de objetos traídos del Nuevo Mundo, que después se disgregaron en varias instituciones de la Corona. De esta forma se hacía evidente, una vez más, el desequilibrio entre el esfuerzo organizativo de las expediciones y sus resultados científicos , que quedaban aparcados en el rincón del olvido.

Lejos de recibir los laurales por un trabajo bien hecho, los siete comisionados originarios (Castro y Ordóñez, Almagro, Martínez y Sáez, Isern, Amor, Jiménez de la Espada y Membiela) perdieron su vida, bien durante la investigación o como consecuencia de la misma. ¿Quién se acuerda ahora de ellos?

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación .

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