Cádiz CF
¡Somos de Primera!
«Opté por cortar por lo sano en esta dramática ocasión. No vi ninguno. Ni siquiera supe, a lo largo de los 90 minutos, cómo evolucionaban los marcadores»
«Me atrincheré en el palco de prensa de la Plaza de Toros de Sanlúcar para enviar a este periódico la crónica del festejo y conocí la permanencia del Cádiz CF por la exultante llamada de mis hijos»
![El Cádiz CF seguirá una temporada más en Primera.](https://s2.abcstatics.com/media/canal-amarillo/2022/05/26/v/cadizcf-primera-kRwD--1248x698@abc.jpg)
El fútbol nos lo debía y el fútbol nos lo devolvió. Elementos casi arcanos, fuerzas cósmicas conjugadas, confabulación de hados, algo grande hubo de configurarse la tarde del ya siempre recordado 22 de mayo para que, mientras daba paso al crepúsculo bajo una tormenta, propiciara esa explosión de alegría amarilla y azul.
No siempre íbamos a salir perjudicados en ese aleatorio reparto de grandezas y tragedias que este imprevisible deporte dictamina, según qué desconocido capricho. Porque muchas veces no se trata de jugar mejor o peor, de contar con mejores o peores jugadores, de tener más o menos convencimiento en las propias posibilidades, lo que realmente determina el éxito o el fracaso en un partido o de toda una temporada es ese centímetro, esos imperceptibles milímetros que hacen que un balón entre en la portería o se estrelle contra el poste, que el disparo de un penalti se introduzca en el marco junto al palo o salga fuera rozándolo.
La cruz de tan incontrolables eventualidades las sufrimos una semana antes frente al Real Madrid, la cara la gozamos este domingo en Los Cármenes. Tanta incertidumbre, tanto nerviosismo, tanto padecimiento sufrido, al final, han merecido la pena. Tal cúmulo de pesares bien valen una salvación. Muchos estábamos convencidos de que la victoria en Vitoria, valga la casi redundancia feliz, nos otorgaría la permanencia, pero fue demasiado arduo, resultó excesivamente atroz el taquicárdico desenlace acaecido en otros campos.
Y como poseemos un solo cuerpo y no podemos repartir tres porciones de alma sufriente en distintos estadios de la geografía, personalmente opté por cortar por lo sano en esta dramática ocasión. No vi ninguno. Ni siquiera supe, a lo largo de los noventa minutos, cómo evolucionaban los marcadores. Me atrincheré en el palco de prensa de la Plaza de Toros de Sanlúcar para enviar a este periódico la crónica del festejo. Ajeno al fútbol, pendiente al ruedo, aunque un puñal de gélida ansiedad me hería, punzante, durante toda la tarde. Finalizada la corrida, concluidos los partidos, la exultante llamada de mis hijos me lo anunciaron: ¡Somos de Primera!
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