Mauricio García - Cádiz CF

La revolución de los obreros

Quizás confundimos ser obreros del fútbol con no poder crear y correr a la vez, sin ser consciente que las dos cosas se pueden hacer

Algo pasó que el equipo creyó en que el trabajo no está reñido con la valentía de ir por el rival

No me equivoco si digo que al menos, de momento, hemos vuelto a empezar a creer

El Cádiz CF vuelve a soñar con la permanencia en Primera. EFE

Mauricio García

Quizás habíamos asumido, de forma errónea, que éramos obreros del fútbol y eso implicaba ser feo, no estar a la altura de una élite donde la única forma de sobrevivir era tapar y correr. Como si los demás no corrieran, como si el Celta de Víctor Fernández en su época, el Barça de Guardiola o el Madrid de Ancelotti no corriera en sus contras.

Quizás confundimos ser obreros del fútbol con no poder crear y correr a la vez, sin ser consciente que las dos cosas se pueden hacer cuando se pone criterio como elemento fundamental desde lo simple, sin florituras. Quizás dejamos de pensar que entre el catenaccio italiano puro y la plasticidad de la España campeona del mundo y de Europa había un abanico de posibilidades que también eran válidas.

El éxito en esa forma de ver el fútbol desde la inferioridad nos dio resultado y éxito, pero llegó un momento en que nos ahogamos y al equipo obrero le pesó el sistema, el único que creía conocer por reiteración.

No sé cuál fue la charla de Sergio en el descanso del partido contra el Español. Algo le dijo a sus chicos que pareció como una especie de liberación. Y es que un equipo no da un giro de 180 grados de un tiempo a otro si no es desde lo mental.

Algo pasó que el equipo creyó en que el trabajo no está reñido con la valentía de ir por el rival, que morir atacando era más digno que morir arrodillado en tu propia área y que sus aficionados merecían, al menos, ver cómo intentaban luchar en busca de la victoria aunque la contienda fuera descompensada.

Un par de movimientos en el tablero de ajedrez y un cambio mental sirvió para sembrar algo que se había perdido: la creencia. Había que volver a creer en el fútbol, en ese deporte que acepta más de un sistema de juego y con el que se puede ganar desde cualquiera de ellos, desde el de estar encerrados con orden al de atacar desde la anarquía. Sabiendo además que entre un extremo y otro hay toda una diversidad de formas.

Tocaba refrendarlo en tierras valencianas y se hizo. Así que con una vuelta de retraso con respecto al inicio de la competición, el equipo se ha situado nuevamente en la casilla de salida con un arma que se había perdido, el de creer.

Tenemos el problema de la urgencia. Cada jornada que pasa es como una hora que se descuenta para la detonación de la bomba del descenso o para desactivarla. Del creer para crecer que debe imperar en todo equipo, parece que se ha conseguido volver a creer. Ahora toca crecer en este nuevo sistema que también vale para un equipo obrero. Porque correr y currar no está reñido con crear y atacar. Que le pregunten a Benzema, Canales, Ocampo, Carrasco o Aspas a ver si no corren.

Quizás asumimos cosas que podían ser cambiadas sin miedo a morir en el intento. Quizás, y siempre dando gloria eterna al gran comandante Cervera, no asumimos que el orden se puede dar en todo el tapete verde. Quizás yo esté equivocado, pero no me equivoco si digo que al menos, de momento, hemos vuelto a empezar a creer.

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