Desde la Platea

Cuartango y Pilongo

ARTÍCULO DE OPINIÓN

El hombre que había visto todos los Trofeos hasta los 90 solo recordaba al equipo al que iba a ver con su hermano al viejo Mirandilla

Cuando lo peor ya no es el resultado

El Cádiz CF falta al respeto a su Trofeo

El fútbol ha cambiado mucho. L. V.
Mauricio García

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El otro día, sentado con el hombre que va perdiendo la memoria y con el que su noción del tiempo más acertada sigue siendo calcular cuando juega el Cádiz CF para preguntarme en el descanso y al final cómo ha quedado, le intenté recordar un partido, al que fui con él de la mano, en el que jugaban Bocoya y Recio en puerta. Era el Cádiz CF de los 80, el primero que yo recuerdo porque fue el que precisamente él me inculcó.

No se acordaba. No recordaba a los Manolito, Dieguito, Escobar, Zúñiga... Le pregunté qué Cádiz CF recordaba y me medio recitó una alineación con Garatea, Cuartango, Pilongo, Bernal, Nené.... La tuve que buscar para saber que era la de la temporada 54/55.

El hombre que había visto todos los Trofeos hasta los 90, el que se salió en los penaltis de la promoción contra el Málaga y los vivió rezando en una habitación, el que veía a su equipo en la tele aferrado a un crucificado, el que me pagó mis primeras entradas y carnés de socios, solo recordaba al equipo al que iba a ver con su hermano al viejo Mirandilla.

De regreso a casa y pensando en la conversación lo único que me vino a la cabeza fue un 'manda cojones'. Porque creí entender que eso era poco más o menos que tener alma cadista, apego a un equipo, a su historia, una manera de vivir el fútbol ligado a una ciudad. Y se me vino a la mente la polémica de este verano, lo de los burofaxes, la ausencia en un acto oficial argumentada en filias y fobias, la obsesión de quien manda en creer que detrás de cada crítica hay alguna mano que mece la cuna de alguna guerra abierta entre acciones, empresarios y gente que no juega a la pelotita.

Ese fútbol moderno lleno de egos, con mandatarios más pendientes de la crítica recibida que de acertar, con tontos de guardia en redes tras un falso nick para defender y atacar a quien ose criticar a los que mandan, con repartidores de carnés de buenos o malos seguidores, con un deporte semiprostituido por lo empresarial por encima del juego o del show por encima del propio periodismo.

Pensé, casi con añoranza, que eso que mi padre recordaba se trataba de un equipo, un juego, un deporte o una competición más pura, quizá más bonita, donde imperaba el simple hecho de ver a tu equipo, el de tu ciudad, jugar y ganar o perder. Una cita semanal que se vivía con ilusión tras una semana en la que entonces no había 'scouting' de 'Youtube' que se sabían todos los jugadores, no existía lo del bloque bajo, medio o de entresuelos, no había club de empresas o no había un ente superior que te ponía el día y la hora de los partidos pensando en el operador televisivo antes que en la propia afición de la ciudad.

Y así llegué hasta casa. Con la convicción de que el próximo sábado volveré a ir con mi hijo de la mano a nuestro lugar de abonado, que en el descanso recibiré la llamada de ese al que le falla la memoria para preguntarme cómo va, y de que el Cádiz CF seguirá siempre, con otros Cuartangos y Pilongos, y que debo quedarme con eso, con disfrutar del equipo de mi ciudad, junto a los míos, y obviar a los mesías del fútbol moderno, más empresarial que deportivo, sus obsesiones, los egos y todo aquel que no entienda que es tener un alma cadista. Disfruten del fútbol. Nos vemos en la platea.

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