Con 'C' de Cádiz
«Por poco me entra la 'depre' el primer día que pisé Cádiz»
Fernando de Souza lleva más de medio siglo amando una ciudad tan gratificante como la mujer por la que sigue dándole sentido a la vida
Fernando de Souza Firmo (Brasil, 1943) va por la calle iluminándola a pesar de su mestizaje. Le persigue, mejor dicho, le ampara, la luz de sus ojos, esos que brillan cuando pronuncia su nombre, Leonor. Su mujer, fallecida hace diez años, es el ... premio más gordo que le ha dado Cádiz, una ciudad a la que llegó hace ya más de medio siglo para echar raíces y risas, muchas risas. Como las que da y recoge a medida que va encontrando conocidos por la calle. Un no parar.
La entrevista, realizada a caballo entre una cafetería que echó el cierre y un delicioso paseo de más de hora y media desde la calle Ancha a la Plaza España, con este médico analista y hematólogo jubilado, da para un libro. Qué diablos para un libro. Da para una vida, la que encierra dentro de un cuerpecito que no le dio para ser militar pero sí para Rey Mago, su dedicación desde hace 30 años en el colegio donde tanto vivió y vivieron sus dos hijos. A los que adora, como a su nieto de cuatro añitos gaditano. A uno lo tiene en Arabia Saudi, al otro más cerca, en Cádiz. Pero da igual, a ambos los lleva en el corazón.
A Fernando le gusta hablar. Mucho, muchísimo. Y es una delicia escucharlo. A su grácil acento brasileño, le suma cantidades industriales de señera educación, que no está reñida con el donaire con el que aliña sus vivencias. Es un placer dialogar con él, pero cuando uno, periodista, va viendo que la entrevista se alarga y se alarga, tiembla ante el trabajito que espera en el ordenador. No importa. Nada. En absoluto. Volverlo a escuchar es una nueva forma de disfrutarlo. Porque personitas como Fernando son un regalo del cielo.
-Usted me suena que es de Brasil y cuando habla ya ni le cuento.
-Soy oriundo de Brasil. Nací en Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, un estado que es mayor que España. Brasil es como Estados Unidos. Aquí llamamos provincias a lo que allí son estados.
-En qué año si se puede saber.
-¡Claro que se puede! No soy nada presumido y eso que en Brasil están las mejores escuelas de cirujía estética y la gente es muy coqueta, pero yo no. Me llamo Fernando porque nací el 30 de mayo del 43. Como mi familia era muy católica y éramos muchos hermanos, hasta trece, mis padres me bautizaron con el nombre del día en el que vine al mundo, San Fernando. Se iban al calendario y no se calentaban la cabeza.
-¿Qué política se llevaba en ese Brasil de su infancia?
-Brasil casi siempre ha sido una república aunque con un ejército muy importante. Cuando nací el presidente era Getúlio Dornelles Vargas , que a su vez lo era del estado Río Grande del Sur. Acabó suicidándose. Como Estados Unidos, tiene unos estados muy independientes, con su gobernador, su cámara de diputados. Brasil es un país continente donde puede caber toda Europa dentro. Tiene 220 millones de habitantes según las últimas estadísticas.
-¿Qué religiones, culturas y razas se congregan en Brasil?
-Catolicismo y protestantismo. Y también está la Umbanda , que no es brujería pero está asociada al espiritismo, pero cuidado, que el espiritismo es una ala derivada del cristianismo. Brasil es un país que la población está compuesta por europeos como los portugueses. Porque nosotros no somos hispanos, somos íberos. El descubridor de Brasil fue el portugués Pedro Álvarez Cabral . Resumiendo, tenemos la raza blanca que vino por los portugueses y como somos un país muy grande y rico tuvimos intentonas de invasión por parte de ingleses, franceses, holandeses... Era la época de la colonización europea y con ella llegó la etapa de la esclavitud, que fue cuando Portugal y demás países buscaban en África mano de obra gratuita por lo que muchos antepasados míos eran esclavos africanos que vinieron al Brasil a trabajar dando origen a la raza mestiza. Y a los blancos, negros y mestizos hay que unirles los indios autóctonos de nuestra selva. La sociedad brasileña es un híbrido de esas razas.
-Y sus raíces, ¿cuáles son?
-Un tatarabuelo mío era negro de Mozambique, también tuve otro antepasado colonizador portugués que procreó con una india. En definitiva, que tengo las tres sangres de mi tierra (india, negra y blanca). En Brasil predomina el mestizaje. Curiosamente, mi padre era más negro que yo y mi madre mestiza.
-¿Qué recuerdos le quedan de esos primeros años de vida en una casa llena de niños? ¿A qué se dedicaban sus padres?
-Brasil estaba muy atrasada, pero mis recuerdos son muy bonitos. Mi madre era ama de casa y mi padre maquinista, funcionario de la red de trenes, que era el medio de transporte más importante para el desarrollo del país. Tuvimos una educación de clase media-baja y nos educaron desde la responsabilidad. La pobre de mi madre tenía que repartir tareas y en mi casa cada uno tenía sus misiones. Yo, al ser el segundo mayor, tenía que dar ejemplo y me tocaba lo peor. Mis padres eran dos sargentos y la educación que nos dieron se basaba en el respeto a los demás y la humildad. Nos sentimos muy orgullosos de lo que somos. En casa no se permitían las peleas. A ver, las peleas eran propias de niños pero dentro de un orden. Si había palabras feas o se iba de madre el castigo estaba asegurado y el tirón de orejas o la bofetada por descontado. Todo el mundo comía a una hora y no existía la pregunta de ¿qué hay de comer? Era una educación diferente a la de ahora pero de la que me siento muy orgulloso porque me ha servido muchísimo para lo que después me ha dado la vida.
-¿Y que le gustaba hacer con sus amigos? ¿Qué ambiente le gustaba tener fuera de casa?
-No era necesario buscarnos una pandilla al ser trece hermanos. La teníamos hecha. Y para colmo, los amigos de mis hermanos eran los míos y al revés. En aquella época jugábamos en calles sin asfaltar. De ahí que de Brasil hayan salido muy buenos futbolistas. Vivíamos en un barrio que se llamaba Boavista, que bien puede ser como Cádiz. De hecho, cuando conocí Cádiz por primera vez me llevé una alegría muy grande porque era igual de pequeñito que en la barriada donde crecí.
-Acabamos de salir del Ateneo, del que es miembro, de una charla de fútbol. Un futbolero como usted con quién se queda. Mágico o Pelé.
-Con Pelé, con el que además me une una vivencia. Lo ví jugar en el Trofeo cuando vino a Cádiz. Yo estudiaba Medicina y el alcalde de entonces, don Jerónimo Almagro, sabía que yo era el único brasileño que andaba por aquí y me dijo 'Fernandito -me llamaba así-, vente conmigo que te voy a meter en la comisión del Trofeo'. Algo así como hacer de relaciones públicas para recibir, hablar y atender a las comitivas de los equipos brasileños. Yo, encantado. Recuerdo una cena de bienvenida en la que también estaba don Santiago Bernabéu y me pusieron en una mesa sentado junto al médico del Santos y Pelé. ¡Estábamos hechos dos chavalines los dos!
-¿Por qué decide estudiar Medicina?
-Uff. Esto tiene su explicación. La historia es muy larga.
-Miedo me da, don Fernando. Si le parece me dice primero con qué edad salió de su país.
-Con 22 0 23 años creo recordar. A esta edad ya me va fallando la memoria. A ver, yo siempre quise estudiar Medicina, era mi ilusión. Estudié en un colegio militar porque en Brasil hubo un golpe de Estado en 1964 . En aquella época las Fuerzas Armadas tenían mucho poder como podrá imaginar. Al ser un país tan grande debía tener un ejército muy importante. El ejército tenía muchos colegios y su profesorado era militar. Había muchas ayudas a las familias numerosas. Mi hermano y yo estudiamos con ellos con la pretensión de haber seguido la carrera militar. Al mismo tiempo también te preparaban para cualquier tipo de carrera civil. Yo siempre quise hacer Medicina y vi la oportunidad de ser médico militar pero no pude hacerlo por mi estatura, ya que pedían un mínimo de 1.75 y yo había salido a mi madre, que era pequeñita. El Estado potenciaba mucho las oposiciones al servicio público ya que entonces no había muchos estudiantes. El Gobierno te apoyaba a trabajar para Correos, Hacienda y demás delegaciones con la idea de que cuando terminases la carrera comenzaras a ejercer y dejaras la plaza para otro joven. Yo era funcionario de Hacienda mientras estudiaba en la universidad nocturna.
-Me estoy liando. A ver, usted estudió Hacienda al mismo tiempo que Medicina. O trabajaba ya en Hacienda. ¿Cómo llega a Medicina, Fernando?
-(risas). Noooo. Yo trabajaba, incentivado por el Gobierno, en Hacienda mientras terminaba de estudiar lo que sería el COU, antes de la Selectividad. Y luego me consiguieron una beca para que me viniese a España a estudiar. Yo conocí al cónsul de España en Belo Horizonte trabajando en Hacienda. Y este señor fue el que me dijo que intentase, como funcionario de Hacienda que era, que mi estado, el de Minas Gerais, me consiguiese una beca. Y así, entre el trabajo en Hacienda y el buen expediente que tenía una vez aprobé la Selectividad, conseguí una beca para estudiar Medicina en Madrid.
-Ajam, en Madrid, pero acaba en Cádiz. ¿Qué ocurrió?
-El frío. Le tenía miedo. Y lo pasé fatal. Llegué a Madrid en septiembre del 67 y duré allí un año mal contado.
-¿A qué colegio mayor fue?
-Al único mixto que había, el de Casa do Brasil . Al lado del Ministerio del Aire, por Moncloa.
-Mítico. Pues ya lo tuvo que pasar mal porque en ese centro se pasaba muy bien y estudiaba no poca gente importante. ¿Tan mal lo pasó?
-Peor. El frío me asustó mucho. (Coincidencia o no, el bueno de Fernando se abrocha hasta arriba el abrigo y se ajusta un poco más la bufanda). Y eso que estaba muy bien en Casa do Brasil, donde además recibía el sueldo que ganaba en Hacienda mientras estudiaba con la beca. Pero es que yo estaba acostumbrado a una temperatura media de 30 grados en Belo Horizonte.
-Ok, Ok... ¿Y cómo consigue que le cambien?
-La gobernanta del colegio mayor se preocupaba mucho por mí porque me veía lo mal que lo estaba pasando. Así que un día me cogió y me dijo 'Fernando, mira, te vamos a mandar a una ciudad del sur que se llama Cádiz, donde hay muchos estudiantes hispanos y tiene un clima muy bueno'. Por entonces estaba Franco y el Ministerio de Educación y Cultura tenía un organismo que se preocupaba por todos los hispanos que estábamos en España. Y por lo visto, Cádiz acogía a muchos sudamericanos, centroamericanos, caribeños o estadounidenses. Entonces no existía la UCA y la Facultad de Medicina pertenecía a la de Sevilla.
-¿Cómo le recibe Cádiz?
-Lo pasé mal al principio. Y eso que el director y la gobernanta del colegio mayor me dijeron antes de coger el tren hacia Cádiz que si lo pasaba mal me volvían a traer de vuelta. Recuerdo que el primer día por poco me entra la 'depre' porque no entendía nada de lo que me hablaban. Yo hablaba muy bien el español, pero porque en la Casa do Brasil coincidí con muchos españoles pero de Valladolid y que me hablaban muy bien y muy despacito. Llegué por la mañana en un tren que venía lleno de soldados, los quintos de la época. Pues bien, yo estaba sentado al lado de ellos y no me enteraba de absolutamente nada de lo rápido que hablaban. Y me dije 'Dios mío, ¿a donde voy?'
-¿Cómo recuerda aquel primer día de los 54 años que lleva en la que ya es su ciudad?
-En cuanto me bajé del tren cogí un taxi que me dejó en una plaza donde había un reloj muy bonito de flores donde ahora se ponen los chicos a dar vueltas sobre un tablero de ajedrez. Era la plaza de España. Total, me llevaron a una pensión catalana de la calle San Francisco que todavía existe. Ahora es un hotel que está pegado a una farmacia. La diferencia fue brutal porque yo venía de la Casa do Brasil y me metieron en un cuarto que estaba en un ático que tenía únicamente una mesita y una palangana. Se me cayeron los palos del sombrajo (jaja). Pero, mira, querer es poder. Mi objetivo era estudiar Medicina. Y punto.
-Pero poco a poco entiendo que se va animando, ¿no? Porque lleva medio siglo aquí.
-Sí, sí. Ya al día siguiente encontré cubanos, norteamericanos, peruanos... Especialmente se portó muy bien conmigo un cubano al que pregunté por dónde se iba a la Facultad. Este compañero me abrió las puertas de su casa. Él estaba casado y vino a estudiar aquí. No sé si le caí en gracia o lo que sea, pero ese compañero me presentó a todos los cubanos, haitianos, venezolanos, colombianos... También había muchos canarios porque todavía no existía la Universidad de La Laguna .
-Y ya asentado, ¿cómo le fue la carrera?
-Gracias a la educación que me dieron mis padres y a las gracias que le tengo que dar a Dios, yo siempre he tenido la condición de ser agradecido. Dar lo mejor de ti a los demás es lo que siempre he procurado hacer. Si voy a una casa no puedo llegar pidiendo sino agradeciendo lo que recibo. Si tú das, recibes. Esa es la norma que me dieron mis padres y con esa norma me gané a Cádiz y a la gente. También el carácter brasileño ha hecho mucho. Soy una persona que le gusta mucho hablar con la gente.
-¿En serio?
-(risas) Sí, sí. Pero es verdad que la gente de Cádiz también me abrió los brazos.
-¿Cuántos años le duró la carrera?
-Cerca de siete años.
-¿En cuántas pensiones, pisos o colegios mayores vivió durante la misma?
-Empecé en esa pensión, pero a medida que voy haciendo amigos y compañeros comparto pisos. El tema es que cada año teníamos que cambiar porque los caseros los alquilaban en verano. Vivía con canarios y en Navidad me quedaba con toda la casa porque ellos se iban con sus familias. También viví por San Lorenzo, Sacramento, en la pensión Doña Manolita, donde estuve conviviendo con un compañero haitiano...
-¿No sería Raynold, el negro de las Pérgolas, no?
-No, no (risas). ¡Buenoooo, no es nadie Raynold! Lo conocí, sí, pero él llegó cuando yo estaba acabando la carrera. Gran persona. Recuerdo que la peculiaridad de los haitianos era la de ser muy buenos estudiantes. Hubo uno que se sacó la carrera en cinco años cuando era de seis. Grande Raynold. Muy buenos recuerdos tengo de él y cada vez que nos vemos los seguimos hablando.
-Sí que lo es. Gran personaje también. Bueno, sigamos. Me decía que se iban mudando año tras año.
-Sí, también viví un año cerca del Colegio de Médicos... Así estoy hasta que terminé la carrera que me fui a una residencia para médicos que tenía el Policlínico. Allí donde está la Universidad, cerca del Parque Genovés.
-¿Iba de vez en cuando a Brasil?
-Noooo, era muy caro. Era inimaginable ir. Además, también me quitaron la beca y me las vi y me las deseé para llegar a fin de mes. Tampoco mis padres pudieron venir a mi boda. Era demasiado caro todo.
-Y las conferencias serían prohibitvas supongo. ¿Cómo hacía para hablar con sus padres?
-Tuve mucha suerte porque gracias a mi carácter conocí a un matrimonio al que le caí en gracia. Los dos trabajaban en Telefónica, que estaba en la calle Ancha. Primero tenía que poner un aviso diciendo que tal día llamaría a tal hora. Entonces, los domingos me llamaba y me enchufaban para que pudiera hablar con ellos casi que lo que quisiera.
-¿Cómo llevó estar tan lejos de la familia?
-Querer es poder, Alfonso. Si quieres estar triste, lo estás. Y si quieres estar alegre, igual. Yo en Cádiz estaba feliz. Recuerdo que con ocasión de las fiestas típicas se me ocurrió ponerme una capa negra que tenía. Me la puse con un traje, un sombrero y una copa y me disfracé del muñeco de Sandeman . Gustó tanto que cuando pasé por la caseta de Sandeman me reclamaron y me invitaron a todo el Jerez del mundo.
-¿Cómo conoce a su mujer?
-Espera, hombre, espera. Para eso queda mucho todavía.
-Ok, ok (risas). Bueno, pues usted dirá. Siga contando lo que quiera. Ancha es Castilla y más lo será esta entrevista. Cuente, cuente.
-(risas). Todo tiene su proceso. A mí me quedaron en Segundo dos asignaturas y fueron con un profesor que era muy duro y exigente, el catedrático don José Maria de Corral Saleta . Él era hijo de uno muy importante de Madrid. Yo creo que a todos los médicos de aquí habrá suspendido alguna vez. Tuve que estudiar tanto la Fisiología y la Bioquímica que cuando las aprobé después de sudar lo mío le pedí ser alumno suyo. Él era director del laboratorio central y me citó allí al dia siguiente a las ocho de la mañana. Así que me formé con él durante el resto de la carrera. Me pagaba algo por trabajar en el laboratorio y me seguía exigiendo para que estudiase más y más. Dios me ayudó mucho.
-Bueno, Dios y usted con el mazo.
-Hombre, eso también, claro. Pero hay que dar siempre. Si te entregas a los demás se suele recibir el doble a lo largo de la vida. Y eso me pasó a mí con don José de Corral, que casi que me adoptó como a un hijo. Bueno, él y su señora doña Amparo. Me cogieron mucho cariño. Hizo de tutor, me exigía, me aconsejaba y hasta me pidieron que cuando tuviese una novia formal se la presentase. Se preocupaban por mí en todos los sentidos. De hecho, fueron mis padrinos de boda.
-No me ha dicho en qué y por qué se especializó en Medicina.
-Entonces no había MIR y como don José de Corral era catedrático de Bioquímica y estuve trabajando tres años con él me dediqué a los análisis clínicos. Y mira que me costó la asignatura en la carrera, pero al final me especialicé en ello.
-¿Cómo era su vida universitaria y de soltero?
-Yo era tuno y tunante (jeje). Y un poco picaflor. Recuerdo de aquellos tiempos que estaba el Pay Pay y el Salón Moderno, que era donde iban muchos compatriotas que venían en barco. A mí me tocaba estudiar y apenas salía porque el dinero no me daba para mucho. Yo había venido a estudiar y querer es poder. Además, don José María se ponía serio cuando había que ponerse. Me aconsejó que una vez terminase la carrera, me pusiera a trabajar y buscase crear una familia. Y que cuando tuviese claro quien podría ser mi mujer, solo entonces, se la presentase a ellos.
-¿Y cuándo fue eso?
-Terminé la carrera en el 73 y eso sería en el 79.
-O sea, cinco años de gamberro ¿no?
-(risas)
-Bueno, ¿cómo conoce a la mujer de su vida?
-Yo vivía en la residencia del Policlínico, donde estaban estudiantes de Medicina y enfermeras.
-No me diga más.
-No, no (risas). Aunque era lo lógico, no fue así. Yo tenía un compañero que me convenció para ir a estudiar inglés a una academia que estaba en la Plaza de España y fue allí donde conocí a Leonor. Me encantó desde el primer momento. De esas cosas que te impactan de primeras. Ella había hecho Magisterio y era profesora e iba a la academia a estudiar inglés.
-Un flechazo en toda regla.
-Y tanto, aunque me lo puso difícil. Además, yo tampoco lo tenía fácil. No hay que olvidar que yo era extranjero, de color y aquí tenían muy mala fama los sudamericanos porque algunos enamoraban a una chica, la dejaban embarazada y desaparecían. Esos eran unos; otros se la llevaban a su país. Eran otros tiempos.
-¿Sus suegros se oponían al romance?
-No puede decirse eso, pero de entrada no es que resultase fácil. Y los comprendía. El padre trabajaba en Astilleros y Leonor tenía un hermano, que curiosamente fue el que más me apoyó al principio. Se me resistió muchísimo. Más de un año. Pero luché por ella porque lo tenía claro. Mucho pico y pala. Yo era de la tuna y venga a rondarla. A los brasileños, además, nos gusta mucho ser románticos y llevar flores a las citas. Pero no sólo a las novias, también a las madres, a las hermanas... Somos así. El poco dinero que tenía me lo gastaba en la Plaza de las Flores comprando ramos. Yo creo que ella se interesaría por mí, buscaría información y lo que escuchaba, tanto ella como sus padres, no era malo. ¡Yo tenía mi mejor de las intenciones! La que más problemas pudo dar fue la madre, en parte lógico, pero al padre y al hermano les caí en gracia. A través de mi cuñado, que era informático en Astilleros, también me acerqué mucho. También tengo que decir que yo en Cádiz tenía muy buena prensa, la verdad. Ellos eran de la Viña, de la calle Ángel. Después se mudaron cerca del cuartel de la Guardia Civil donde ahora hay un Mercadona.
-¿Y cómo era Leonor?
-Más allá de esas lógicas preocupaciones de su familia, Leonor era una mujer muy independiente. Nos casamos el 30 de mayo de 1980 en la iglesia de San Francisco. Fue la mujer que Dios puso en mi camino y he sido muy feliz junto a ella. Ha dejado huérfano a tres, a mis dos hijos y a mí. Leonor era mi compañera, mi amante, mi consejera y mi guía. Era encantadora.
-Bueno, pare ya, que no es plan de ponernos a llorar en plena calle. Hábleme de Cádiz. ¿Qué le ha dado?
-Mi mayor fortuna son mis amigos y Cádiz me lo ha dado todo.
-Además de hijo adoptivo, usted también ha sido Rey Mago en 2010, pero mucho antes ya había hecho sus pinitos. ¿Su color de piel le abrió el trono?
-Sí, sobre todo de joven. Yo siempre he tenido muy buena relación con San Felipe de siempre. En mis tiempos de estudiante yo iba a la residencia Chaminade, que estaba en el tercer piso del colegio. Había muchos cubanos allí y yo iba mucho a estudiar a la biblioteca. Cuando ya nacieron mis hijos, los metí en San Felipe y a los años el director del centro me planteó hacer de Baltasar porque un año antes el padre que lo fue acabó despintado por el sudor y los focos. Y los niños son niños, pero no son tontos. De eso hace 30 años y hasta que pueda me he comprometido a seguir siéndolo. Me encantan los niños. He cambiado hasta guardias para no faltar a mi cita de cada año con Baltasar. Antes de eso, por mi color, ya me cogían para la cabalgata. El alcalde Jerónimo Almagro me hizo ser paje de la cabalgata muchos años. Entonces no había asociacion de los RRMM y los reyes eran gente importante. Yo iba encantado por la comida de gala, que era muy buena y para mí era un lujo comer gambas siendo estudiante. Fui un montón de años pajes de la cabalgata y a los años fue el rey mago con Téofila. También hubo un fotógrafo, Hernández, que tenía el estudio en la plaza de las Flores. En Navidad ponía tres tronos y buscaba a tres estrudiantes que le hicieran de reyes. Nos pagaba 25 pesetas y yo iba encantado. Tengo muchas anécdotas de gente que ahora son abuelos y que me recuerdan que aparezco en el salón de su casa porque yo hacía de Baltasar y muchos niños de la época se sentaron en mi regazo.
-Usted es beduino. ¿Por qué decidió vivir al lado de San Felipe?
-Vivo en la calle Huerta del Obispo y llego allí porque varios médicos del Mora creamos una cooperativa para construir un bloque de pisos en el que sigo viviendo.
-Usted ya está en la prórroga de la vida y le toca jugarla sin su gran complemento. ¿Cómo se lleva eso?
-El sentido de mi vida es el gran amor que tengo por mi gran mujer, la que ha sido mi esposa durante todos estos años hasta que hace diez años tuvo que dejarme. El amor a ella es el mismo que siento por mis hijos y mi nieto. También le debo el cariño y un profundo agradecimiento a todas aquellas personas que han colaborado de alguna manera para que yo haya llegado a estar donde estoy hoy. A esta hermosa Cádiz, ciudad de la que soy un orgulloso hijo adoptivo desde 2015. Y sobre todo, a la gente de Cádiz, esa que ha hecho posible que nunca me sintiera un extranjero.