Cádiz CF
Cervera, del Grinch a Papá Noel
El entrenador cadista se ha dejado invadir por el espíritu navideño desde que el equipo puso un pie en diciembre
![Álvaro Cervera, en el banquillo del Bernabéu, junto a su segundo Roberto Perera.](https://s1.abcstatics.com/media/canal-amarillo/2021/12/22/v/cervea.-k4f--1248x698@abc.jpeg)
El fútbol es un estado de ánimo que diría el ínclito Jorge Valdano. Y en el caso del Cádiz CF este axioma se estaba dando a la perfección. Y eso que noviembre no pudo empezar con mejor pie después de la victoria ante el Athletic en San Mamés (0-1). Eso sí, después llegó el parón por las selecciones y los dos últimos encuentros ante dos conjuntos madrileños terminaron en goleadas en Getafe (4-0) y en casa ante el Atlético (0-3).
Era tiempos en los que de buenas a primeras a Cervera se le había cambiado el rictus. Su rostro en el banquillo era desalentador . Sus ruedas de prensa, un velatorio. Se le veía cabizbajo, hundido, sin ganas de levantar el vuelo. Y claro, con esa imagen, eran muchos -incluso cerveristas acérrimos- los que no descartaban dar una vuelta de tuerca y finiquitar un ciclo que parecía estar acabándose. Y ojo, no por los resultados, sino por las pocas ganitas que mostraba su fundador, ese que debía tirar del carro.
Las comparecencias eran de tal tristeza que hasta jugadores como Perea no dudaban en coincidir con la prensa cuando se le preguntaba si veía al entrenador más ido, más triste, más descentrado. Lo vino a decir en una entrevista telefónica con Radio Marca Cádiz en la que el manchego opinaba que sí, que es verdad que veía al entrenador algo más triste que en épocas pasadas.
El equipo no reaccionana y al frente del mismo estaba un entrenador que, por ejemplo en el RCDE Stadium, dejaba a su preparador de porteros que le diera las últimas instrucciones al jugador de marras que iba a salir al terreno de juego con 2-0 ya en el marcador y el Cádiz CF literalmente muerto faltando cerca de media hora todavía para jugar. Parecía no haber fe, ni esperanza. Y el equipo, hundiéndose en la tabla como se hunde un saco lleno de piedras en las profundidades de un río.
Todo era oscuro y Cervera no parecía ser ese entrenador idóneo para aportar esa viveza que necesita un equipo que se va cayendo . Es cierto que Cervera no llegó al Cádiz CF siendo la alegría de la huerta. Su aire tímido y apocado no parecía ser el mejor para levantar a un equipo destruido en manos de su antecesor Claudio Barragán y en cambio comenzó un play off como catequista y lo acabó como santo padre del cadismo.
Pero claro, para que Cervera cambie debe antes ver cosas . Como las vio ante el UCAM dos jornadas antes de que empezara a jugarse el ascenso en Ferrol. Y esas costas también les pareció verlas en Elche. Y si no a ver, se sabía en el uso de la palabra y es consciente de que sus palabras hacen mella. En el cadismo y en su vestuario. Y fue allí, en la sala de prensa del Martínez Valero de Elche y tras un nuevo decepcionante partido que cambió el chip. Era diciembre y Cervera dejó de ser el Grinch de la Navidad para comenzar a ponerse el traje de Papá Noel.
Y es que Cervera, como se podía esperar, no hizo un análisis del partido en modo catastrofista. El cadismo acababa de ver a su equipo muy vulnerable e incluso cuando acortó distancias poco antes del descuento no vio a Cervera implicado en la búsqueda del empate, lo que pudo transmitir un clima de apatía que enfureció a más de un aficionado, que para colmo vio como el Elche marcaba el 3-1 para sentenciar no sólo el partido sino para poner más cuesta arriba aún el 'goal average' frente a los franjiverdes.
Ese discurso tan sólo fue el principio del que le siguió la semana después en Carranza, donde su equipo perdía dos puntos de oro a pocos minutos del final frente al Granada tras el gol de Jorge Molina en el 88. Una vez más, el cadismo se quedaba sin ver ganar a los suyos en esta primera vuelta en su estadio y la mentalidad era muy pesimista. Demasiado. El equipo entraba en el vestuario roto y la afición se iba de la grada de la misma manera. Sin embargo, volvía Cervera a ponerse delante de los micrófonos y... ¡sorpresa!. Había dejado de ser definitivamente el Grinch de la Navidad y se convertí en Papá Noel. Asumido el varapalo del empate, Cervera decía lo que muchos querían escuchar del líder. «Pienso que esto lo vamos a sacar», vino a decir un entrenador que volvía a darle a sus chicos un espaldarazo importante para que piensen en que la permanencia, si van con él de la mano, se puede conseguir.
Destacaba la unidad y el compromiso solidario del grupo y argumentaba que si se sigue trabajando de la misma manera, eso de la salvación puede que no sea un quimera.
La confirmación de este discurso optimista y hasta cierto punto realista llegó en el Bernabeú. Y con el empate. Sus muchachos se dejaron la piel en el verde de Chamartín y, cosa extraña en él, hasta se permitió sonreír a las cámaras de Movistar cuando manifestaba que había ido al Bernabéu «a buscar un partido feo y se ha conseguido y nos hemos llevado un punto que es lo que queríamos». Claro que sí, Santa Claus. Así sí se puede. Claro que se puede.
Y así se ha marchado, sonriendo, de vacaciones. Y ese es el rostro que ha dejado que sus pupilos vean al marcharse. La cara es el reflejo del alma y cuando los que están en la mina ven a su jefe en un buen estado, confiado y optimista, abajo, en el pozo, se trabaja con más ahínco y fe. El camino está marcado de nuevo y su guía lleva la linterna con la esperanza de que le sigan a pies juntillas uniéndose a ellos varios ingenieros que no hagan más que aportar esa claridad que sigue faltando en zonas donde lo que manda es el gol y el saber estar.
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