Don Felipe y Doña Letizia, al comienzo de la ceremonia. / Reuters
PREMIOS PRíNCIPE DE ASTURIAS

Cohen conmueve al hablar del mentor español de su obra

Don Felipe apela al espíritu de Jovellanos para superar la crisis

OVIEDO Actualizado: Guardar
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Don Felipe de Borbón ha aprovechado la celebración este año del bicentenario del fallecimiento del ilustrado gijonés, Gaspar Melchor de Jovellanos, para apelar a su espíritu "del conocimiento, de la moral y de la ética" para salir de una crisis que considera que está afectando a la propia construcción europea, "en la que es imprescindible avanzar resuelta y solidariamente", ha dicho esta tarde en el Teatro Campoamor de Oviedo durante la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias 2011 que ha presidido, junto a la princesa, Doña Letizia. Entre los discursos, ha destacado el de Leonard Cohen que, en un pausado tono improvisado, ha llegado a lo más hondo de los asistentes que terminaron con lágrimas en los ojos.

El príncipe de Asturias empezó su discurso celebrando la "buena noticia" que constituye el comunicado de la banda, ETA, que "ha martirizado durante tantos años a la sociedad española con su violencia terrorista" y ahora "asumen su derrota", dijo, para inmediatamente pedir que "todos volvamos la mirada, con inmenso cariño y respeto hacia las víctimas, hacia su dolor, y rendir el homenaje más emocionado a su memoria, a su dignidad", señaló el aplauso más intenso y prolongado de todo el acto, con todo el teatro puesto en pie.

Calificó a Jovellanos de "gran español que tanto contribuyó al progreso de Asturias y cuyas ideas son un referente para todos, más aún en estos tiempos difíciles, como los que él mismo vivió". Reconoció que no son momentos fáciles para nadie, pero es el tiempo "que nos ha tocado vivir" y pidió un compromiso cívico para abordar la crisis porque "ninguna nación puede salir de ella sin el concurso de todos".

El empleo, el gran reto

Citó al empleo como el principal reto para toda la sociedad pero, sobre todo, "para los más jóvenes que quieren, que tienen derecho, a que la sociedad les abra la puerta de la esperanza". Puso la mirada en Europa, de la que recordó que, en el pasado siglo, fue la solución a los problemas históricos de España y que "en estos momentos es imprescindible avanzar en la construcción europea, que se encuentra hoy en una de las encrucijadas más decisivas de su historia", dijo.

El respeto, evitando confrontaciones estériles, y la solidaridad, son los otros dos pilares en los que el príncipe apoya el impulso que considera que debe producirse para superar estos momentos de penuria. Según dijo, "el difícil tiempo que vivimos exige que evitemos las confrontaciones y las divisiones estériles; que respetemos y seamos capaces de integrar, en beneficio del interés general, las sensibilidades y las opiniones divergentes" y subrayó que "llegar a acuerdos siempre propicia la generosidad, el compromiso y la confianza".

El príncipe apeló a la solidaridad para paliar las difíciles situaciones de aquellas personas que se muestran más vulnerables ante la crisis y reconoció el trabajo de "familias, instituciones sociales y miles de ciudadanos que están dando un ejemplo de sacrificio por quienes más lo necesitan" y que, según dijo, "merecen por ello el agradecimiento más sincero de la sociedad y nos permiten sentir la íntima alegría de que muchos corazones no laten en vano, pues no son indiferentes a la desgracia ajena".

Al término de su discurso, volvió a Jovellanos, de quien extrajo una cita: "la virtud y el valor deben contarse entre los elementos de la prosperidad social y sin ella, toda riqueza es escasa, todo poder es débil. Sin virtud ni costumbres, ningún Estado puede prosperar, ninguno subsistir. Sin ellas, el poder más colosal se vendrá a la tierra, la gloria más brillante se disipará como el humo".

Unió la inspiración del ilustrado gijonés a la de los galardonados con los Premios Príncipe de Asturias, "tan distantes en el tiempo pero tan cercanos en el mismo espíritu: un espíritu de valentía, de superación y de modernización" y puso a estos galardones como "símbolo ya de la cultura universal que, desde Asturias y con gran orgullo, España ofrece al mundo", dijo Don Felipe para cerrar un discurso que fue seguido por S.M. la reina, Doña Sofía, desde el palco de honor en el primer piso del Teatro Campoamor.

Entre las múltiples autoridades que se hallaban en el Campoamor cabe destacar a la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez; el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, y Francisco Álvarez-Cascos que, por primera vez, se sentó en la mesa presidencial como presidente del Principado de Asturias, a la derecha de Don Felipe y Doña Letizia. En el otro flanco de la mesa se hallaba el presidente de la Fundación Príncipe de Asturias, Matías Rodríguez Inciarte.

Un discurso improvisado

En nombre de los premiados, intervino el poeta, novelista y cantautor canadiense, Leonard Cohen, Premio de las Letras. Fue uno de los más aplaudidos por la multitud que esperaba a la entrada del Teatro Campoamor. Incluso las bandas de gaitas dejaron de tocar por un instante para ovacionarle, a lo que respondió quitándose su inseparable sombrero con una reverencia. Como después hiciera el director de orquesta italiano, Riccardo Muti, Premio de las Artes; Cohen improvisó su discurso, algo que únicamente tiene un precedente en el cineasta neoyorquino, Woody Allen, en el año 2002.

Leonard Cohen llevó la emoción de muchos asistentes, incluida Doña Sofía, hasta las lágrimas. Contó una historia que jamás había explicado en público. Con su voz profunda y aterciopelada, narró cómo fue un joven español, al que conoció en un parque de Montreal, quien le enseñó a tocar la guitarra. El chico se suicidó a antes de finalizar sus clases y Cohen nunca supo porqué. "Todo lo que ha sido mi obra, viene de ese momento. Todo está inspirado por esta tierra, por España", dijo entre la emoción de todos. Antes, ya había recordado la importancia del poeta granadino, Federico García Lorca, en su existencia como artista. Cohen recordó que "cuando era joven y buscaba una voz en mí, sólo la encontré cuando leí a Lorca. Él me dio permiso para ubicar mi yo, siempre inacabado, incluso hoy que ya soy viejo", explicó ante un auditorio embelesado por un discurso que supo arrancar en los rostros de los asistentes expresiones de honda emoción, desde la sonrisa hasta las lágrimas.

Riccardo Muti también ofreció un discurso improvisado, muy cercano, en el que habló de la capacidad de la música para unir voluntades. No exento de una fina ironía, reconoció que "aún hace falta mucha música en un mundo lleno de desarmonía, guerra y odio". Empezó manifestando que "los directores de orquesta nunca deberían hablar" y dijo que "todos esperan que la música una a la gente y sea una armonía para el mundo". Definió a la música y a la ópera como "el encuentro, mi tarea no es sólo dirigir -dijo- sino hacer que la música lleve a la fraternidad".

El maestro, Muti, rindió también homenaje a España "porque soy napolitano", dijo entre las risas del público, y trazó un peculiar recorrido por los nexos que él observa entre Nápoles y "el jamón y el chorizo, que mi madre nunca me mandaba a comprar a Roma, sino a Toledo" y resaltó que "los barrios más apasionantes de Nápoles, son españoles. Soy algo español, porque no soy del Norte, sino mediterráneo", concluyó.

Los momentos más vistosos de la ceremonia los proporcionó la marcialidad de los héroes de Fukushima, con sus uniformes de gala de Bomberos, Fuerzas Armadas y Policía, o el vistoso chaleco en tono amarillo del atleta etíope, Haile Gebrselassie. Entre los invitados que mayores aplausos del público concitaron a las puertas del Teatro Campoamor destacan Carmen Cervera, baronesa Thyssen, reconocida por la multitud a su llegada. En las proximidades del teatro, se escucharon los gritos de un grupo de 'indignados', que habían organizado una entrega alternativa de galardones.