CORONAVIRUS CADIZ
Así viven el coronavirus los gaditanos en el extranjero
Una decena de gaditanos cuentan, en primera persona, sus distintas perspectivas ante la crisis sanitaria por la pandemia del COVID-19
Desde que se decretase el Estado de Alarma en todo el territorio nacional, España sufre el avance de los casos de coronavirus de una forma exponencial. Una curva que sigue ascendiendo y que también crece, sucesivamente, en Cádiz. Pero el caso español no es, lamentablemente, excepcional. El virus se propaga, la pandemia es real. Como testigos de este nocivo impacto, nuestros mejores narradores son los gaditanos, los más de 30.000 (según cifras del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía del año 2019), que residen en el extranjero. Sorprende encontrar contrastes significativos según el lugar donde residen actualmente, pero todos se suman a la preocupación por el COVID-19, al igual que desean volver pronto a su tierra natal para disfrutar de sus seres queridos.
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Pablo. Stepaside, Dublín (República de Irlanda). Analista estratégico: «Mi prometida y yo teníamos un viaje a Cádiz planeado, pero se ha tenido que cancelar».
Pablo es un joven gaditano que decidió marcharse a un pequeño pueblo llamado Stepaside, situado a unos 12km de distancia de la ciudad de Dublín (capital de la República de Irlanda), «por muchos y diversos motivos», los principales fueron poder encontrar un trabajo, mejorar su nivel de inglés y vivir una experiencia diferente en una cultura distinta a la que estaba acostumbrado. Su rutina, antes de la crisis del coronavirus, le permitía trabajar de lunes a viernes en una empresa de consultoría del sector tecnológico como entrenador de nuevo personal y del personal actual. «Mi puesto de trabajo se encuentra en un edificio en el centro de Dublín, por lo que debo levantarme una hora y media antes para desayunar, prepararme y coger el tranvía al centro. De ahí tengo como unos 20 minutos andando para llegar al edificio. En general, uso mucho el transporte público para moverme», explica.
En Irlanda, en estos momentos, se registran menos de un millar de casos, pero ya ha comenzado las restricciones. Las autoridades sanitarias y gubernamentales recomiendan a los ciudadanos no salir de casa a menos que sea extremadamente indispensable. Los colegios, institutos y universidades están cerrados hasta el 29 de marzo (como mínimo) al igual que pubs, hoteles y restaurantes. «Ahora mismo estoy trabajando desde casa por lo que no hace falta que me levante tan temprano», cuenta tratando de encontrarle el lado bueno. No solo se ha visto afectada su rutina laboral, «mi prometida y yo teníamos un viaje a Cádiz planeado del 13 al 17 de marzo, pero por desgracia se ha tenido que cancelar», relata. En su opinión, en Irlanda «no existen unas fuerzas de seguridad tan numerosas y preparadas como en España para imitar las medidas de confinamiento tomadas allí». «Creo que es un tiempo crucial el que se nos viene encima a toda la Humanidad. Va a ser un tiempo en el que se va a descubrir qué es realmente lo más importante que tenemos como seres humanos, esperemos poder estar a la altura», finaliza.
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José. Leavenworth, Washington (Estados Unidos). Empresario: «No me dejan volver a España y no me permitirían regresar».
Lleva más de 39 años en los Estados Unidos, tal y como José dice «está es mi casa, aquí tengo a toda mi familia», aunque se sigue dejando ver por su natal San Fernando. Él es empresario, residente en Leavenworth, un precioso pueblo a las afueras del estado de Washington. Tras casi cuatro décadas al otro lado del charco, José vive como un estadounidense más. Pero pese al tiempo y su integración en la sociedad americana, lo primero que hace José al despertarse es leer las noticias de su localidad isleña, «seré cañailla hasta el día en que me muera».
«Donde vivo no hay, de momento, ninguna alerta, pero la situación se está complicando», relata José, al mismo tiempo que señala un problema en común con España: «hay mucha gente que está comprando más de la cuenta». El ocio se ha transformado por completo en su lugar de residencia, «todos los restaurantes, cafeterías y bares se han cerrado. No hay nada abierto, solo te atienden si tienen servicio de ventanilla». José se muestra preocupado ante el avance del coronavirus y teme que se tomen medidas drásticas, «vivimos en medio de la montaña y ya se está hablando de cerrar todas las carreteras. Eso nos dejaría incomunicados». Para el 29 de marzo, José planeaba un viaje de vuelta a su residencia en San Fernando, pero ha cambiado de idea debido al anuncio del presidente Trump que recomendaba cancelar los vuelos a Europa. «No me dejan volver a España y no me permitirían regresar si me marcho», explica.
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Julio. Vilnius (Lituania). Profesor: «No he intentado volver a España por el desconocimiento general de la situación»
Julio trabaja como profesor de inglés y español en un colegio en Vilnius, capital de Lituania. Decidió viajar al país lituano tras conseguir una oportunidad laboral hace más de un año. «Contando que los horarios y costumbres son algo diferentes por supuesto, no dista en demasía a la que un profesor pueda tener en España», compara Julio. Sin embargo, su situación ha cambiado «drásticamente», en los últimos días. En Lituania se tomaron medidas drásticas desde el pasado jueves 12 de marzo. Compartiendo lo que otros países hicieron, pero con matices. En primer lugar, se cerró todo centro público durante 5 semanas, hasta el 17 de abril. Se permite en su totalidad salir a pasear sin restricción, ya que aquí el número de casos es prácticamente nulo. El gobierno, actualmente, debate internamente si hacerse cargo de los pagos del suministro eléctrico y de agua ya que dichas empresas son públicas y, por lo tanto, bajo control del estado.
El gobierno del país limitó el tiempo para la vuelta de ciudadanos lituanos (o extranjeros residentes) a 48 horas, actualmente el cierre de fronteras, realizado el día 16 de marzo, es uno de los mayores problemas porque «no todo el mundo siguió esa normativa», cuenta Julio. Él mismo, en un ejercicio de responsabilidad, ha decidido quedarse en Lituania, «no he intentado volver a España por el desconocimiento general de la situación». Permanece en continuo contacto con familiares que residen en Cádiz y en distintas localidades de Cataluña y al mismo tiempo opina que «las cosas podrían haber sido mejor si se hubiese actuado en el momento apropiado».
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Nuria. Gold Coast (Australia). Beca ‘Holiday & Work’: «Muchos españoles que viven en Australia tienen miedo y están adelantando sus viajes de vuelta».
Nuria consiguió ser galardonada por el Ministerio de Asuntos Exteriores para así obtener la beca ‘Holiday & Work’, que le permite estudiar y trabajar en Australia gracias a un acuerdo de colaboración entre los dos países. Esta joven gaditana ahora reside en Gold Coast, una población que recibe la mayoría de sus ingresos procedentes del turismo de sol y playa. Debido a la crisis global por el coronavirus, en su ciudad se comienzan a agotar ciertos alimentos y productos sanitarios, además «están comenzando a cerrar algunos locales como bares, discotecas restaurantes, tiendas y hoteles. Mucha gente se está quedando sin trabajo», explica.
Su día a día se ha visto afectado por el COVID-19, «acabo de volver de un viaje nacional en Australia y tengo que estar en cuarentena. No puedo ir al curso de inglés ni a trabajar». Esto se debe a la medida que ha tomado el gobierno australiano obligando a las personas que vuelvan de realizar viajes internacionales y nacionales a pasar 14 días de confinamiento domiciliario, «te quedas en casa el mayor tiempo posible». Gracias a estas restricciones, Nuria piensa que las restricciones aplicadas «son suficiente como prevención porque la situación en el país está controlada de momento». Sin embargo, no parece ser la opinión generalizada de todo el mundo, «mucha españoles que viven en Australia tienen miedo y están adelantando sus viajes de vuelta cuanto antes por miedo a que cierren fronteras», señala.
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Fabiola. Burdeos (Francia). Enfermera: «Sin la protección adecuada para el personal sanitario, la epidemia no cesará en mucho tiempo».
Fabiola es enfermera en una clínica de Burdeos (Francia). Decidió marcharse fuera convencida por las mejores condiciones laborales (en sueldos, vacaciones, contratos fijos, material y expectativas profesionales) que ofrecía el país vecino. «La clínica en la que trabajo me está pagando una formación para ser enfermera especializada de quirófano», añade. Su rutina, antes de la alerta sanitaría, consistía en «trabajar unos 3 o 4 días por semana en 10h. Los días de descanso hago recados como la compra, limpiar y arreglar mi jardín, y de vez en cuando un poco de deporte».
Unos hábitos que ya se han modificado, «mi clínica ha cerrado, solo hacemos urgencias. Trabajo muy poco, por ahora. Estoy esperando a que me llamen como ‘reserva sanitaria’ para otro puesto de trabajo. No sé cuándo, ni dónde, ni para qué. Me han dicho que me prepare para lo que viene». También el tiempo libre se ha alterado en Burdeos, «no se puede salir excepto para comprar, ir a trabajar, pero nos dejan estirar las piernas fuera de casa. Acaban de prohibir ir a la playa y salir a correr en grupo por el centro».
Como profesional en sanidad, Fabiola es una voz autorizada que nos advierte, «sin la protección adecuada para el personal sanitario, la epidemia no cesará en mucho tiempo. Los sanitarios van a empezar a contagiarse y a darse de baja viendo las condiciones en las que trabajan». Al mismo tiempo que compara las realidades de su país natal con otros que sufren el coronavirus, «España lleva un poco de avance en la epidemia con respecto a Francia, y menos que Italia».
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Francisco. La Haya (Holanda). Ingeniero: «He enviado mascarillas y geles antibacterianos por correo a mi familia, ya que es casi imposible conseguirlas en España»
Francisco lleva casi un lustro fuera de Cádiz, ha trabajado 3 años en Reino Unido y lleva año y medio en Holanda, después de que su empresa le trasladase a La Haya para ejercer allí su profesión de ingeniero. «La posibilidad de crecer profesionalmente en el menor tiempo posible en estos países es muy diferente a la de España», señala. Antes de la crisis por el coronavirus, su día a día consistía en trabajar 10 horas al día y hacer 1 hora de ejercicio. Actualmente, tal y como explica Francisco, «algunos seguimos trabajando en la oficina a la espera de medidas más contundentes en el país». Por el momento, en Holanda se han cerrado escuelas, universidades, (sin haber cancelado aún la selectividad), restaurantes y bares. «Las calles están llenas ya que el primer ministro holandés no ha tomado medidas estrictas como ocurre en nuestro país. Por lo que parece, seguiremos la misma línea que Reino Unido», se lamenta Francisco, quien considera «insuficientes» estas restricciones.
Concienciado con el momento actual, Francisco ha cancelado su vuelo a España programado para Marzo, «no es responsable por mi parte volar ahora mismo». Esta buena conciencia también le ha motivado para ayudar a sus familiares en España. «He enviado mascarillas y geles antibacterianos por correo a mi familia, ya que es casi imposible conseguirlas en España. Aquí no es fácil tampoco, pero es posible». Humildemente, este ingeniero gaditano se resta importancia, «han sido unas pocas decenas de mascarillas solamente. Tengo una abuela muy mayor y unos padres que se acaban de jubilar. Quiero que puedan disfrutar tranquilamente y con salud».
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Anabel. Tokio (Japón). Estudiante: «El gobierno está haciendo el ‘si no lo veo no existe’»
Nacida en San Fernando, pero amante de la cultura nipona, no se lo pensó dos veces cuando le ofrecieron la posibilidad de concluir sus estudios en la prefectura de Mitaka, en Tokio. «Ahora mismo ando en las vacaciones de primavera, que son las ‘grandes’ en Japón (desde febrero a principios de abril), intento quedar todos los días con personas diferentes o hacer actividades para aprovechar al máximo mi tiempo aquí», explica Anabel sobre su rutina. Considera que lo más noticiable en el cambio de costumbres en Japón por la alerta por coronavirus, más allá de que algunos amigos le cancelen planes o se suspendan eventos, es que «ahora puedo conseguir sentarme en los trenes», señalando la saturación de transporte público que se solía producir.
«Se han cerrado fronteras con países afectados y muchos sitios de interés turístico han sido cerrados. Hay geles desinfectantes para las manos en todos lados, estaciones, tiendas, centros comerciales e incluso los ascensores de los edificios», cuenta Anabel. «Otra medida que me resultó curiosa es que en los cines del Sunshine Ikebukuro no puedes reservar varios asientos seguidos, ahora se deja un asiento vacío entre dos personas para que haya distancia». Unas medidas que a ella y «a la mayoría de extranjeros», preocupan, «el gobierno está haciendo el ‘si no lo veo no existe’» de cara a no cancelar Los Juegos Olímpicos de Tokio previstos para este verano. Además, señala otro problema: «las cifras de infectados son pocas, pero apenas se ha testeado a gente».
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Nora. Ciudad de México (México). Psicóloga: «La cuarentena estricta no puede ser llevada por todos, hay muchos que viven al día».
Hace más de una década que Nora cambió las playas gaditanas por el bullicio de una de las poblaciones más saturadas del mundo, Ciudad de México, capital del país americano. Actualmente reside en San Juan Ixtayopan, un pueblo que, a día de hoy, no registra ningún contagio por coronavirus. Antes de que se aplicase ninguna medida que limitase la libertad de circulación en México, Nora llevaba a su hija al colegio, «por las tardes salíamos a jugar o la llevaba a sus clases de danza, los fines de semana llegábamos a salir a alguna plaza o a cenar». En estos momentos, las clases escolares se han suspendido, así como las de danza y, siguiendo lo establecido por la Secretaria de Salud, Nora y su familia evitan salir, «salvo que sea indispensable».
Por el momento los negocios siguen trabajando con normalidad, cuenta. Nora considera que «se hace lo posible». «Desafortunadamente la cuarentena estricta no puede ser llevada por todos, hay muchos que viven al día de sus locales y si no trabajan no sacan ni para la comida», lamenta Nora. También compara la diferencia en el poder adquisitivo medio respecto a México y España, «aquí la mayor parte de la población no se puede dar el lujo de ir a comprar y almacenar alimentos y productos de higiene para un largo periodo de tiempo».
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David. Lachen, Zúrich (Suiza). Analista de negocio en industria química: «Quería volver el 30 de mayo para mi boda, pero la hemos tenido que posponer».
Por motivos profesionales, David ha vivido en Alemania, República Checa y ahora Suiza, donde trabaja como analista de negocio en industria química. Reside en Lachen, a media hora al sur de Zúrich. «La mayoría del tiempo lo dedico a trabajar y estudiar un máster MBA a distancia. El poco tiempo libre lo dedico para hacer deporte», cuenta sobre su forma de vida cotidiana, que no se ha visto muy afectada por el coronavirus, «puedo seguir realizando mi trabajo, pero sin mantener reuniones con más de 5 personas y separación de 2 metros. Otras las mantenemos por videoconferencia», explica. Sin embargo, sus estudios sí se han visto perjudicados, «esta semana debería estar en Dubái atendiendo a cursos con cientos de compañeros. Todos los cursos, vuelos y hoteles han sido suspendidos».
Suiza es de los países del mundo con más infectados por número de habitantes totales. Se han registrado un millar de casos en un país de 8 millones y medio de población. En la empresa en la que trabaja David ninguna visita está permitida, a no ser que sea de extrema necesidad. Los servicios de limpieza y desinfección se han intensificado por la alerta sanitaria. El 16 de marzo se anunciaron medidas que obligaban al cierre de comercios que no sean alimentación y de cualquier tipo de actividad o evento. Sin embargo, aunque se aconseja no salir, está permitido pasear y hacer deporte. «Se sigue viendo gente por la calle, e incluso alguna estación de esquí abrió ilegalmente», cuenta David.
Sin duda, lo que más le ha cambiado la crisis del COVID-19 son sus planes de futuro en el plano sentimental. «Quería volver el 30 de mayo para mi boda, pero la hemos tenido que posponer. Mi prometida vive en Praga y yo en Suiza, no podemos viajar y muchos invitados de otros países tampoco», explica.
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Antonio. Nápoles (Italia). Estudiante: «No he podido volver a España»
Italia es el país que registra más fallecidos por coronavirus. Es, por tanto, el espejo en el que no quiere mirarse España. Sin embargo, según Antonio, «España va por el mismo camino que Italia». Nacido en Cádiz capital, es estudiante de derecho y actualmente realiza su año de Erasmus en Nápoles. El sur de Italia, tal y como cuenta Antonio, «no está tan afectado como la zona de Milán, pero también se registran muchísimos casos». Desde hace semanas, la crisis del coronavirus paralizó las universidades, aunque lo que más le llamó la atención fue que detuviesen el fútbol. «Aquí es casi una religión, cuando suspendieron los partidos, la gente en Nápoles se preocupó de verdad».
El ocio, el trabajo y la libre circulación terminaron con el anuncio de confinamiento el 8 de marzo, al mismo tiempo, cuenta Antonio, «se están multando y aplicando penas de cárcel» a quienes infrinjan estas normas. Antonio explica por qué no ha regresado a Cádiz tras la suspensión de clases, «no nos han dejado volver, nos lo ofrecieron al principio, pero lo rechacé. Estoy cómodo en Nápoles y aquí se están tomando las mismas medidas que en España». No está asustado ante el avance del coronavirus, pero sí concienciado, «debemos pasar el menor tiempo posible en la calle para frenar la pandemia y no tenemos que acudir a los centros de salud por cualquier cosa, porque están saturados».
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