CORONAVIRUS

Crónica de un gaditano en cuarentena en un país eslavo

Undécimo día de aislamiento en Eslovaquia con las fronteras cerradas a cal y canto, las calles desiertas y las cervecerías cogiendo polvo

Padre paseando en el cementerio Ondrejsky de Bratislava. Ana Sánchez

José Juan López

Son las doce de la mañana del domingo 22 de marzo en Bratislava . El sol se asoma entre nube y nube por el cementerio Ondrejsky. Hay un par de señoras mayores paseando y un padre con su hijo en un carrito sentado en un banco. Los parques están cerrados en Eslovaquia , por lo que los cementerios son sitios perfectos para pasear, tomar las últimas gotas de sol antes de la llegada de un nuevo frente invernal o echar una carrerita antes de volver a casa.

Pese a que el país se encuentra en plena transición gubernamental (acaba de tomar posesión de su cargo el nuevo primer ministro Igor Matovic), las medidas para proteger a la población del coronavirus se han estado tomando con gran velocidad.

Tras conocerse el primer positivo la población fue advertida de que debía ir pensando en la cuarentena y, tras confirmarse el quinto (el pasado jueves 12 de febrero) Eslovaquia tomó medidas drásticas: aeropuertos internacionales cerrados, sólo tiendas de alimentación y farmacias abiertas y fronteras controladas y posteriormente totalmente cerradas con los países vecinos (Hungría, Austria, República Checa, Polonia y Ucrania).

Se puede salir a pasear, a correr o a montar en bici, sí, pero la población es muy respetuosa, muy consciente del mensaje que manda el Gobierno, y las calles de Bratislava están desiertas (salvo los viernes por la tarde, cuando los padres salen en manada con sus niños pequeños para que les dé el aire).

Cartel que indica la clausura de un parque en Bratislava debido al coronavirus.

Trabajo en una conocida empresa multinacional y somos muchos los españoles e italianos que tenemos que enterarnos de lo que sucede en casa por Twitter, la prensa o los grupos de Whatsapp.

Aquí, en la frontera entre Stare Mesto (la ciudad vieja) y el barrio obrero de Ruzinov , los días laborables han cambiado. Las oficinas de la zona empresarial de la ciudad están casí vacías (muchos somos los que estamos teletrabajando), las carreteras tienen tráfico mínimo (con autobuses fantasma) y sólo se ve a grupos de personas haciendo cola en las puertas de las farmacias.

Los parques están abandonados, las ligas deportivas están canceladas ( el portuense Nono , ex del Betis y actual jugador del Slovan Bratislava, se entrena en solitario dando carreras por las calles de su barrio) y el centro histórico carece de actividad más allá de la de los pocos comercios que normalmente están llenos de turistas y que a día de hoy apenas si reciben la visita de algún vecino.

Eslovaquia es un país pequeño, de algo más de 5 millones de habitantes, con una economía basada en la industria del automóvil y con una historia democrática corta (desde 1989) que hace que la población sea muy obediente con las autoridades (ninguna broma con la policía).

A día hoy no se ha registrado ningún fallecido por coronavirus y no se ha llegado a los 200 casos positivos. Eso sí, el nuevo primer ministro Matovic advierte que esto puede deberse a que no tienen recursos para realizar más pruebas y que, probablemente, sean muchas más las personas infectadas en el país.

Tranquiliza saber que Eslovaquia es uno de los mayores productores de respiradores artificiales de la Unión Europa, por si la cosa se pusiera desagradable en el futuro...

Lo cierto es que no es fácil estar lejos de casa en circunstancias como las que vivimos actualmente (tengo a mi abuela en el Cerro del Moro, a mis padres en Trille y a mi hermana encerrada a cal y canto en un pequeño apartamento del centro de Madrid) , pero estar en un país cuyo Gobierno y cuyos ciudadanos parecen haberse tomado las cosas muy en serio tranquiliza a nivel personal. Y no vamos a negar que pasear ayuda, aunque suponemos que el nuevo Gobierno acabará por imponer una cuarentena más dura.

Mientras eso no suceda, a la caída de la tarde (a eso de las cinco por aquí), seguiré saliendo un par de minutos en busca de esa última gota de sol que me siga conectando con Andalucía. Aunque sea entre nube y nube y a tres grados de temperatura.

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