Tribunales
El asesino de Manuela en San Fernando confiesa: «Lo mejor es reconocer lo que hice»
Miguel V. se declara culpable de haber estrangulado en 2019 a esta mujer con la que mantuvo una relación y a la que robó después de acabar con su vida
El juicio con jurado ha comenzado este lunes en la Audiencia Provincial. El acusado se enfrenta a 25 años de prisión
Miguel V. es a partir de este lunes el autor confeso del homicidio de Manuela , una vecina de San Fernando de 65 años a la que conocía y con la que había mantenido una relación de apenas unas tres semanas. Y lo es desde algo más de las doce de este mediodía cuando este acusado ha admitido los hechos por los que se le acusa y que le han llevado a sentarse frente a un jurado popular que tendrá que hacer efectivo en su veredicto su ya culpabilidad asumida.
Como el propio Miguel, de 43 años, ha afirmado en el juicio que se celebra desde este lunes contra él en la Audiencia de Cádiz, en mayo de 2019 acabó con la vida de la víctima. «Recapacité y lo mejor es reconocer lo que hice», ha declarado. A preguntas del fiscal que solicita para el procesado 25 años y cuatro meses de prisión, Miguel ha aceptado su culpa al reconocerse autor de todos los hechos que da como probados el Ministerio Público en su escrito de acusación.
Es decir, que aquel día este hombre acudió a la casa de Manuela, ubicada en la Casa Micolta, en la calle Real de San Fernando, y que la asfixió con una almohada dejando su cadáver desnudo en el suelo cubierto con una manta y una colcha y que, posteriormente revolvió toda la habitación para llevarse algunas de sus pertenencias que vendió después en una tienda de compraventa de Cádiz, cuyos cobros están también en el sumario.
Según ha explicado, mantenía una relación «esporádica» con la víctima tras conocerse en un comedor social. «Me llamaba de vez en cuando y yo a ella. Éramos amigos». Además ha admitido que, tras matarla, por un «lapsus» y estando bebido cogió algunas pertenencias de la vivienda y las vendió para quedarse con el dinero. En prisión preventiva desde hace más de dos años cuando sucedieron los hechos y fue detenido por la Policía, el autor confeso ha dicho que está «arrepentido» y que ha consignado en los juzgados 15.578 euros en concepto de los daños ocasionados por este crimen a los dos hijos de la fallecida.
Pues bien, como ha explicado el magistrado de la Sección Primera al jurado, la vista oral tendrá que continuar los tres días previstos a pesar de que el procesado haya admitido su autoría ya que la ley no permite que haya una conformidad en delitos castigados con más de seis años de prisión y más aún tratándose de un homicidio.
Por tanto este lunes han empezado a declarar los testigos citados en esta causa. Hoy ha sido el turno de los policías. Así lo ha hecho el agente de radiopatrullas que acudió en primer lugar al aviso de un vecino que alertaba que salía un fuerte olor del inmueble de Manuela y que no podían contactar con ella. Hay que recordar que su cadáver fue hallado un mes después de su muerte. Según ha explicado, tuvieron que avisar a los bomberos para poder entrar en la vivienda ya que estaba cerrada con llave (algo en lo que ha insistido la acusación). Al acceder y revisar el piso ya encontraron el cuerpo de la mujer envuelto con ropas. «Solo se le veía una mano que salía de la alfombra que la envolvía».
Del mismo modo declaró uno de los policías que hizo las primeras dos inspecciones oculares. «La posición del cadáver no era normal. Estaba claro que no había sido una muerte accidental . La habitación estaba entera revuelta», ha explicado. En esta misma línea relató lo que se encontró el inspector responsable de la instrucción del atestado. «El cuerpo estaba boca abajo con las piernas hacia arriba, muy extraño. Además tenía una camiseta que le sujetaba los brazos, estaba desnuda y cubierta con una manta y una colcha. No podía ser accidental», relató. «La habitación era un desorden total, sin embargo el resto de la casa estaba bien. La impresión era que habían registrado».
Además añadió que Manuela estaba completamente tapada por ropas, lo que apunta que quien lo hizo no quería verla mientras revolvía entre sus pertenencias, algo que, según el fiscal, es propio de un homicida que siente «repugnancia o arrepentimiento» por lo que ha hecho. Además, como también señaló este agente, días después la foto de perfil de whatsapp de la víctima, estaba cambiada. Ya no aparecía ella. El móvil no se encontró. Se sospecha que fue robado por Miguel.
La primera denuncia
Este mismo policía además enumeró al jurado los antecedentes que finalmente desembocaron en este fatal crimen . El primero el 20 de abril de ese mismo año cuando la víctima acudió tras ser convencida por un amigo al hospital tras haber sido agredida supuestamente por el acusado. Entonces presentaba moratones en los ojos tras haber sufrido presuntamente otro intento de estrangulamiento. Así lo declaró ella misma a la Policía después de que la instaran a presentar una denuncia. Como le contó al agente que la atendió en el mismo hospital y que también ha declarado, Miguel le había intentado asfixiar. «Dijo que se lo había hecho con la excusa de darle un masaje e insistió en que había estado a cinco segundos de morir. Nos dijo que tenía miedo. Le acompañamos a su casa porque pensaba que él podía haber hecho copia de las llaves».
Entonces la Policía activó a Manuela como posible víctima de violencia de género y le hizo un seguimiento pero ella pudo aportar pocos datos con respecto a él. Ese mismo día hicieron batidas para dar con el entonces sospechoso pero no lo encontraron. Sí pudieron tener una breve conversación con el número que les dio la mujer pero no acudió nunca a la Comisaría. «Nos dijo que tenía cosas más importantes que hacer». Posteriormente lo identificaron y localizaron. Finalmente fue detenido en la barriada del Río San Pedro donde vivía junto a su madre.
Además el inspector habló sobre la denuncia que otra expareja del procesado había presentado contra él antes de estos hechos por el mismo motivo.
El inspector también se refirió a las numerosas llamadas de telefóno que Miguel hacía a Manuela. El día de la primera denuncia la llamó hasta 44 veces. Y aunque tras el crimen apagó el móvil, los agentes pudieron constatar como el día del homicidio el terminal sí se geolocalizó por la casa de la víctima. «No tengo ninguna duda de que fue él», concluyó el instructor.
Además declaró otro de los agentes que se encargó de tomar las muestras. Como explicó, encontraron varios vestigios de ADN de Miguel en la funda de la almohada con la que fue supuestamente asfixiada la víctima, y también en la colcha que le tapaba. Además de huellas dactilares y palmares del acusado que cotejaron y que tomaron de las paredes del baño. También hallaron ADN del procesado en una botella de cerveza que se cree que se bebió antes de marcharse de la casa y que él mismo ha reconocido.
Miguel V. se enfrenta a 25 años y cuatro meses de prisión por los delitos de homicidio, malos tratos y robo con violencia. Como acusación además del fiscal se ha personado en este procedimiento la familia de la víctima y también, la Junta de Andalucía al considerarse un caso de violencia de género. La vista oral continuará los próximos días, previsiblemente hasta este miércoles, y será entonces cuando el jurado tenga que retirarse y deliberar un veredicto.
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