LA VIDA CONTINÚA. Un grupo de ciudadanos indios, con abundante presencia de niños, viaja en un tren de cercanías de Nueva Delhi. / AFP
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India acusa de la matanza a un grupo que reclama Cachemira para Pakistán

Las pistas de los atentados de Bombay apuntan a un grupo fundamentalista que ya atacó el Parlamento en 2001

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La Policía india centra en un grupo terrorista islámico que opera en la Cachemira paquistaní sus investigaciones sobre la autoría de la cadena de explosiones en siete trenes de Bombay que el martes causó doscientos muertos. El Gobierno afirma que hay «pistas», aunque también reconoce que no existen ni arrestos ni tan siquiera personas sospechosas.

Aunque ninguna organización se ha atribuido la masacre, fuentes de inteligencia sospechan de la implicación de Lashkar-e-Toiba (LeT), el más virulento de los colectivos terroristas en activo en India, que suele llevar a cabo ataques sincronizados y que en 2002 y 2003 ya golpeó en la capital financiera del país asiático. Con anterioridad, el Gobierno de Nueva Delhi acusó a los radicales de ser culpables junto con otro grupo extremista islámico de un ataque contra el Parlamento federal indio en diciembre de 2001, lo que provocó una crisis diplomática entre el país hindú y Pakistán.

Los dos estados se disputan Cachemira después de su división en 1947. India ha culpado de manera reiterada a Islamabad -capital de Pakistán- de ayudar a los rebeldes fundamentalistas a operar en la parte india de la provincia.

Pakistán ha negado siempre estas acusaciones e incluso prohibió en 2002 a Lashkar-e-Toiba, que tiene su base desde hace una década en Cachemira y que considera a India, Israel y Estados Unidos como sus enemigos naturales. Este grupo, cuyo nombre significa Ejército de la Pureza, ha negado ser responsable de los ataques, aunque fuentes policiales minimizan este extremo porque es táctica habitual en su dialéctica.

Temporizadores

Las bombas estaban compuestas de material explosivo RDX, el más usado por el LeT. Fueron activadas por temporizadores preparados para estallar alrededor de las 18.15 horas -tres y media más en España-. «Los autores querían crear una atmósfera de terror y sabían que, si provocaban explosiones simultáneas en varias partes de la ciudad, lograrían su objetivo», dijeron ayer fuentes policiales, que sospechan que los artefactos fueron colocados en la estación Churchgate, de donde partieron los siete trenes atacados. Los atentados fueron llevados a cabo con gran precisión y una pauta que recuerda a los ataques del 11 de marzo de 2004 en Madrid y el 7 de julio de 2005 en Londres, aunque los medios indios no prestan prácticamente atención a ese detalle y se centran en la hipótesis de la conexión paquistaní. Las últimas cifras oficiales confirmaron ayer la muerte de doscientas personas, mientras que más de seiscientas resultaron heridas en los vagones de primera clase de trenes suburbanos abarrotados de trabajadores que volvían a sus casas en la hora punta de la tarde, una vez concluida su jornada laboral.

Todas la víctimas son indias debido a que los transportes de cercanías habitualmente no están frecuentados por turistas, según dijeron fuentes diplomáticas. Algunos analistas estiman que los autores de la matanza esperaban acrecentar las tensiones entre la población hindú y musulmana de Bombay, y opinaron que colocaron las bombas en vagones de primera clase para minimizar el número de muertos islámicos, generalmente más pobres.

Aumento de seguridad

Los atentados han provocado una reacción de solidaridad por parte de los gobiernos de todo el mundo y han llevado a reforzar la seguridad en áreas sensibles de India como aeropuertos, estaciones ferroviarias y metros.

India sigue en alerta, si bien la normalidad ha vuelto paulatinamente. La mayor parte del servicio ferroviario se ha restablecido, las escuelas están abiertas y las oficinas funcionan como un día habitual, muestra de lo que las autoridades del estado de Maharashtra llaman el espíritu de Bombay.

India, con alrededor de 1.100 millones de habitantes, es un país golpeado por la violencia desde su nacimiento en 1947, tras la dolorosa partición de Pakistán, y que ha sido testigo desde entonces de sangrientos enfrentamientos religiosos que llevaron hasta a la muerte de dos de sus ex primeros ministros, Indira Gandhi y su hijo Rajiv.