«América no abandonará Irak», proclamaba un sonriente George W. Bush, un día después de que el Congreso apoyara la propuesta de no poner una fecha concreta para la salida de las tropas estadounidenses. Aún así, dos informes del Pentágono caían como un jarro de agua fría sobre el Ejército estadounidense y una nueva oleada de controvertidas prácticas a los presos en cárceles de Irak y Afganistán ruborizaba a la opinión pública. La farragosa mezcla de procedimientos poco éticos, falta de supervisión y recursos inadecuados llenaban más de 1.000 páginas con numerosos y documentados casos de abusos por parte de las fuerzas estadounidenses de operaciones especiales que fueron pasados por alto entre el periodo comprendido entre 2003 y 2004.