Tenía trece años y amaba tanto el fútbol que decidió disfrazarse de chico y entrar al estadio Azadi. Su selección jugaba contra Japón y las gradas estaban a reventar. Cien mil iraníes celebraron la clasificación de Irán para el Mundial de Alemania, pero ella no volvió a casa. Murió por culpa de una avalancha cuando salía del campo. Esta muerte encendió la chispa de los 25 colectivos feministas que operan en la actualidad en Teherán que decidieron luchar contra la ley no escrita por la que las mujeres no podían entrar en los recintos deportivos. Casi dos años y algunos roces con las fuerzas del orden después, parece que han ganado.