La vocación de Milagros Delicado llegó con el peso imperceptible de la predestinación. Cuando apenas era una adolescente que espiaba a su tío político, el pintor algecireño José García Jaén, en sus tertulias. Ya por entonces había decidido estudiar Bellas Artes aunque sería el diseño y no otras disciplinas más clásicas el objeto de su especialización. Por entonces no podía intuir que su nombre terminaría asociándose a los circuitos gaditanos del arte contemporáneo, al devenir de una galería que, creada en El Puerto viajó hacia la capital tras los delgados hilos del comercio artístico.