Juicio 'Caso Santa María'

Versiones contrarias y enfrentadas de los forenses que analizaron el cuerpo del fallecido en Santa María

Mientras unos peritos consideran que Juan Antonio falleció por golpes contundentes en la cabeza compatibles con las defensas policiales, otro experto sostiene que su muerte pudo devenir de la caída y de otras patologías y hemorragias previas

Los hechos se produjeron en la escalinata de Santa María.

M. Almagro

¿ Qué fue exactamente lo que provocó la muerte de Juan Antonio Martínez , un albaceteño de 50 años que residía en Cádiz, aquella madrugada del Sábado Santo de 2015? ¿Qué acabó con su vida cuando estaba siendo detenido por cuatro policías que lo intentaban reducir después de que intentara supuestamente atacar con un punzón a otro vecino y a los propios agentes en varias ocasiones? ¿Recibió golpes en la cabeza que precipitó una muerte súbita?, ¿o fue una brutal caída sumado a la excesiva agitación del momento de un enfermo mental diagnosticado que había consumido y era consumidor «crónico» de cannabis y tenía patologías previas? ¿Son compatibles realmente las lesiones cerebrales de su cadáver con las embestidas de las defensas que tuvieron que emplear los policías para controlarlo? ¿Dónde tenía esas heridas y por qué?

Esas y otras cuestiones más específicas o más bien las respuestas a estas preguntas han sido el objeto que ha centrado el máximo interés en la tercera sesión del juicio por el que se sientan en el banquillo cuatro agentes de la Policía Nacional acusados por el fallecimiento de esta persona. Pues bien, muchas de esas respuestas, que será una pieza clave en el veredicto que emita el jurado, han quedado, de momento, en un largo e intenso debate entre los peritos que han intervenido en este delicado caso. Esta importante prueba pericial se ha practicado este jueves en sala de forma conjunta, es decir, con la presencia y declaración en grupo de todos estos expertos. A la vez y con un tribunal popular que prestaba una absoluta atención.

Y se han escuchado dos versiones completamente distintas, opuestas. Todas ellas llenas de matices médicos y técnicos y moviéndose entre las distintas circunstancias que rodearon aquella intervención. Por un lado, los que consideran que fueron unos «contundentes» golpes en la cabeza y «por todos lados» los que provocaron el fallecimiento, compatibles éstos con las defensas policiales. Y por otro, el perito de la defensa, que ha sostenido en todo momento que el final pudo llegar por la fuerte caída que sufrió Juan Antonio sobre una tarima y su borde mientras lo intentaban reducir, sumado a lesiones anteriores agravadas por la excitación del momento en una persona con problemas mentales y delirios psíquicos que había además consumido cannabis.

Como explicó el forense del Instituto de Medicina Legal que practicó la autopsia y además se hizo cargo del levantamiento del cadáver de Juan Antonio se encontraba boca abajo (había recibido ya la reanimación cardíaca). Para después especificar posteriormente en sus informes que presentaba hasta 32 lesiones en su cuerpo. Unas diez de ellas en distintas partes de la cabeza, según su valoración. En la conclusión de su estudio final informó de que el fallecimiento había sido de «origen violento» -aunque accidental- y señalaba «como causa fundamental una hemorragia subdural postraumática como consecuencia de acciones contusas en el cráneo», apreciando graves lesiones cerebrales. En concreto habló de dos como las más graves. «La sola aparición de esa hemorragia puede provocar la muerte», afirmó a preguntas de la acusación.

Esta tesis fue puesta en duda por otro de los peritos experto en valoración de daño en situaciones de emergencia quien aseguró que ese tipo de hemorragias cerebrales no conllevan una muerte súbita sino que son lesiones cuyos síntomas han podido manifestarse incluso días antes y, si no se trata a tiempo, provocar la posterior muerte. Además insistió en que en este caso no existe ninguna lesión encefálica que pudiera provocar dicho desenlace porque las heridas (contusiones) no tocaron ni piel ni músculo por lo que puso de nuevo en duda que los golpes que sufrió el fenecido fueran de tal contundencia. En frente, los que sí creen que esos impactos fueron de gran potencia y que además no solo los recibió en brazos y piernas.

Por otro lado, se planteó si las lesiones de la cabeza y el rostro se pudieron deber a los golpes de las defensas o bien a los impactos contra el suelo, tanto cuando cayó junto a otro agente, o haciéndoselas él mismo cabeceando «fuera de sí» contra dicho suelo al resistirse e intentar levantarse y volver a agredir . En este sentido, se continuó en la misma línea de discusión.

A este respecto se exhibió una foto en la que se mostró dónde apareció la sangre, justo en un ángulo de la tarima, algo que parece concluyente para la defensa ya que sostienen que se pudo golpear con ese escalón y que el forense que realizó la autopsia y los informes había negado anteriormente en su declaración. También se debatió si la sangre en el rostro era la propia de las heridas que presentaba o tenía la cara «impregnada en sangre» como dijo este mismo forense. Otra imagen mostró dicho sangrado de una forma algo más superficial. Tampoco presentaba sangre en la ropa.

Otra de las cuestiones debatidas fue si la patología mental del fallecid o y sus problemas de adicción pudieron influir en el exceso de fuerza o en un brote psicótico con delirios lo que dificultó, entre otras cosas, el poderle reducir y detener. Todos los expertos coincidieron en señalar que sí puede existir esa causa y efecto y se ahondó además en que Juan Antonio no tomaba medicación alguna y era un hombre muy corpulento.

Además y a preguntas del Abogado del Estado los peritos confirmaron médicamente que un arma como el que llevaba el fallecido, un destornillador punzante de quince centímetros de hoja, hubiera podido matar al agente que recibió varias puñaladas con él en el tórax y que quedaron señaladas en su chaleco antibalas, como también se ha mostrado estos días en sala.

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